Panamá
La mentira como poder
Ahora, ¿Qué entendemos por mentira? Más aún, ¿Por qué mentimos? Cuando hablamos de "mentira" lo hacemos para argumentar lo que no es, ocultando lo que es.
- Dorindo Jayans Cortez (Docente universitario)
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- - Actualizado: 22/1/2023 - 12:00 am
No es exagerado señalar que la mentira ha sido actora importante en la historia. No solo ha incidido en la construccion de mentalidades colectivas (ver las religiones, por ejemplo), sino que muchas decisiones que han afectado el rumbo de los acontecimientos históricos vienen de esa herramienta inventada por el hombre para imponerse o justificarse. Es un actuar que está presente en toda la dinámica de la vida social, en la cotidianidad; entre las parejas, ni se diga. Aquí veremos su razón de ser en la política.
Ahora, ¿Qué entendemos por mentira? Más aún, ¿Por qué mentimos? Cuando hablamos de "mentira" lo hacemos para argumentar lo que no es, ocultando lo que es. Y se miente, por lo general, para justificar una conducta, o para lograr un objetivo que actuando con la verdad sería difícil o imposible alcanzar. Es una táctica para convencer y hacer creer. Es lo que ocurre mucho cuando se compite por el control del poder político.
La mentira, como es fácil constatar, ha ido de la mano del poder. Y el poder se alcanza, repetidas veces, usando el engaño como soporte de captación, control y dominio. Habría que decir que la consolidación, o el fracaso, de los más diversos proyectos políticos, a lo largo de la historia, se ha sustentado en gran medida a través de ese mecanismo indecoroso, pero funcional a los objetivos creados del poder.
La política que se ejercita en los procesos electorales y la se lleva a cabo desde el poder del Estado, dice mucho al respecto. Los mensajes transmitidos desde las redes sociales, los programas y discursos que buscan convencer al ciudadano, o que éste acepte el statu quo, no siempre se fundamentan en la moral, ni en la verdad. Son elaboraciones para imponer lo que se desea y, para esto, el medio que se utilice es lo que rinde resultados.
Lo que importa, por el contextos reinante y los intereses que median en las aspiraciones, es ganar, enarbolar la victoria. Y si la intención es atraer el apoyo popular, entonces el principio maquiavélico, "el fin justifica los medios" tendrá plena validez. No son pocas, diríamos que una mayoría importante, de las propuestas electorales que alcanzan el éxito basados en la falsificación de la realidad; esto es, mintiendo.
Así tenemos que se resaltan candidatos con cualidades inexistentes y con compromiso que solo serán parte de un libreto que después jamás revisan, pero también se destruyen aspirantes usando ataques injuriosos. De esto hay sobrados ejemplos, recientes incluso. Y es ahí donde está el poder de la mentira, de utilizarse —y se sigue haciendo, como modelo funcional de la cultura de los hombres en ese proceso de hacer creíbles las cosas y lograr sus metas aunque para ello se pise el terreno de la inmoralidad.
Lo cierto es que la mentira es recíproca, de doble vía. Tiene sentido de racionalidad y en esto reside su poder. Miente el candidato al votante, el votante al político. Los grupos de apoyo y los publicistas; éstos a la clientela, todos son parte del contagio. Es un asunto de supervivencia, un respaldo a un sentir, y es aquí que la mentira tiene la magia que atrae. Por todo ese desbarajuste es por lo que, en política, se hace esencial el engaño como parte del paquete para el triunfo electoral. Y parece, incluso, que en la vida política no se puede coexistir socialmente sin su presencia. La presencia de la mentira.
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