Panamá
La muerte no es el final.
Pero siempre aparece la muerte como sombra que nos envuelve y aunque modernamente se la quiere ocultar y la gente muere "en silencio" en los cuidados intensivos de los hospitales y se les incinera el cuerpo colocando en una urna las cenizas para no ver el cadáver, siempre está la preocupación de enfermedades terminales, accidentes y vemos la vejez como una señal clara de que el viaje por la tierra está pronto a terminarse.
- MOnseñor Rómulo Emiliani
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- - Actualizado: 11/7/2022 - 12:00 am
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Una tendencia humana universal es la de buscar la trascendencia, lo que no termina, lo que está por encima de lo terreno, de lo caduco, de lo que tiene fin. Nos aterra la muerte, el final de todo. Por eso fabricamos nuestros mitos: héroes ficticios como Superman, Rambo, la mujer maravilla, Batman, así como antiguamente los dioses griegos y romanos. Proyectamos en un ser inventado nuestras ilusiones y deseos de trascendencia. En ellos están depositados nuestro deseo de nunca morir.
Pero siempre aparece la muerte como sombra que nos envuelve y aunque modernamente se la quiere ocultar y la gente muere "en silencio" en los cuidados intensivos de los hospitales y se les incinera el cuerpo colocando en una urna las cenizas para no ver el cadáver, siempre está la preocupación de enfermedades terminales, accidentes y vemos la vejez como una señal clara de que el viaje por la tierra está pronto a terminarse. Y a veces aparecen las pestes y las guerras con sus miles de muertos que nos recuerdan nuestra caducidad, nuestra fecha de vencimiento.
Y vemos cómo caen imperios y desaparecen. Cómo fallecen presidentes y reyes, millonarios y famosos, y cómo muere también el pobre pordiosero encontrado su cuerpo cerca de un basurero. Y mueren las mascotas, y envejecen y fallecen nuestras estrellas del deporte y cantantes- Si hiciéramos una lista de ricos y famosos que han muerto en los últimos veinte años quedaríamos espantados. Por más dinero y fama nadie se escapa de la muerte. Es la muerte una maestra de la vida. Nos hace ver que nadie es inmortal. Que hay un principio y un final. Que no hay dioses de carne y hueso, ya que con el inicio de nuestra vida cargamos ya encima la muerte, que será nuestra compañera silenciosa durante todo el trayecto de nuestra existencia.
Pero a la par de la muerte que nos acecha, hay un ansia de eternidad, de vivir para siempre y eso lo llevamos todos en lo más profundo del alma. Queremos trascender esta vida terrena. Aspiramos a una eternidad de gozo y plenitud y nos resistimos a la idea de morir para siempre. Y eso nos lo ha impreso Dios en el fondo de nuestro ser. No nacimos para morir para siempre.
La muerte será un paso a la eternidad, a vivir con el Señor para siempre. Y ese mensaje es esencial en el Evangelio. Hay resurrección gracias a la redención de Cristo. Hay vida eterna, un cielo prometido, un Dios vivo que nos espera para estar con Él para siempre. Lo que aspiramos en lo más profundo de nuestro ser será realidad. Es la gran buena nueva del Evangelio.
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