Panamá
La nueva cara de la riqueza: el ascenso de la mujer inversionista
- Julio Giraut
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- Socio Senior de McKinsey & Company, Panamá
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Durante décadas, el mundo de las finanzas ha estado dominado por estructuras y voces masculinas. Pero en los últimos años, una transformación profunda ha comenzado a cambiar este escenario: las mujeres están asumiendo un rol cada vez más relevante en la creación, gestión y transferencia de riqueza.
Esta evolución no responde solo a dinámicas demográficas o sociales. Se trata de un cambio con consecuencias económicas, reales y de gran alcance. Según el informe de McKinsey & Company The new face of wealth: The rise of the female investor, las mujeres controlan ya un tercio de los activos financieros minoristas en la Unión Europea y Estados Unidos, y se espera que esa participación alcance el 45% para 2030.
Entre 2018 y 2023, la riqueza financiera global creció un 43%, pero la riqueza controlada por mujeres aumentó un 51%. Este avance no solo refleja el crecimiento de su poder adquisitivo, sino también una oportunidad concreta: equiparar la proporción de activos administrados por mujeres con la de los hombres podría representar un mercado de 10 billones de dólares para finales de esta década. Las instituciones que logren adaptar sus propuestas de valor, marketing y servicios financieros para responder a sus necesidades estarán mejor posicionadas para capitalizar ese potencial.
Este ascenso responde a varios factores: mayor participación laboral femenina, avances en educación, mayor esperanza de vida y una inminente transferencia intergeneracional de riqueza. Todo esto ha contribuido a que más mujeres asuman decisiones financieras clave, tanto en el hogar como en la gestión de patrimonios más amplios.
Pero no se trata solo de cuánto invierten, sino de cómo lo hacen. Las mujeres suelen tener una tolerancia menor al riesgo y priorizan la planificación financiera a largo plazo y la preservación del capital. También valoran la confianza y buscan asesoría alineada con sus valores personales y metas de vida. Estas preferencias revelan una oportunidad importante para las firmas que quieran construir relaciones más sólidas con una base diversa de clientes.
A pesar de estos avances, muchas mujeres aún se sienten desatendidas por la industria financiera. El estudio de McKinsey muestra que el 53% de los activos controlados por mujeres no están gestionados profesionalmente, frente al 45% en el caso de los hombres. Esta brecha no es solo una señal de desatención; es también un espacio estratégico que podría redefinir el futuro del sector.
Para acompañar este cambio, las instituciones deben adoptar un enfoque más inclusivo y sensible. Esto implica ofrecer asesoría que considere no solo variables financieras, sino también circunstancias personales como las responsabilidades familiares o los objetivos de vida. También es clave reforzar la educación financiera, facilitando que más mujeres comprendan y se apropien de las decisiones relacionadas con su patrimonio.
Además, es urgente promover una mayor diversidad dentro de los equipos de asesoría, integrando más mujeres en posiciones clave. Esto no solo enriquece las perspectivas internas, sino que mejora la sintonía con una clientela cada vez más heterogénea. A ello se suma la necesidad de utilizar un lenguaje claro, evitando tecnicismos que alejen o desincentiven la participación activa de las mujeres en sus finanzas.
Estamos ante un momento crucial. El ascenso de la mujer inversionista representa una transformación estructural en el panorama económico. Las instituciones que comprendan esta dinámica no solo estarán a la altura de los tiempos, sino que contribuirán a construir una economía más equitativa e inclusiva.
Empoderar financieramente a las mujeres, en especial a las más jóvenes, no es una opción estratégica menor: es una apuesta por el crecimiento sostenible y la innovación. Aquellos actores que no logren conectar con esta nueva generación de inversionistas corren el riesgo de quedarse atrás, mientras el rostro de la riqueza global sigue cambiando.
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