Análisis
Lecciones sociales para meditar
Debemos analizar con lupa en qué encrucijada socio-política estamos dejando naufragar al Estado panameño en mayor o menor medida; porque las opciones visibles son cuando menos confusas...
- Alain Morales García
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- - Publicado: 24/4/2018 - 12:00 am
Cuando la Bastilla fue tomada violentamente por la población hambrienta y andrajosa, los aristócratas franceses lejos estaban de prever que les serían arrebatados sus privilegios: hubo una secularización del Estado, se proclamaron los derechos del hombre y el ciudadano, y la cabeza de Luis XVI cayó sobre la cesta al bajar la guillotina, ese fue en realidad el degollamiento de la aristocracia francesa. De la misma forma, la Revolución Rusa de 1917 tomó por sorpresa al zarismo y si bien este no fue guillotinado, también provocó un cambio en la conciencia política de la población que se llevó hasta sus últimas consecuencias. El zar Nicolás II jamás imaginó que sería derrocado por aquella misma población sobre la que disparó su ejército en 1905. Cosas parecidas han sucedido en muchas latitudes del planeta entre las cuales se encuentra nuestra América Latina, donde el inicio del siglo XXI fue marcado por diversos acontecimientos socioinstitucionales de relevancia, algunos de estos, por ejemplo, se vivieron en naciones y Gobiernos como los de Venezuela (1999), Brasil (2003), Argentina (2003), Uruguay (2005), Bolivia (2005), Ecuador (2007), Nicaragua (2007), Paraguay (2008- transgredido el orden constitucional en junio de 2012), El Salvador (2009) y Perú (2011).
Demostrando que la región y su gente también viven un cambio de época, de conceptos y de visión, por supuesto que cada uno de estos procesos derivan y dependen en mayor o menor medida de su grado de conciencia social, de sus estructuras político-económicas, niveles de necesidades básicas satisfechas, aspiraciones socioculturales y metas trazadas por sus ciudadanos. En este sentido, nos cuesta entender cómo es posible que la amalgama de líderes, gobernantes, trabajadores y estudiantes en nuestra bella nación, nos permitiésemos ver los grandes avances tecnológicos, paralelos al deterioro y menoscabo de nuestros estándares generales humana y éticamente correctos. Quizás los mandatos vividos en las etapas de "seudodemocracia" han dejado a una ciudadanía humilde, pacífica, alegre y trabajadora sometida a una vorágine de incertidumbres, e improvisaciones sin perspectiva alguna de equidad, crecimiento inclusivo, desarrollo humano o justicia social. Debemos analizar con lupa en qué encrucijada socio-política estamos dejando naufragar al Estado panameño en mayor o menor medida; porque las opciones visibles son cuando menos confusas, en el país donde las descalificaciones, la incredulidad del accionar institucional, las subjetividades, la avaricia de muchos sectores empresariales y la visible anomia de la clase obrera y estudiantil, siguen trazando una línea poco confiable hacia un cambio verdaderamente productivo y equitativo en el poco orden social existente.
Luego la reflexión queda planteada a nuestros conciudadanos en los siguientes términos: 1- lo que existe, 2- lo que se desea, 3- lo que se evita. 1- Seguir dejando en manos de los tradicionales políticos o seudolíderes la gran labor de mejorar nuestras tangibles contradicciones y necesidades socioeconómicas, y continuar siendo los actores silentes, cómplices y/o sirvientes de una cleptocracia seudodemocracia netamente delegativa. (Lo existente) 2- Llegaremos los trabajadores, empresarios honestos y la sociedad civil en su conjunto, a organizarnos y participar de manera correcta en torno a un verdadero plan estatal de desarrollo equitativo e inclusivo, aunado a una nueva Constitución política que evite naufragar a nuestro buque insignia llamado Panamá. (Lo deseado) 3- Permitiremos que las inequidades, la anomia, la pobreza funcional, el miedo y las malas prácticas de las tres últimas décadas nos hagan dar un salto "No meditado" a otro tipo de sistema o estructura sociopolítica y económica, caracterizado por la administración estatal de los medios de producción y distribución de los bienes, teniéndola como única instancia en el marco de una sociedad globalizada y compleja, y frente a la gran posibilidad de una situación autocrática por quienes logren ser sus autoridades. (Lo evitado).
Finalmente, pensamos que ni gobernantes ni gobernados deberían olvidar sus fortalezas y/o debilidades ni los múltiples sucesos histórico-contextuales (internos o externos) que fueron detonantes de eventos dinámicos y transformadores que sirvieron en mayor o menor grado a nuestra evolución como Estado soberano. La capacidad reflexiva y organizativa basada en una metodología autóctona está en nuestras manos y las grandes lecciones sociales están ahí para recordarnos que el pueblo o individuo que desconoce su historia está condenado a repetir sus errores.
Escritor, sociólogo e investigador social.
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