Año escolar 2013
Lo que se concibe como los fines de la educación
Todo aquel que toma una decisión inteligente, en educación, ya sea como estudiante, maestro, padre o ciudadano, tiene que poder justificarla, tarde o temprano, basándose en lo
Todo aquel que toma una decisión inteligente, en educación, ya sea como estudiante, maestro, padre o ciudadano, tiene que poder justificarla, tarde o temprano, basándose en lo que concibe que son los fines de la educación. Esos fines no determinan por sí solos lo que debe hacerse, pero sin ellos, la acción carece de enfoque, es una cuestión de forma, de imitación o rutina. Cuando los fines de la educación son explícitamente declarados, como con frecuencia ocurre en la discusión ordinaria, parece haber un amplio acuerdo acerca de ellos.
Las diferencias aparecen tan pronto como hacemos, tocante a los fines, la pregunta: ¿Cómo se llega a ellos y se justifican? De manera semejante, hay más acuerdo acerca del modo de expresar los fines de la educación, que acerca de su significado concreto en cualquier contexto cultural. Trataremos de mostrar que las interpretaciones contradictorias del significado de los fines educativos están asociados a las diferentes formas en que se conciben y aplican esos fines. No es difícil hacer una lista de fines educativos, a la que la mayoría de los educadores que no sean defensores declarados de una doctrina política o religiosa darían su aprobación, independientemente de sus inclinaciones filosóficas:
1. La educación debe tener como objetivo desarrollar las facultades de pensamiento crítico e independiente.
2. Debe tratar de inducir la sensibilidad de percepción, la receptividad para nuevas ideas, la simpatía imaginativa con los demás, por lo que ellos experimentan.
3. Debe crear una conciencia de las principales corrientes de nuestras tradiciones culturales, literarias y científicas.
4. Debe poner a nuestra disposición importantes conjuntos de conocimientos relativos a la naturaleza, a la sociedad, a nosotros mismos, a nuestro país y su historia.
5. Debe esforzarse por cultivar una lealtad inteligente a los ideales de la comunidad democrática, y por hacer más profunda la comprensión de la herencia de libertad y sus perspectivas de supervivencia.
Dotar a los jóvenes, hombres y mujeres, de las habilidades y técnicas generales, así como de los conocimientos especializados, junto con las virtudes y aptitudes, que les permitan ejecutar algún trabajo productivo, relacionado con sus capacidades e intereses.
En el plano de los fines de la educación, en primer lugar, es preciso tratar de hacer realidad el precepto constitucional de la obligatoriedad de la enseñanza, pero sin que éste se transforme (por inadecuación de los planes educativos), en una involuntaria fuente de problemas sociales. En segundo lugar, la reforma de la educación debe estar conectada esencialmente con el desarrollo económico y social de la Nación al que deben colaborar con la preparación de ciudadanos aptos para el trabajo productivo. Si el sistema educativo no se adapta a las necesidades del cambio social y continúa preparando para una sociedad que ya no existe, en función de necesidades que no son las actuales, dificulta el desarrollo de la sociedad en lugar de favorecerlo.
La complejidad de la civilización moderna, la amplitud de las presentes y futuras necesidades científicas y tecnológicas, aumentan la importancia de la educación como preparación indispensable para obtener éxito en la vida.
Los que quedan fuera de la influencia educativa se transforman automáticamente en seres marginados, imposibilitados de integrarse normalmente y tener éxito en sus tareas. A su vez hay entre ambos factores (educación y desarrollo), una interdependencia evidente que se hace más intensa en una sociedad democrática, que por su propia esencia requiere la participación de todos en las decisiones colectivas y busca deliberadamente que todos sus miembros puedan instruirse para participar. Nuestro sistema tiene al respecto la inestimable ventaja de su gratuidad en el primero y segundo nivel de enseñanza, pero las circunstancias evolutivas demuestran que no basta con este noble principio para que la democratización real se efectúe.
La formación moral y cívica es otro de los fines fundamentales que debe cumplir el sistema educativo. La democracia es un régimen de libertad que encuentra en la objetividad propia del laicismo, su expresión más acabada en cuanto al respeto infinito por las opciones individuales.
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