Los nefastos efectos de las guerras
Los nefastos efectos de las guerras
Las guerras traen consecuencias tan tristes para los países involucrados en ellas. Además de las muertes entre soldados y civiles, las hambrunas, pestes y enfermedades, atrasos en las economías, ciudades en ruinas, carreteras destruidas, campos que dejan de cultivarse por falta de mano de obra, miles de miles de familias de luto sin un hijo, esposo o padre, muertos en la guerra.
Por ejemplo, la terrible segunda guerra mundial, donde murieron unos 75 millones de personas entre 1939 y 1945. Unos 25 millones de soldados murieron en esa guerra, la mayoría jóvenes, donde además de las vidas perdidas, no podemos ni imaginar la cantidad de profesionales en todas las ramas que de haber seguido sus estudios hubieran contribuido al desarrollo de sus países, y muchísimos agricultores, obreros, comerciantes; millones de vidas desaparecidas en el momento de más vigor de sus existencias, en plena juventud.
Y entre los civiles, niños, mujeres, adultos, ancianos, unos 50 millones murieron, por culpa de los bombardeos, ocupación por la fuerza de ciudades, hambrunas, pestes, siendo estas últimas secuelas de la guerra, las que se llevaron quizá hasta la mitad de los muertos civiles. Fueron golpes mortales para países como Alemania, Rusia, Polonia, Japón, China, además de otros más pequeños sobre todo de Europa. Una devastación monstruosa, donde además se dieron las crueldades más terribles por las armas usadas, cada vez más sofisticadas, al extremo de usar las dos bombas nucleares lanzadas contra Japón. Los campos de concentración, usados por todos en la guerra, los peores, los de los nazis, donde mataron a seis millones de judíos, el llamado holocausto.
Lo mejor de una guerra es no tenerla. Usar todos los métodos, estrategias y medios para evitarla. Tratados, acuerdos, concesiones, diálogos que impidan llegar a las armas. Se interrumpe en una guerra la producción agrícola e industrial. Las actividades comerciales, los centros educativos, el libre movimiento de transporte, todo queda afectado y hasta paralizado. Y las víctimas mortales, sean soldados o civiles, y los heridos y los mutilados.
Pues sin ir tan lejos, hay guerras en los matrimonios que acaban en divorcios que se pudieron haber evitado. Guerras entre los hermanos de una misma familia que terminan en distanciamiento hasta de por vida. Guerras en los gremios y aun en el seno de la Iglesia.
Recordemos la ruptura entre católicos y protestantes, entre ortodoxos y católicos. Cualquier conflicto puede resolverse con una actitud pacifista, dialogante, comprendiéndose unos con otros, buscando arreglos, acuerdos, evitando la ruptura, y los daños que conlleva. Jesús nos los dice en el evangelio: reconciliarse antes de llegar al juez, antes de presentar la ofrenda en el altar. Perdonarse setenta veces siete. En fin, evitar cualquier clase de guerra. Bienaventurados los pacíficos dice el Señor.