¿Monsalto redactaba la verdad del glifosato? Parte I
- José R. González Rivera
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- Cirujano Subespecialista
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La retractación del artículo científico Evaluación de la Seguridad y Riesgo del Herbicida Glifosato, publicado en 1999 en Regulatory Toxicology and Pharmacology, el pasado 28 de noviembre, no es un mero ajuste técnico en una revista especializada. Se trata, más bien, de una confesión tardía de un pecado capital: durante décadas, gran parte del debate sobre el herbicida más usado del mundo se sustentó en una "verdad" fabricada desde los despachos de Monsanto.
El caso es grave no solo por lo que revela, sino por el tiempo que pasó. Reguladores de todo el mundo, incluida la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA), citaron ese artículo como referencia clave para concluir que el glifosato "no es probablemente carcinogénico para humanos". Mientras tanto, en 2015, la Organización Mundial de la Salud lo catalogó como "probablemente carcinogénico", abriendo una grieta que hoy se ve menos como un desacuerdo científico y más como el resultado de una literatura sesgada y en conflictos éticos.
Las revelaciones son contundentes: correos internos muestran a funcionarios de Monsanto celebrando la publicación del artículo como parte de una estrategia de "libertad para operar", agradeciendo el trabajo de sus científicos en la recopilación de datos, redacción y "relación" con los autores "independientes". Años después, otro científico de la compañía sugeriría repetir la fórmula: ellos escribirían, otros firmarían. La palabra para eso existe desde hace tiempo: ghostwriting y es ampliamente conocido por las sectas del tarot científico distribuidas por los países de mundo.
Cuando una revista admite que ha perdido la confianza en los resultados de un artículo porque se basó en estudios no publicados de la propia empresa interesada, lo que se resquebraja no es solo un artículo científico, sino la base de decisiones regulatorias que podrían haber afectado la salud de millones de personas y ecosistemas completos.
Las autoridades insisten en que la retractación "no cambia" su evaluación, porque no dependen de un único estudio y han revisado miles de trabajos. El argumento técnico puede ser correcto, pero ignora algo esencial: ese artículo fue una pieza central de los reguladores de salud pública para moldear el clima de opinión científica y política sobre el glifosato. Como reconocen investigadores que han estudiado sus efectos en salud humana, ayudó a instalar una presunción de inocencia que desinfló el impulso regulatorio y desvió recursos, atención y tiempo.
La ciencia no es pura ni neutral por definición; necesita reglas claras de transparencia para no convertirse en extensión del marketing corporativo. El caso Monsanto nos recuerda algo incómodo: cuando el dinero dicta la agenda de la evidencia, lo que está en juego ya no es solo la reputación de una revista, sino la confianza pública en la ciencia misma.

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