Por qué lloras Jesús
Creo que lloraste, y tú mismo lo dijiste, porque los habitantes de Jerusalén y del mundo no se han dejado cobijar, abrazar por tus alas, como hace la gallina con los polluelos.
Creo que lloraste, y tú mismo lo dijiste, porque los habitantes de Jerusalén y del mundo no se han dejado cobijar, abrazar por tus alas, como hace la gallina con los polluelos.
¿Por qué lloras Jesús ante las puertas de las murallas de Jerusalén? ¿Qué te ha hecho brotar las lágrimas frente a tus discípulos y seguidores? Claro que es un gesto humano tan profundo el llorar, y que también los hombres muy hombres lloran cuando algo les toca el alma. Que el llorar supone tener sentimientos y un alma noble. Que cuando uno llora reconoce fibras profundas que están vivas aunque dormidas u ocultas. Que las lágrimas te limpian el alma del polvo de la indiferencia y de la rutina, y te hacen ver que eres humano, y que hay dolor en el mundo, que hay gente que sufre, que hay maldad y tragedias. ¿Por qué lloras Jesús?
Creo que lloraste, y tú mismo lo dijiste, porque los habitantes de Jerusalén y del mundo no se han dejado cobijar, abrazar por tus alas, como hace la gallina con los polluelos. Que nos resistimos a dejarnos cubrir por el amor divino. Que preferimos vivir a la intemperie, en medio de los aullidos de los lobos depredadores de los pecados, idolatrías y vicios. Preferimos la libertad, el hacer lo que nos dé la gana, el libertinaje mejor dicho, y creer que así seremos felices. Y los lobos clavando los colmillos y a dentelladas despedazándonos, pero nosotros enlodándonos en el fango de la maldad.
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Claro, lloraste porque tú viste las consecuencias del pecado a lo largo de la historia. Rupturas matrimoniales, desintegración familiar, guerras, injusticia social, hambre y marginación, deforestación, calentamiento global, enfermedades de transmisión sexual, alcoholismo y drogadicción. Lloraste porque tuviste la visión dramática de un mundo resquebrajado, desolado, golpeado por tantos infortunios. Y todo esto como consecuencia del pecado. Lloraste porque nos amas y no quieres que nada de eso nos pase.
Señor Jesús, cómo no ibas a llorar. Si allí demostraste tu total impotencia para detener algo tan monstruoso, no porque no podías haber mandado doce legiones de ángeles y parar todo eso, encerrándonos a todos en mazmorras y atados de pies y manos, impidiendo que pecáramos. De haberlo hecho, ya no hubiéramos sido plenos seres humanos, dotados de inteligencia y voluntad, libertad y capacidad de decidir si amar o no, si obedecerte o no. Hubiéramos sido marionetas. Tenías que respetar nuestra libertad, y ésta mal usada nos ha llevado a todo eso.
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Comprendo porqué lloraste y sigues llorando hoy, Sagrado Corazón de Jesús. Cómo quisiera poder aliviarte en algo ese dolor. Cómo quisiera consolarte Jesús y pedirte perdón por mis pecados y por todos los de la humanidad. Cómo quisiera que dejaras de llorar.
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