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¡Qué gran pecadora fue!
Era catalogada como una mujer depravada, pero con un intenso poder de seducción. Vivía su infierno interior. Pero ella sabía que le faltaba algo.
- Rómulo Emiliani
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- - Publicado: 12/9/2020 - 12:00 am
Sí, qué gran pecadora fue María Magdalena. Dice la Palabra que Jesús echó de ella siete demonios, que significa que estaba poseída por Satanás y de manera plena.
Tuvo que haber sido una mujer muy atractiva y perversa, muy inteligente y seductora, maligna y sagaz, llena de codicia y de soberbia, de envidia y de vanidad.
Una mujer dispuesta a todo con tal de conseguir dinero y poder. Que odiaba y rechazaba todo lo religioso e incapaz de hacer el bien. Egoísta y traicionera. Rechazaba a Dios y no le importaba. Ciertamente prostituta, pero de alto nivel, con clientes de mucho poder.
Ataviada con finas ropas y joyas, era motivo de atracción y admiración, de rechazo y de desprecio.
Era catalogada como una mujer depravada, pero con un intenso poder de seducción. Deseada y odiada. Vivía su infierno interior. Pero ella creía que estaba bien. Tenía sus sirvientas y vivía en casa elegante.
La buscaban por placer los que tenían poder y dinero, y no podían faltar fariseos y saduceos, por lo que ella despreciaba la religión al ver cómo vivían algunos de sus dirigentes. Del imperio romano también la buscaban sus comandantes.
No tenía miedo a nadie porque estaba protegida por los poderosos. Además sabía mucho. En las alcobas sacaba información que luego vendía a otros.
Pero ella sabía que le faltaba algo, o mucho, o más bien todo. Su alma estaba vacía, triste, adolorida, marchita. Se arrastraba por la vida, como una culebra herida, buscando alivio a su dolor, protección a tanta desdicha.
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Y se encontró con Jesús, de casualidad. Vio un grupo grande que seguía a alguien. Un hombre alto, que hablaba con voz vigorosa pero tierna, que miraba a la gente con compasión, que tocaba el corazón.
Se fue acercando entre la gente y cuando ese hombre nazareno se detuvo y empezó a narrar la parábola del hijo pródigo, con tanto detalle, de manera pausada, se olvidó de todo y quedó prendada de esa voz y de esa historia.
"Es que está hablando de mí" se dijo. Y la voz de Cristo entraba en su alma como la lluvia en tierra desierta. Algo pasó en su interior.
Empezó a florecer un jardín en su corazón. Donde había arena, cardos, piedras, soledad y sequedad, fue naciendo un vergel. Rosas, jazmines, orquídeas, laureles, azucenas, begonias iban floreciendo. Una primavera hermosa nacía en su corazón. Todo era nuevo.
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Y se vio a sí misma, su ropa fina resaltando lo sensual de ella, sus joyas, su pelo trenzado de adornos, y se sintió mal, asqueada.
Y volvió a ver al Maestro y sintió que Jesús echaba sus demonios.
Renunció a todo, vistió pobremente y se convirtió en su discípula para siempre.
Monseñor.
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