¿Quién le pone el cascabel al virus?
Panamá necesita alguien que pondere los meollos del asunto y que ponga en acción un agresivo plan que no solamente controle la pandemia, lo más pronto posible, sino que nos permita una apertura expedita y total de la economía...
- Jaime Figueroa Navarro
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- - Publicado: 30/1/2021 - 12:00 am
Mientras la pandemia de la COVID-19 cabalga sin control por las praderas istmeñas, las luces largas se ciñen en otros lares donde la situación era, inauditamente, peor que la nuestra. Estados Unidos, durante la pésima administración de Donald Trump, fue una tragicomedia donde los políticos, particularmente su presidente, tomaron las riendas del corcel llevándole al borde de un abismo. El nuevo gobierno que recién ha tomado el poder el 20 de enero, está empeñado en un viraje radical.
Ante todo, y esto es válido para todos los países, el retorno a la normalidad únicamente será posible con un programa agresivo de vacunación de la totalidad de la población y el estricto seguimiento del protocolo: portar mascarillas, lavado frecuente de manos, distanciamiento y la optimización del sentido común.
La estupidez no vista en Estados Unidos fue cuando su presidente ató el no portar mascarillas como símbolo de un machismo patriótico y la libertad ciudadana de "poder elegir" su porte al libre albedrío.
Ello alentó, a un también imbécil porcentaje de su población, a regar alegremente el virus. Creo que todos, gringos o no, bien claro tenemos a estas alturas del juego que el porte de mascarillas es un elemento esencial de la ecuación del éxito contra la COVID-19. Otra estrategia clave es sacar a los políticos del ruedo, los científicos deben tener el timonel a mano y tomar las decisiones basadas en hechos y no en fábulas.
Si bien es cierto, en Panamá es el Ministerio de Salud el que hace el frente, las decisiones de mayor envergadura siguen en manos de una clase política podrida desde sus cimientos, sin mayor interés en el bienestar ciudadano sino en imponer absurdas medidas que en nada sirven para mitigar el mal.
Requiere Panamá 8 millones y medio de vacunas para cubrir a todos con las dos inoculaciones actualmente requeridas. No son muchas, si le comparamos con la meta actual de Estados Unidos de vacunar un millón y medio de personas diarias. Donde hay empeño y persistencia se logra el éxito. Un gran presidente no es un necio que se esconde a sus responsabilidades, el estadista es aquel que encuentra grandes soluciones a graves problemas.
Negociar el número de vacunas que requerimos no es ciencia nuclear ni lo es pagar un sobrecosto para asegurar su expedito envío. La organización de la logística tampoco es tema de genios. El actual negociado de las neveras resulta un teatro de lo absurdo. No son muchas vacunas si lo vemos bajo el lente universal.
Que el presidente y su gabinete hayan recibido el primer lote de 12,840 vacunas en la obscuridad de la madrugada del 20 de enero no es motivo de aplauso, es vigencia de tercermundismo. A ese ritmo necesitaríamos 662 días, casi dos años, para el logro de inmunización total.
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Panamá necesita alguien que pondere los meollos del asunto y que ponga en acción un agresivo plan que no solamente controle la pandemia, lo más pronto posible, sino que nos permita una apertura expedita y total de la economía, porque señores, haciendo las matemáticas resulta mucho más barato comprar las benditas vacunas al precio que sea y retornar a la normalidad, lo más pronto posible, no solo para evitar las innecesarias víctimas y frenar el desgaste del sector salud, sino también para que nuestras acciones sirvan de ejemplo a todos que sí se puede, que Panamá lo hizo y que le hurtaremos todos los turistas a nuestros competidores porque bien le hicimos.
El presidente Biden le tiene dificilísimo porque inocular 331 millones de almas es un verdadero reto. Aun así pretende efectuar 100 millones de inoculaciones durante sus primeros 100 días de gobierno. Nuestro reto resulta chicha de piña al lado de eso. Mientras tanto, Panamá languidece en el olvido de la indiferencia, en estériles cuarentenas, en el permanente juega vivo, playas vacías y excusas por doquier.
Opinión
Doña Rosario Arias de Galindo nos enseñó que los periodistas no se amedrentan ante los poderes
27/12/2020 - 02:15 pm
Un pueblo merece los gobernantes que escoja. Gozando Panamá de tantos hombres y mujeres honradas y exitosas, el espejo de nuestra política refleja sinsabores y bajezas, la selección de oscuros personajes que en nada sirven a los intereses del bien común. Y el manejo o falta de manejo de esta pandemia, es una bofetada al sentido común de nuestra nacionalidad.
Solo nos queda orar para levantarnos de esta terrible pesadilla sin fin, o esperar que un milagro resalga de la zozobra en que nos encontramos. ¡Qué pena Panamá!
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Líder empresarial.
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