Respeto para los símbolos de la Patria
- MEREDITH SERRACIN
Se avecina el mes de noviembre -Mes de la Patria- y por ello aprovechamos la especial ocasión para referirnos a nuestros símbolos patrios. Los símbolos patrios son la pura representación de la nacionalidad. Ellos personifican la historia sellada con abnegación y con heroísmo y ellos trasuntan la gloria alcanzada a través del tiempo por obra del sacrificio, la consecuencia y la entereza moral.
Frente a la bandera de la patria y al escudo, como ante los acordes emotivos del Himno Nacional, debemos sentirnos inflamados de amor a la tierra y dispuestos a evocar con respeto y veneración a los insignes varones y dignas mujeres de las jornadas pretéritas que nos dieron independencia, organización y libertad.
La ceremonia de izar o arriar la bandera como la entonación de la canción sagrada deben merecer un religioso sentimiento de respeto y no admiten distracciones o indiferencias que constituyen un agravio para los principios de la lealtad ciudadana. Y ese respeto rendido a los símbolos de la propia nación debe ser extendido a las enseñas y a los himnos de las demás naciones del mundo, porque así lo exige la buena conducta y así lo quiere el sentimiento de fraternidad que debe reinar entre todos los hombres y mujeres de la tierra, cualquiera sea la latitud geográfica, el color de la piel, el idioma empleado o el credo que profesen.
Los símbolos patrios son valores sagrados que debemos contemplar y cuidar con sincero sentimiento admirativo. Pero corresponde entender que no basta aplaudir la bandera y corear el Himno, sino que nuestra acción de todos los días debe ser una razón de orgullo para esos símbolos que aspiran a ser expresiones representativas de un pueblo, como el nuestro, integrado por hombres y mujeres dignos, trabajadores, cultos, servidores de la justicia y capaces de impulsar el bien común.
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