Seamos sinceros: la justicia de paz comunitaria está a la buena de Dios
Algunas parecen, literalmente, un cuchitril y en las mismas los funcionarios ya no trabajan con las uñas, sino con la cutícula. No tienen aire acondicionado, sus expedientes no están digitalizados, no tienen suficientes computadoras y las estructuras dan vergüenza.
- Arnulfo Barroso Watson
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- - Publicado: 09/5/2021 - 12:00 am
No dudo en afirmar que en gran parte de nuestra sociedad prevalece una cultura de hipocresía oficial originada, cultivada y dispersada en las entrañas mismas de las estructuras del Estado. Y sin duda la misma proviene de la clase política.
Con este preámbulo quiero recordar como nuestras autoridades juraron y perjuraron que apoyarían la justicia de paz comunitaria, como un método para resolver, tempranamente y de forma conciliada, los conflictos que se generen en las comunidades.
La justicia de paz comunitaria es una herramienta altamente efectiva para evitar que problemas cotidianos se profundicen y al final terminen congestionando el sistema ordinario de justicia penal y civil.
Sin embargo, por los avatares de la vida y en el ejercicio de la abogacía he podido palpar el abandono humillante y hasta obsceno en que el Estado mantiene a las Casas de Paz Comunitarias en varios puntos de la geografía nacional.
Algunas parecen, literalmente, un cuchitril y en las mismas los funcionarios ya no trabajan con las uñas, sino con la cutícula. No tienen aire acondicionado, sus expedientes no están digitalizados, no tienen suficientes computadoras y las estructuras dan vergüenza.
Hasta las desalojan y les cortan la electricidad por falta de pago. Dejemos la hipocresía y hablemos del estado real de estas instalaciones.
Periodista.
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