Panamá
Sobre la realidad evolutiva de los hombres
El hombre moderno es portador de un legado atávico que se convierte, muchas veces, en una piedra y en estorbo para el desenvolvimiento de la sociedad actual. En muchos aspectos de nuestras vidas, todavía nos conducimos dentro del hogar de hoy como si habitáramos en la caverna, congregados a la luz de un fuego primitivo.
- Arnulfo Arias O.
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- - Actualizado: 08/11/2022 - 12:00 am
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En realidad, algo que no ha cambiado en el hombre desde que es hombre, es su carga explosiva de emociones, que se remontan probablemente a las etapas más primarias de su evolución. El eslabón perdido entre el homo neanderthalensis y entre el homo sapiens es sin duda esa irracionalidad espontánea, que surge todavía en uno cada vez que la razón se nubla.
El hombre moderno es portador de un legado atávico que se convierte, muchas veces, en una piedra y en estorbo para el desenvolvimiento de la sociedad actual. En muchos aspectos de nuestras vidas, todavía nos conducimos dentro del hogar de hoy como si habitáramos en la caverna, congregados a la luz de un fuego primitivo. Daniel Goldman nos habla sobre la inutilidad de esas funciones antiquísimas del hombre, que debieron quedarse relegadas en la etapa primitiva de la evolución humana.
Esas explosiones de ira, de celos y de las pasiones sin control, son los componentes básicos de la agresión del hombre contra el hombre. Los códigos morales, las leyes primitivas y rituales fueron parte de ese esfuerzo histórico inicial que buscaba contener la bestia del mamífero, del homínido, que resulta ser parte de la sombra que nos sigue a todos lados, aun cuando marchamos hacia los reflejos de la luz de la razón; esa parte oscura que portamos en nosotros mismos fue acertadamente señalada por Carl Jung, que recomienda siempre alguna convivencia sana con "la sombra", en vez de lucha y de confrontación. Como si esa parte primitiva fuera casi un niño, que requiere de estructura y de la comprensión por aquella parte iluminada que en nosotros también vive.
Desde el miedo irreflexivo hasta el celo incontrolado, desde el odio pervertido hasta la envidia digestiva y básica, son todos el legado y la señal del animal que vive y busca manifestación por medio de un lenguaje racional que lo confronta. Nos paseamos por la vida con el látigo y con la cadena que busca suprimir la realidad que es parte de nosotros, en vez de comprender y de estudiar esa raíz más básica de lo que somos. En la medida en que encontremos el balance entre la mente racional y el combustible de las emociones, podemos conciliar algún nivel de paz que evita una confrontación constante y permanente. Todo tiene su lugar, sin duda. Si el rescatista que se tiene que jugar la vida cuando hace su trabajo se dejara guiar por siempre solo por su mente racional, no realizaría jamás esos rescates épicos; y si el policía no hiciera uso de ese instinto básico de la supervivencia, no podría jamás hace rle frente a quienes siempre actúan violentamente.
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