Trump: síndrome del niño emperador
El niño emperador, siquiera ha aceptado su derrota, mucho menos permitir la transición que por lo menos desdoble el plan de Biden para lidiar con la pandemia al momento que los casos diarios sobrepasan 140,000 y los hospitales, a nivel nacional, están al borde de su capacidad.
- Jaime Figueroa Navarro
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- - Publicado: 14/11/2020 - 12:00 am
¿Y qué hace el presidente Trump al respecto? Nada. Su horario de trabajo desde el día de las elecciones ha estado ausente de actividades productivas, ligadas o desligadas a la COVID-19. Foto: EFE.
Se define la dolencia de síndrome de niño emperador como "niños que no saben soportar un no, ni saben dónde están sus límites. Tampoco temen el castigo y ninguna amenaza disciplinaria afecta a su comportamiento.
Poseen, además, un egocentrismo muy marcado y han aprendido que con amenazas y violencia consiguen lo que quieren. No tienen, pues, ninguna tolerancia a la frustración y son incapaces de postergar ninguno de sus deseos".
El problema yace cuando ese niño es el presidente de Estados Unidos y cuando un porcentaje importante de la población apoya ciegamente ese comportamiento. Parte primordial de la incógnita cohabita en la definición de democracia del país que se jacta como la cuna de la democracia.
La integración política de la unión permite que el poder legislativo, en su última instancia, majaderamente sea guiado por una burocracia administrativa, el Senado.
Vemos así, por ejemplo, que el estado más poblado, California con 40 millones de habitantes, cuenta con dos senadores, igual al estado menos poblado, Wyoming, con 580,000 habitantes. Entonces, no existe la representación equitativa.
Las elecciones presidenciales son decididas por el "Colegio Electoral", creando una elección indirecta para presidente y vicepresidente.
El candidato que recibe la mayoría de los votos del estado, gana todos los votos emitidos por los electores de ese estado y las campañas presidenciales estadounidenses se concentran en ganar el voto popular en una combinación de estados que sumen una mayoría de los electores (270) en lugar de hacer campaña para ganar el mayor número de votos a nivel nacional.
De esta forma un voto de un ciudadano de Nueva York tiene menor valía que el voto de un ciudadano de Nebraska. ¡Absurdo!
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Indistintamente, el resultado de las elecciones presidenciales de la semana pasada arrojó una mayoría de los electores (más de 270) y una mayoría del voto popular, que sobrepasa los 5 millones de votos, a favor del candidato Joe Biden.
Anterior a las elecciones, el presidente Donald Trump, vaticinó que no aceptaría los resultados si no le favorecían, una gran bofetada al electorado.
La mayoría de los votantes, por la crisis de la pandemia, votó por correo. Esos votos se contaron posterior al voto en las urnas y su mayoría favorecían al candidato Biden. En un discurso la noche de las elecciones, el candidato Trump se autodenominó el triunfador. A medida que se fueron contando los votos, la realidad fue lo opuesto.
Entonces, el presidente Trump alegó fraude interponiendo una serie de demandas en estados que no le favorecieron. El fraude electoral en Estados Unidos es prácticamente imposible por lo que las demandas no prosperarán.
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Peor aún, una de las razones de mayor peso para la elección de Biden fue el pésimo manejo de la pandemia de la COVID-19. En su segunda oleada, ya supera los 10 millones y medio de casos y 245,000 víctimas en Estados Unidos, la mayor incidencia en el mundo.
¿Y qué hace el presidente Trump al respecto? Nada. La ausencia de acción demuestra su total desprecio por el pueblo de Estados Unidos. Su horario de trabajo desde el día de las elecciones ha estado ausente de actividades productivas, ligadas o desligadas a la COVID-19.
El niño emperador, siquiera ha aceptado su derrota, mucho menos permitir la transición que por lo menos desdoble el plan de Biden para lidiar con la pandemia al momento que los casos diarios sobrepasan 140,000 y los hospitales, a nivel nacional, están al borde de su capacidad. ¡Tremenda irresponsabilidad!
Líder empresarial.
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