Panamá
Un Panamá que sufre
- Silvio Guerra Morales.
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En consecuencia, todo el escenario de incertidumbres que se vive, actualmente, en el país, arranca por hacer lectura de insatisfacciones sociales que han venido a agravarse durante estos dos años de pandemia: alto costo de la vida, inflación, despilfarro de los dineros del erario publico, inseguridad ciudadana, inestabilidad social sembrada por el incremento de los índices de pobreza y desempleo, etc.

El país atraviesa por momentos muy preocupantes. En diferentes puntos de nuestra geografía: David, Chitré, La Villa de Los Santos, Las Tablas, Santiago, Ciudad de Panamá, y tantos otros, el pueblo ha salido a manifestarse y a protestar por lo que yo, personalmente, he calificado como la "Por una Defensa del Bienestar Social". Bienestar social que solo podrá existir cuando Se den muestras plenas del genuino respeto al derecho de los particulares a tener un mejor nivel de vida y lo cual se refleja, sin duda alguna, en temas tales como: derecho a viviendas dignas; derechos a los servicios públicos vitales: agua, luz, comunicaciones, recolección de la basura, etc.; derecho a una educación óptima, eficiente y eficaz; el derecho de libre acceso ciudadano a la administración de justicia; el derecho a que los ciudadanos les sean respetados sus derechos fundamentales, sus libertades ciudadanas, los derechos cívicos; el derecho a exigir el respeto pleno al sagrado a la dignidad humana; el derecho a que la integridad física y psíquica de los ciudadanos se respete y sea intocable, imperturbable por las autoridades o por los particulares; en fin.
En consecuencia, todo el escenario de incertidumbres que se vive, actualmente, en el país, arranca por hacer lectura de insatisfacciones sociales que han venido a agravarse durante estos dos años de pandemia: alto costo de la vida, inflación, despilfarro de los dineros del erario publico, inseguridad ciudadana, inestabilidad social sembrada por el incremento de los índices de pobreza y desempleo, etc.
Pandemia que, dicho sea de paso, ha sido harto cuestionada su existencia real, cosa que han hecho connotados médicos y científicos alrededor del mundo; ha sido , sentada en el banquillo de los acusados recibiendo sentencias de censuras y de condena por las cortes judiciales y constitucionales de otras latitudes, menos por la panameña; por ilustres y serios hombres de negocios y enérgicos políticos, verdaderos demócratas, quienes han señalado que, lejos de hablar de una pandemia, lo que correspondería sería hablar más bien de las imposiciones que el nuevo orden económico internacional instaura en las naciones alrededor del mundo: agenda que se denomina 20/30 y que contiene puntos temáticos claves a instaurara, tales como: aborto, eutanasia, liviandad moral, aceptación universal de la homosexualidad, matrimonios entre homosexuales, adopción por parejas homosexuales, ataque a la naturaleza humana y a la misma naturaleza como tal; ataque a la alimentación que provee la naturaleza calificándola como algo pecaminoso y contaminante; ataque al clima y en sí, ataque a todo lo que Dios ha creado y que El advirtió que ha sido bueno.
La crisis de nuestros pueblos, que transita casi ya por una lectura de hambre y de privaciones muchas, es confrontada por el pueblo frente a la excusa gubernamental de carencia supuesta de recursos económicos y ante lo cual se piensa, con sobradas razones que todo es un engaño, una vil mentira, pues se advierten gastos suntuosos, abultamiento desorbitado de la planilla estatal, nombramientos ficticios e irreales y, cuando no, personas que nunca laboran o trabajan pero que succionan los recurso del Estado; sumadas a esa incredulidad ciudadana ante la respuesta gubernamental de que no hay recursos, pululan los grandes escándalos de corrupción que reflejan la fuga de cuantiosas sumas de dinero, en millones de dólares, y ante lo cual el pueblo termina preguntándose: ¿Cómo que no hay dinero para la educación, cómo es que no hay dinero para crear plazas de trabajo y sí hay dinero para robar, para dilapidar, para regalar?. Entonces el pueblo panameño siente que no es tomado en cuenta por el gobierno.
El gobierno hace gala de discursos en lo que resalta la nota de progreso y desarrollo económico y social, pero estos discursos se estrellan en el enorme muro de la realidad, y cuando ese mismo muro le grita a las palabras finas y rebuscadas de las autoridades que es mentira que haya tal progreso y desarrollo, dado que el pueblo advierte que en los anaqueles de las tiendas, de las abarroterías, de los supermercados, que lo que perciben en ingresos económicos ya no les alcanza ni siquiera para comer, que ya no les alcanza para comprar el tanque de gas y menos para pagar los elevados costos plasmados en las facturas de electricidad y en las telefónicas.
Aunado a ello, se suma el gran agravio causado con el elevado precio de la gasolina y ante lo cual un ministro dijo que no podía pensarse en congelar el precio de la gasolina porque no son todos los que tienen el problema del alto costo, como si el precio de la gasolina fuese una cuestión de lujo y no una cuestión de necesidad y las carencias se reflejan en el movimiento del sector agrícola, en el movimiento pecuario, en las actividades marítimas de pesca, en el turismo interno e, inclusive, en el turismo de extranjeros en nuestro país. Esto genera toda una cadena engarzada en problemas de todos y para todos.
Mi humilde consejo a las autoridades gubernamentales: Cuando un pueblo, así sea menos de la tercera parte de la población electoral que lo haya elegido, pone a un gobierno a administrar la cosa publica, es para que lo haga con eficiencia y alto sentido de responsabilidad, y no para que descuide sus necesidades básicas o fundamentales. Es hora de dar respuesta concreta a los clamores de nuestra gente. Mañana podría ser tarde o traernos, ese mañana, luto y mucho dolor. Por el bien de Panamá, de todos: Dios bendiga a la Patria!
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