Panamá
¿Y ESOS VACÍOS QUE DEJAMOS?
El pecado de omisión no suele ser tomado en cuanta, aceptado y menos confesado. Uno simplemente se concentra en no hacer el mal, en mantener una vida decente, sin crear problemas, en caminar por la vida sin cometer delitos, cumplir con las leyes. Y con eso ya uno cree que cumplió.
- Rómulo Emiliani
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- - Actualizado: 12/3/2022 - 12:01 am
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Cuando entramos en un nivel más profundo de conciencia y vemos para atrás, nos damos cuenta de los vacíos que dejamos en nuestra vida; de esos momentos necesarios para la vida de otros y la de uno y que han quedado allí sin realizarse, como un monumento de la omisión premeditada, de la dejadez consumada, del descuido y la insensibilidad a veces más descarada. Cosas que no hicimos bien o que dejamos de hacer. Y siempre queda un daño, algunas veces como la radiación de una bomba nuclear estallada en medio de una población. Es lo que llamamos el pecado de omisión, que consiste en no hacer las cosas buenas que tendríamos que haber hecho y en el momento que había que hacerlas. Pudo haber sido por cobardía, por comodidad, por no tener que sacrificar algo, por salir del paso y evitar el compromiso. Sea lo que sea queda allí un vacío que nadie podrá llenar. Siempre queda la manera de enterrar la poca conciencia del mal realizado con justificaciones muchas veces infantiles pero creíbles para no culpabilizarnos.
El pecado de omisión no suele ser tomado en cuanta, aceptado y menos confesado. Uno simplemente se concentra en no hacer el mal, en mantener una vida decente, sin crear problemas, en caminar por la vida sin cometer delitos, cumplir con las leyes. Y con eso ya uno cree que cumplió. Y entonces decimos que somos buenos cristianos porque no robamos, no matamos y rezamos. Pero toda persona decente en cualquier parte del mundo no roba ni mata. Y no por eso son cristianas. Cristiano es la persona que sigue a Cristo, lo imita y viviendo el misterio de la Iglesia construye el Reino de Dios en la tierra. Y por eso busca siempre hacer el bien. Al amar al próximo como así mismo, está pendiente de las necesidades del prójimo.
Y cuando uno está en Cristo aparece la sana angustia, la inquietud de estar buscando siempre hacer el bien, promoviendo un mundo solidario, respetuoso de la vida, practicando la justicia, trabajando por el bien común y buscando la paz. Y es entonces cuando el pecado de omisión va desapareciendo y la persona se siente útil, le encuentra más sentido a la vida, y va transformando a la sociedad. Estar siempre activo, y de acuerdo a las posibilidades de cada uno, seguir construyendo un mundo mejor, hace que la persona se sienta realizada. Sus actos quedan escritos en el Libro de la Vida y va dejando una huella imborrable y positiva de su paso por la tierra. Evitemos cometer el pecado de omisión.
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