Panamá
¿Y mañana qué?
- Monseñor Rómulo Emiliani
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Y es el lugar en el tiempo que menos apreciamos, que usamos mal, que no aprovechamos. Y es el único momento que existe, el ahora. Y es el que decide el futuro.

¿Y mañana qué? ¿Pero es que acaso existe del mañana? ¿Quién puede asegurar que mañana estará vivo? ¿O dentro de una hora? El futuro es tan incierto qué aunque vayas acompañado de tres ambulancias, diez médicos y ocho guardaespaldas, una simple arteria que se tapone o se rompa de las que van al cerebro o al corazón, o una mala caída, una bala perdida, o que se caiga el avión dónde vas, o se accidente el carro donde viajas y te morirás igual. Claro, mientras más precauciones tomes mejor, pero aun así nadie tiene asegurado, no hay compañía de seguros en el mundo, que te garantice que vivirás un día o una hora más. Al final de cuentas estamos en las manos de Dios. Él es el dueño de todo. Realmente lo único seguro, lo que podemos tocar y manejar, es el presente, es el ahora. De él depende el futuro.
Y es el lugar en el tiempo que menos apreciamos, que usamos mal, que no aprovechamos. Y es el único momento que existe, el ahora. Y es el que decide el futuro.
Pero nuestra mente está apresada, secuestrada entre un pasado, muchas veces torturador, y un futuro amenazador. Estamos entre dos momentos o lugares mentales que no existen, que nos agobian, nos maltratan, nos abofetean continuamente y no nos dejan ser. No nos dejan vivir el momento actual, lo que decide todo, lo que nos oxigena, alimenta, vitaliza, energiza, humaniza, diviniza. El futuro con sus miedos, planes, sueños, preocupaciones, nos tiene hipnotizados, atontados. Las preocupaciones y miedos nos alejan de la realidad, nos hacen estar apresados en una casa de terror, donde aparecen fantasmas de toda clase. Y vivimos asustados, amedrentados, aterrados, despreciando lo único real, el ahora con todo lo que tiene. Y el pasado nos tortura, con todo aquello que no hicimos bien, provocando frustración, dolor, acusaciones internas sin fin, reprochándonos lo que estuvo mal, o lo que dejamos de hacer de bueno. Y el presente, el ahora se nos escapa. Y se nos va la vida en eso. Se nos escapan momentos preciosos, manantiales de agua pura que no hemos bebido estando sedientos de amor, de paz, de alegría, de esperanza, de perdón, y que se han ido al mar de las pérdidas. Cuántos momentos buenos se han ido sin ser aprovechados, y que han quedado enterrados en el cementerio de los desprecios, de lo que no ha sido porque no estuvimos presentes en el momento que se dieron. No los aprovechamos. Y nunca volverán. Vivamos el presente, el ahora, con todo lo que significa. Que en el presente está Dios, el amor, la felicidad, dándole al pasado y al futuro sólo el valor que tienen.
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