Este año se ha triplicado el número de niños, niñas y adolescentes no acompañados y separados, pues hasta el 22 de septiembre se contabilizaban 618 frente a los 205 de todo el año anterior.
Niños migrantes descansan, en una estación de recepción migratoria en San Vicente, frontera panameña con Colombia.
Bajo Chiquito es el primer pueblo panameño al que arriban los migrantes irregulares tras atravesar el Tapón del Darién, la peligrosa frontera que divide a Panamá y Colombia.
La selva del Darién es considerada una de las rutas migratorias más peligrosas del mundo, tanto por su propio entorno salvaje como por la presencia de grupos armados y del crimen organizado que la ha utilizado durante décadas para el tráfico ilegal de drogas, armas y personas.
Niños venezolanos juegan mientras esperan para ser registrados por migración, en el pueblo de Bajo Chiquito, frontera panameña con Colombia.
Kaoly Becerra, migrante venezolana de 40 años, abraza a su hija Ambar Castillo, de 8 años, en el pueblo de Bajo Chiquito (Panamá).
Dairana Moreno, migrante venezolana de 30 años, carga a su hija Salma Bracho (i) y otra menor, en el pueblo de Bajo Chiquito (Panamá).
Icaadur Tapia, un niño migrante ecuatoriano de 7 años, en el pueblo de Bajo Chiquito (Panamá).Migrantes hacen fila para ser enviados a una estación de recepción migratoria (ERM) de San Vicente en Metetí, en el pueblo de Bajo Chiquito (Panamá).
Dairana Moreno, migrante venezolana de 30 años, carga a su hija Salma Bracho, en el pueblo de Bajo Chiquito (Panamá).