Cuestionan influencia de dirigentes en la Asamblea Nacional
Al límite de la ética parlamentaria se da relación histórica entre dirigentes transportistas y diputados.
Las declaraciones públicas que dio ayer el diputado Diógenes Vergara, presidente de la Comisión de Transporte y dirigente transportista, ponen en la palestra el debate sobre la delgada línea entre legislar y aferrarse a sus intereses particulares.
El diputado, que profirió comentarios públicos sobre la posibilidad de un paro de cuatro prestatarias de transporte, fue cuestionado ayer por Esperanza Mena, de la Fundación para la Protección de los Usuarios de Transporte.
Mena dijo que la relación histórica que suelen tener algunos de los diputados de la Comisión de Transporte con gremios de transportista menoscaba las solicitudes de los usuarios del transporte público de pasajeros.
“Nosotros debemos hacer esfuerzos extras, porque hay muchos conflictos políticos”, explicó la dirigente de los usuarios de transporte.
De acuerdo con Mena, el diputado, como presidente de la comisión, debe dar voz a los más afectados, que son los usuarios, y si hay conflictos debe aplicar las técnicas de mediación y conciliación.
A pesar de que el diputado en sus declaraciones pidió al presidente de la República que se reúna con los dirigentes transportistas para evitar el paro, aseguró que no estaba dando una amenaza, y su conducta, que según Mena favorece a la dirigencia transportista y no a los usuarios, deja dudas sobre el cumplimiento ético al que deben acoplarse los diputados.
Dentro del Reglamento Interno de la Asamblea Nacional, en su artículo 50, se establece como potestad de la Comisión de Credenciales y Ética Parlamentaria el velar por la ética de los diputados. Las normativas éticas a las que deben apegarse los diputados se describen en la Ley 33 del 27 de octubre de 2005.
En el capítulo cuarto se menciona entre las incompatibilidades de las funciones de un diputado el valerse del cargo que ostenta para la realización de sus gestiones personales o privadas. Además, considera como una falta la “inobservancia” de los valores éticos.