De timoratas nada. Tienen a Las Vegas en los bolsillos
- Yessika Valdés
Romper esquemas es algo que no vetan ni las protagonistas ni los personajes de “Sor Sensacionales”. Para bien.
Así es, como lo demuestran en este musical donde suben su puntaje ante los ojos de Dios, porque, al igual que las polifacéticas artistas en la vida real –ya que es un montaje a beneficio de la Fundación Pro Niños de Darién-, en esta producción de Black & White Entertainment, la Rev. Madre Superiora y las monjitas (Sor Ana Roberta, Sor Amnesia, Sor Humberta y Sor María Cleo) hacen lo que haya que hacer para recaudar fondos para su convento.
Alguien, un feligrés de Hoboken, cuyas intenciones parecen buenas (pues, no hay que fiarse de las apariencias, “ojos vemos, corazones no”), les hace una oferta tentadora: diez mil dólares si se presentan en la Claro Room Lounge de Mystique Motor Lodge en Las Vegas, Nevada, propiedad de un amigo suyo.
¿Cómo decirle no?, si están llegando casi al cielo las tarifas de la luz, agua, teléfono y otros servicios. Y las cuentas no se pagan con cascaritas de huevo ni con estampitas, tampoco con “muchas gracias” ni oraciones, así sean millones de Padrenuestro o Avemaría. Ningún acreedor acepta excusas, pretextos, no les gusta postergar la cobranza y menos que se hagan los de la vista gorda o los “avivatos”, así vistan hábitos.
Si estoy equivocada y por ende las monjitas, que lo refuten el chinito de la esquina y/o los proveedores de esos servicios, cuyos costos están inalcanzables aquí y en Las Vegas.
Todo sea por una buena obra, era la frase que martillaba en la mente de la Reverenda Madre Superiora mientras cumplían con su parte, presentar el “show” en Las Vegas, a espaldas del Vaticano, no vaya a ser que las excomulgue el Papa.
Como hay veces que, sí, “el fin justifica los medios”, entonces a esmerarse para que la calidad del espectáculo no tenga nada qué pedir, santiguarse, pedir perdón y bailar, cantar y actuar, porque 10 mil dólares son 10 mil dólares, así sea que el rostro que venga estampado en ellos sea el de George Washington, Thomas Jefferson, Abraham Lincoln, Alexander Hamilton, Andrew Jackson, Ulysses S. Grant o Benjamín Franklin.
Después de esta divertida aventura y experiencia que mantenía a la Madre Superiora “bajando y subiendo santos”, ¿quién se atreverá a negar que “por la plata baila el mono”?
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