Fin de Año a la "Oranje"
Publicado 2006/01/04 00:00:00
- Daschenka Chong
Toda la reputación de distantes y fríos atribuida a los europeos, se va por el traste la noche del 31 de diciembre.
La Haya, Holanda. Así como los carnavales son un período de "liberación" para muchos panameños, asimismo es el fin de ano para los holandeses. Hay gente por doquier saludando, bebiendo, dando y recibiendo parabienes. La forma de celebrar depende del gusto de cada quien, pero siempre tienen algo en común, alegría, fiesta y fuegos artificiales.
En las postrimerías del 2005, había negocios de artículos pirotécnicos por todos lados, y es que había que abastecer a los 16 millones de holandeses que tradicionalmente le dicen adiós al año entre luces y sonidos estridentes.
El año pasado la población gastó unos 50 millones de euros en juegos pirotécnicos, que a la tasa de cambio actual, son unos 56 millones 860 mil dólares. Entre el bullicio y la alegría, también hubo tiempo para hablar con los seres queridos.
Uno de las mayores proveedores de telefonía celular en el país, reportó que a las 12 medianoche fueron enviados unos 7 millones de mensajes de texto y se realizaron 3.2 millones de llamadas telefónicas.
Cuando en Panamá se ponían las últimas bombitas al muñeco de año viejo que se quemaría a la medianoche, en el Reino de los Países Bajos, otros amontonaban sus arbolitos para incinerarlos en una pira.
Usualmente había lugares destinados para tal fin en vecindarios y otros sitios abiertos, pero este año por la prohibición de las autoridades, hubo focos de rebeldía por doquier y las pequeñas fogatas tuvieron que ser sofocadas una y otra vez por miembros de la policía armados con extintores. Sólo en La Haya hubo 220.
Con todo lo diferente y divertido que resultó mi final del año, debo reconocer además de la familia, extrañe la comida.
Bendije con el pensamiento al jamón con piñas glaseadas, los tamales, el jugoso pavo y "gravy" de mi abuela y al arroz con pasitas, dondequiera que estuvieran.
No es que acá no hubiera alimentos, no, todo lo contrario. Simplemente no fue lo mismo.
Como se ha comido tanto en los días anteriores no hay algo así como una cena de fin de año. Lo que se suele servir en la víspera son dips de diferentes clases en panes y galletas saladas, carnes frías, quesos y ensaladas.
Acá la tradición casi obliga a los ciudadanos a comer "oliebollen" y "appelbeignets". El primero es un buñuelo frito de harina y pasitas al que se espolvorea azúcar en polvo. Hasta organizan un concurso nacional para elegir qué panadero hace los mejores, dónde la gente hace largas filas para comprarlos.
Por su parte, los "appelbeignets" son una especie de pasteles de manzana redondos y fritos cubiertos de azúcar y canela en polvo.
Además de comer rico, los holandeses saben también como culminar la celebración. En La Haya, los "hagenaars" o "hagenezen" como se llama a los residentes de esa ciudad, llegan por miles a la playa Scheveningen, donde al mediodía se dan un helado chapuzón.
Muchos visten creativos y locos disfraces. Al salir del agua beben una tradicional sopa de guisantes para entrar en calor, que una marca patrocinadora les brinda cada año. En esta ocasión hubo 9 mil bañistas.
Hoy ya reina la normalidad en Holanda. Todo es silencioso y las calles pronto recuperarán su pulcritud habitual, para cubrirse luego con el manto blanco de la nieve invernal. Creo que enero también será algo diferente a mi soleado y ventoso verano panameño.
El panadero Richard Visser, de Rotterdam, se adjudicó el título de Rey del Oliebol 2005.
La Haya es la ciudad donde residen los Reyes, el Gobierno, el Parlamento de Holanda, las embajadas y también es sede de la Corte Internacional de Justicia. Su nombre aparece 1242 y significa Recinto del Conde.
Sumido en estas reflexiones, casi irreverentes inició la Salve, a la que siguieron tres Padrenuestros; mas retornando a la realidad, hizo una pausa antes de decir la frase de rigor:
-Los misterios que vamos a contemplar hoy son..
Hasta allí logró llegar el bueno del Padre Ignacio. Al decir la palabra misterios, se oyó un ruido extraño en el féretro y los circundantes atónitos y paralizados por el asombro, vieron a doña Jacinta incorporarse lentamente, hasta quedar sentada.
-¿De qué misterios hablan que yo no me he enterado? -gritó con voz estentórea.
Lo que luego sucedió, los comentarios que se suscitaron y la magnitud que adquirió el "milagro", han ido pasando de generación en generación.
Pero como doña Jacinta, después de la frase antes dicha perdió por completo el habla, y como tampoco pudo escribir porque sus manos estaban paralizadas, nadie pudo saber con certeza qué fue lo que le sucedió durante el tiempo que estuvo muerta.
Sin embargo, mi abuela me juró que su abuela le había jurado que don Antonio le había jurado a él, cansado de oír versión tras versión del célebre milagro de la resurrección de doña Jacinta, se puso al habla con el espíritu de don Cándido.
Parece ser -según aseguraba don Antonio- que don Cándido había regresado "allá", hacía unos doscientos años.
Pero ambos habían establecido, por intermedio de una mesa construida de un solo tronco sacado de un árbol cuyo nombre no divulgaba, una gran amistad.
Don Cándido era -y es, si no anda por aquí- uno de esos espíritus que tiene el limbo en reserva para cualquier caso de emergencia. Emigran del limbo cuando es necesario, viven "en el limbo"en la tierra y regresan luego al limbo. Hay muchos de ellos deambulando por el mundo.
El asunto fue, según don Cándido le dijo a don Antonio, que doña Jacinta se murió esa vez de verdad. Pasó por todos los enojos trámites de aduana sin ningún problema y llegó, como llegan todos los que emprenden ese viaje, al paralelo 101 que marca la frontera. Le indicaron que debía tomar un expreso descendente y doña Jacinta comenzó a bajar y bajar, hasta el fondo.
Allí, en el departamento de clasificaciones le dieron su ficha y sus papeles para que, debidamente documentada, ingresara en el 4300.
Como todo sucedió muy rápidamente, doña Jacinta no tuvo tiempo de replicar. Por lo demás estaba segura que no habría necesidad de protestar, pues le asignarían un lugar de acuerdo con sus méritos.
Y, así era en efecto. Se intranquilizó un tanto al pasar por los pasillos. Había atisbado un poco por entre las puertas entreabiertas y había contemplado algunas escenas poco halagadoras. También había sentido ciertos olores nauseabundos que le habían hecho palidecer. El 4300, se encontraba repleto de gente. Parecía un sitio agradable. Sin duda era por eso tan popular.
Allí la muchedumbre que lo llenaba en su totalidad estaba de pie, o sentada en sillas o en el suelo. Todos estaban tan atentos, que no lograban distraerlos los ayudantes del Director del 4300 que circulaban por todos lados, acercándose a algunos de los presentes para suministrarles, sin duda alguna, ricos manjares.
A doña Jacinta la impresionó profundamente el completo silencio que reinaba. Era un silencio tan silencioso, que al cabo de unos instantes no pudo contener más su curiosidad y, agarrando por la cola a unos ayudantes, lo detuvo con su proverbial gesto autoritario.
Si quiere saber cómo doña Jacinta se convirtió en el dilema del Gran Diablo y cómo perdió el habla lea mañana el desenlace de este divertido cuento, en Estilo de Vida.
En las postrimerías del 2005, había negocios de artículos pirotécnicos por todos lados, y es que había que abastecer a los 16 millones de holandeses que tradicionalmente le dicen adiós al año entre luces y sonidos estridentes.
El año pasado la población gastó unos 50 millones de euros en juegos pirotécnicos, que a la tasa de cambio actual, son unos 56 millones 860 mil dólares. Entre el bullicio y la alegría, también hubo tiempo para hablar con los seres queridos.
Uno de las mayores proveedores de telefonía celular en el país, reportó que a las 12 medianoche fueron enviados unos 7 millones de mensajes de texto y se realizaron 3.2 millones de llamadas telefónicas.
Cuando en Panamá se ponían las últimas bombitas al muñeco de año viejo que se quemaría a la medianoche, en el Reino de los Países Bajos, otros amontonaban sus arbolitos para incinerarlos en una pira.
Usualmente había lugares destinados para tal fin en vecindarios y otros sitios abiertos, pero este año por la prohibición de las autoridades, hubo focos de rebeldía por doquier y las pequeñas fogatas tuvieron que ser sofocadas una y otra vez por miembros de la policía armados con extintores. Sólo en La Haya hubo 220.
Con todo lo diferente y divertido que resultó mi final del año, debo reconocer además de la familia, extrañe la comida.
Bendije con el pensamiento al jamón con piñas glaseadas, los tamales, el jugoso pavo y "gravy" de mi abuela y al arroz con pasitas, dondequiera que estuvieran.
No es que acá no hubiera alimentos, no, todo lo contrario. Simplemente no fue lo mismo.
Como se ha comido tanto en los días anteriores no hay algo así como una cena de fin de año. Lo que se suele servir en la víspera son dips de diferentes clases en panes y galletas saladas, carnes frías, quesos y ensaladas.
Acá la tradición casi obliga a los ciudadanos a comer "oliebollen" y "appelbeignets". El primero es un buñuelo frito de harina y pasitas al que se espolvorea azúcar en polvo. Hasta organizan un concurso nacional para elegir qué panadero hace los mejores, dónde la gente hace largas filas para comprarlos.
Por su parte, los "appelbeignets" son una especie de pasteles de manzana redondos y fritos cubiertos de azúcar y canela en polvo.
Además de comer rico, los holandeses saben también como culminar la celebración. En La Haya, los "hagenaars" o "hagenezen" como se llama a los residentes de esa ciudad, llegan por miles a la playa Scheveningen, donde al mediodía se dan un helado chapuzón.
Muchos visten creativos y locos disfraces. Al salir del agua beben una tradicional sopa de guisantes para entrar en calor, que una marca patrocinadora les brinda cada año. En esta ocasión hubo 9 mil bañistas.
Hoy ya reina la normalidad en Holanda. Todo es silencioso y las calles pronto recuperarán su pulcritud habitual, para cubrirse luego con el manto blanco de la nieve invernal. Creo que enero también será algo diferente a mi soleado y ventoso verano panameño.
El panadero Richard Visser, de Rotterdam, se adjudicó el título de Rey del Oliebol 2005.
La Haya es la ciudad donde residen los Reyes, el Gobierno, el Parlamento de Holanda, las embajadas y también es sede de la Corte Internacional de Justicia. Su nombre aparece 1242 y significa Recinto del Conde.
Sumido en estas reflexiones, casi irreverentes inició la Salve, a la que siguieron tres Padrenuestros; mas retornando a la realidad, hizo una pausa antes de decir la frase de rigor:
-Los misterios que vamos a contemplar hoy son..
Hasta allí logró llegar el bueno del Padre Ignacio. Al decir la palabra misterios, se oyó un ruido extraño en el féretro y los circundantes atónitos y paralizados por el asombro, vieron a doña Jacinta incorporarse lentamente, hasta quedar sentada.
-¿De qué misterios hablan que yo no me he enterado? -gritó con voz estentórea.
Lo que luego sucedió, los comentarios que se suscitaron y la magnitud que adquirió el "milagro", han ido pasando de generación en generación.
Pero como doña Jacinta, después de la frase antes dicha perdió por completo el habla, y como tampoco pudo escribir porque sus manos estaban paralizadas, nadie pudo saber con certeza qué fue lo que le sucedió durante el tiempo que estuvo muerta.
Sin embargo, mi abuela me juró que su abuela le había jurado que don Antonio le había jurado a él, cansado de oír versión tras versión del célebre milagro de la resurrección de doña Jacinta, se puso al habla con el espíritu de don Cándido.
Parece ser -según aseguraba don Antonio- que don Cándido había regresado "allá", hacía unos doscientos años.
Pero ambos habían establecido, por intermedio de una mesa construida de un solo tronco sacado de un árbol cuyo nombre no divulgaba, una gran amistad.
Don Cándido era -y es, si no anda por aquí- uno de esos espíritus que tiene el limbo en reserva para cualquier caso de emergencia. Emigran del limbo cuando es necesario, viven "en el limbo"en la tierra y regresan luego al limbo. Hay muchos de ellos deambulando por el mundo.
El asunto fue, según don Cándido le dijo a don Antonio, que doña Jacinta se murió esa vez de verdad. Pasó por todos los enojos trámites de aduana sin ningún problema y llegó, como llegan todos los que emprenden ese viaje, al paralelo 101 que marca la frontera. Le indicaron que debía tomar un expreso descendente y doña Jacinta comenzó a bajar y bajar, hasta el fondo.
Allí, en el departamento de clasificaciones le dieron su ficha y sus papeles para que, debidamente documentada, ingresara en el 4300.
Como todo sucedió muy rápidamente, doña Jacinta no tuvo tiempo de replicar. Por lo demás estaba segura que no habría necesidad de protestar, pues le asignarían un lugar de acuerdo con sus méritos.
Y, así era en efecto. Se intranquilizó un tanto al pasar por los pasillos. Había atisbado un poco por entre las puertas entreabiertas y había contemplado algunas escenas poco halagadoras. También había sentido ciertos olores nauseabundos que le habían hecho palidecer. El 4300, se encontraba repleto de gente. Parecía un sitio agradable. Sin duda era por eso tan popular.
Allí la muchedumbre que lo llenaba en su totalidad estaba de pie, o sentada en sillas o en el suelo. Todos estaban tan atentos, que no lograban distraerlos los ayudantes del Director del 4300 que circulaban por todos lados, acercándose a algunos de los presentes para suministrarles, sin duda alguna, ricos manjares.
A doña Jacinta la impresionó profundamente el completo silencio que reinaba. Era un silencio tan silencioso, que al cabo de unos instantes no pudo contener más su curiosidad y, agarrando por la cola a unos ayudantes, lo detuvo con su proverbial gesto autoritario.
Si quiere saber cómo doña Jacinta se convirtió en el dilema del Gran Diablo y cómo perdió el habla lea mañana el desenlace de este divertido cuento, en Estilo de Vida.
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