La sed de democracia en el Africa
Publicado 2000/12/16 00:00:00
- Por José Morales Vásquez
Naciones Unidas (CNUP)
Mi gente tiene un dicho: no basta una cabeza para decidir.
Lo recuerdo con frecuencia cuando escucho que la gente dice que la democracia es ajena al Africa, o que los africanos "no están listos" para la democracia.
En realidad, las comunidades africanas, desde la aldea para arriba, tradicionalmente han decidido su destino mediante la discusión libre, balanceando cuidadosamente distintos puntos de vista hasta llegar al consenso. Por eso, los africanos tienen mucho que aprender de sus propias tradiciones y algo que enseñarles a los demás en cuanto al verdadero sentido y espíritu de la democracia.
Tenemos que entender que la democracia significa mucho más que el apoyo de la mayoría para determinado candidato o partido.
Por supuesto que ni siquiera esto es siempre fácil, como recientemente nos lo ha mostrado una de las democracias más afortunadas del mundo. Pero las actuales dificultades de los Estados Unidos no deben crear dudas sobre el valor de la democracia misma. Por el contrario, nos hacen acordar que las elecciones se realizan dentro de un contexto más amplio de cultura e instituciones democráticas. La democracia depende del imperio de la ley, porque sin respetar la ley no es posible llevar a cabo unas elecciones, organizarlas con justicia o resolver controversias que resulten del proceso electoral.
Es cierto que la democracia implica el gobierno de la mayoría; pero esto no significa que las minorías carezcan del derecho a opinar cuando se toman decisiones. Nunca deben silenciarse los puntos de vista de la minoría. Por el contrario, la minoría debe tener libertad para exponer sus opiniones, de tal manera que el pueblo escuche las opiniones divergentes antes de decidir quién tiene la razón.
Para que una elección sea verdaderamente justa, los distintos partidos y candidatos deben tener igualdad de acceso a los medios. Ni el poder del Estado ni el poder del dinero deben determinar que a un partido se le escuche y al otro se le niegue este derecho.
Los medios deben empeñarse en encontrar la verdad para beneficio del público y deben tener libertad para hacerla conocer de la manera que la entienden.
A menudo, principalmente en casos de conflicto, esto exige que los periodistas se expongan a riesgos. Muchos han perdido sus vidas en la búsqueda de la verdad y tenemos una deuda con ellos. Además, por nuestro propio bien debemos proporcionarles mayor protección, ya que lo que ellos defienden es nuestra libertad y nuestros intereses.
En las democracias maduras, los partidos se alternan entre el poder y la oposición; a medida que fluctúan las opiniones y las minorías se convierten en mayorías. Pero no todas las sociedades funcionan de esa manera. No todas las minorías están integradas simplemente por personas cuyas opiniones están fuera de moda. Muchas son minorías estructurales: personas que de alguna manera forman un grupo aparte definido por raza, color, cultura o credo.
Si se forman partidos sobre la base de esas identidades de grupo, una elección en la que el vencedor se quede con todo no les ofrece ninguna seguridad a las minorías. La minoría que tenga el poder no tendrá riesgo de perderlo y la minoría huérfana de poder no tendrá esperanza de conquistarlo. La democracia puede funcionar solamente si todos los grupos de una sociedad sienten que le pertenecen y que ellas les pertenece. Esto implica con frecuencia, la garantía de que las minorías tengan una participación permanente en el poder.
En algunos lugares, se logra esto mediante la descentralización, de manera que las minorías nacionales tengan acceso al poder local en aquellas regiones en las que constituyen la mayoría local. En otros, se realiza esto mediante disposiciones que les garanticen a las minorías una representación a nivel nacional en la rama legislativa o en la ejecutiva o en ambas. Lo importante no es el mecanismo que se utilice sino su resultado.
Estos principios son fáciles de enunciar pero difíciles de practicar, principalmente en un país que acaba de salir de un conflicto, o en un país cuya población está desesperada a causa del hambre o la pobreza. En tales condiciones, la gente se deja manipular fácilmente por los que quieren tomarse el poder argumentando que los derechos constitucionales son un lujo que no pude darse un país pobre.
¡Cuántas veces hemos escuchado esos argumentos! Que "la democracia comienza con el desayuno" o que "un estómago con hambre no tiene oídos". Pero una y otra vez hemos aprendido, especialmente en el Africa, que el estómago de los pobres no se llena con gobernantes que se niegan a someterse al juicio popular.
Hemos aprendido que la democracia comienza con el desayuno; que el poder tiene que compartirse en el hogar entre el hombre y la mujer y así sucesivamente hasta los más altos escalones del Estado y del sistema internacional.
La opresión no es una alternativa para la pobreza ni el desarrollo es una alternativa para la libertad. La pobreza y la opresión van de la mano mientras que el verdadero desarrollo significa redimirse de ambas.
Mi generación de africanos ha aprendido, a las malas, que ningún Estado puede llamarse democrático si no ofrece a sus habitantes la manera de escaparse de la pobreza; y que ningún país puede desarrollarse verdaderamente mientras a sus pobladores se les excluya del poder.
La construcción de las naciones africanas ha sido una larga lucha contra la pobreza, la ignorancia, la enfermedad y el conflicto. A duras penas puede sorprendernos el hecho de que la democracia africana haya sufrido tantos tropiezos. Lo que nos sorprende más bien es la sede de democracia, valiente y siempre en aumento, que han demostrado los africanos; su coraje indomable para desafiar los regímenes opresivos y su éxito en muchos países al insistir en la búsqueda de gobiernos responsables.
Mi generación vio su sueño de independencia realizado, pero fracasado su sueño de democracia. Gracias a Dios hemos vivido suficientes años para ver que la democracia se extiende hoy nuevamente por el Africa y está echando raíces.
(El autor es el Secretario General de las Naciones Unidas. Esta alocución está basado en su alocución del 4 de diciembre de 2000 ante los miembros de la Cuarta Conferencia Internacional de Democracias Nuevas y Restauradas en Cotonou, República de Benin (Africa Occidental).
Para comentar debes registrarte y completar los datos generales.