Las Siete Palabras de Cristo
Publicado 2003/04/16 23:00:00
- REDACCION
Mientras agonizaba colgado en la cruz por el perdón de nuestros pecados, Jesús mencionó siete frases desde el fondo de su corazón, que resumen el amor de su sacrificio y sus últimas peticiones a Dios en su vida terrenal. El padre David Cosca del Centro La Divina Misericordia, nos explica que las últimas palabras dichas por el Mesías no están expresamente recopiladas en un Evangelio; están dispersas en Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Recordemos las santas palabras de nuestro Salvador.
"Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen" (Lucas 23,34): El Hijo de Dios ofreció su vida por nosotros y por esta súplica de Dios a Dios, nuestros pecados fueron perdonados. En todo momento Jesús nos absolvió de culpa alguna.
"En verdad te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso" (Lucas 23, 42): Hasta el último momento Jesús se preocupa por aquellos excluidos y marginados de la sociedad.
"Mujer, he ahí a tu hijo, Hijo he ahí a tu madre" (Juan 19, 26-27): Jesús recompensa a su discípulo Juan recomendándole a María, madre de Dios; en gratitud a su amor, servicio y fidelidad.
"Tengo sed" (Juan 19, 28): Representa lo más pequeño que Jesús gritó desde la cruz, pero una de las cosas más humanas y más profundas. La sed de Cristo es mucho más intensa que una necesidad del ser humano; ésta no puede ser calmada sólo con agua, es la sed de que todos sus hermanos puedan tener agua y comida suficiente.
"Todo está cumplido" (Juan 19,30): La última palabra del Dios desnudo: “todo está cumplido” y murió. Jesús finaliza su misión entre nosotros, nos ha dado su mensaje de salvación.
"Padre en tus manos encomiendo mi espíritu" ( Lucas 23,46): Jesús quiere que Dios haga de él su Santa voluntad, que lo lleve a su gloria, a su regazo. Su sufrimiento es grande y pone su alma en manos del Padre.
"Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has abandonado?" (Mateo 27,46): Jesús, en lugar de desesperar y olvidarse de Dios, clama al Padre pues confía en que él lo escucha, pero Dios no responde, porque ha identificado a su hijo con el pecado por amor a nosotros, y este debe morir. Su muerte es hoy fuente de vida eterna.
“Las siete palabras son las últimas, sentenciadas salidas de labios de Jesús cuando todavía estaba en carne mortal, colgado entre cielo y tierra. Las siete palabras salían de su corazón sagrado, traspasado de dolor y eran pronunciadas por sus mismos labios resecados por la sed. Las dirigía a todos los hombres, también me las dirigió a mí”.
A lo largo de todo el cuerpo, con especial claridad en la espalda, pueden verse marcas idénticas a las que dejaría el instrumento que utilizaban los romanos para flagelar a un reo. Recordemos los latigazos que recibió Jesús durante su recorrido cargando la cruz.
¿Cuál es la posición de la iglesia?
Si recurrimos a la Biblia, ésta señala solamente en qué fue envuelto el cuerpo de Jesús, pero no dice nada ni a favor ni en contra de este manto. Citemos algunos pasajes:
“Y tomando José el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia, y lo puso en un sepulcro nuevo” (Mateo 27:59,60).
“José de Arimatea... vino a Pilato y pidió el cuerpo de Jesús... compró una sábana, y quitándolo, lo envolvió en la sábana, y lo puso en un sepulcro” (Marcos 15:43,46).
Es una decisión personal creer o no en el Manto Santo, ya que independientemente de su veracidad o no; la fe se basa en el amor que le tengamos a Jesús, en la creencia de que su muerte es sinónimo de vida eterna y no en una sábana y los misterios que le rodean.
"Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen" (Lucas 23,34): El Hijo de Dios ofreció su vida por nosotros y por esta súplica de Dios a Dios, nuestros pecados fueron perdonados. En todo momento Jesús nos absolvió de culpa alguna.
"En verdad te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso" (Lucas 23, 42): Hasta el último momento Jesús se preocupa por aquellos excluidos y marginados de la sociedad.
"Mujer, he ahí a tu hijo, Hijo he ahí a tu madre" (Juan 19, 26-27): Jesús recompensa a su discípulo Juan recomendándole a María, madre de Dios; en gratitud a su amor, servicio y fidelidad.
"Tengo sed" (Juan 19, 28): Representa lo más pequeño que Jesús gritó desde la cruz, pero una de las cosas más humanas y más profundas. La sed de Cristo es mucho más intensa que una necesidad del ser humano; ésta no puede ser calmada sólo con agua, es la sed de que todos sus hermanos puedan tener agua y comida suficiente.
"Todo está cumplido" (Juan 19,30): La última palabra del Dios desnudo: “todo está cumplido” y murió. Jesús finaliza su misión entre nosotros, nos ha dado su mensaje de salvación.
"Padre en tus manos encomiendo mi espíritu" ( Lucas 23,46): Jesús quiere que Dios haga de él su Santa voluntad, que lo lleve a su gloria, a su regazo. Su sufrimiento es grande y pone su alma en manos del Padre.
"Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has abandonado?" (Mateo 27,46): Jesús, en lugar de desesperar y olvidarse de Dios, clama al Padre pues confía en que él lo escucha, pero Dios no responde, porque ha identificado a su hijo con el pecado por amor a nosotros, y este debe morir. Su muerte es hoy fuente de vida eterna.
“Las siete palabras son las últimas, sentenciadas salidas de labios de Jesús cuando todavía estaba en carne mortal, colgado entre cielo y tierra. Las siete palabras salían de su corazón sagrado, traspasado de dolor y eran pronunciadas por sus mismos labios resecados por la sed. Las dirigía a todos los hombres, también me las dirigió a mí”.
A lo largo de todo el cuerpo, con especial claridad en la espalda, pueden verse marcas idénticas a las que dejaría el instrumento que utilizaban los romanos para flagelar a un reo. Recordemos los latigazos que recibió Jesús durante su recorrido cargando la cruz.
¿Cuál es la posición de la iglesia?
Si recurrimos a la Biblia, ésta señala solamente en qué fue envuelto el cuerpo de Jesús, pero no dice nada ni a favor ni en contra de este manto. Citemos algunos pasajes:
“Y tomando José el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia, y lo puso en un sepulcro nuevo” (Mateo 27:59,60).
“José de Arimatea... vino a Pilato y pidió el cuerpo de Jesús... compró una sábana, y quitándolo, lo envolvió en la sábana, y lo puso en un sepulcro” (Marcos 15:43,46).
Es una decisión personal creer o no en el Manto Santo, ya que independientemente de su veracidad o no; la fe se basa en el amor que le tengamos a Jesús, en la creencia de que su muerte es sinónimo de vida eterna y no en una sábana y los misterios que le rodean.
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