PANAMÁ
Los desafíos de los estudiantes con autismo
- Belys Toribio
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La intervención en la primera infancia es muy importante para optimizar el desarrollo y bienestar de las personas con un Trastorno del espectro autista (TEA).
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La intervención en la primera infancia es muy importante para optimizar el desarrollo y bienestar de las personas con un Trastorno del espectro autista (TEA).
La celebración tiene como finalidad fomentar la lectura y la industria editorial. Foto: Ilustrativa / Pixabay
El Trastorno del espectro autista (TEA) es un trastorno cerebral con el que se nace y se estima que 1 de cada 160 niños tiene un TEA.
Esta condición suele aparecer en la infancia y tiende a persistir en la adolescencia y en la edad adulta. De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud (OMS), en la mayoría de los casos se manifiesta en los primeros cinco meses de vida.
Las personas con TEA tienen deficiencias persistentes en la interacción social, la comunicación y el lenguaje, además presentan conductas repetitivas y perseverantes.
Un diagnóstico temprano puede hacer la diferencia, no obstante, a menudo los padres suelen confundir las señales con otros padecimientos, como pérdida auditiva.
La psicóloga del Programa de Autismo del Instituto Panameño de Habilitación Especial (IPHE), Thelma Lasso explica que los padres pueden identificar problemas en la comunicación a una edad aproximada de 18 meses.
Los padres pueden encontrarse con un retroceso en la comunicación, a menudo comentan que el niño hablaba, decía "mamá" o "papá", y repentinamente ha dejado de hacerlo. Asimismo, también se observa que al niño le cuesta responder de forma inmediata a un llamado, es aquí, donde los padres pueden sospechar que su hijo presenta pérdida auditiva.
Lasso indica que probablemente en estos casos se esté evidenciando que el niño padece autismo, por ello, es importante acudir por atención para tener un diagnóstico correcto. En nuestro sistema de salud los neurólogos y paidopsiquiatras son quienes realizan este diagnóstico.'
El nivel intelectual varía mucho de un caso a otro, y va desde un deterioro profundo hasta casos con aptitudes cognitivas altas.
Se calcula que 1 de cada 160 niños tiene un TEA. Esta estimación representa una cifra media, pues la prevalencia observada varía considerablemente entre los distintos estudios.
Si se identifica de forma temprana las necesidades del niño se pueden hacer intervenciones terapéuticas para cuando se tenga que insertar a la vida escolar no haya tantas barreras que podrían afectar el proceso de aprendizaje.
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Todos los niños que tiene un diagnóstico de TEA requieren de apoyo, enfatiza Lasso, sin embargo, el nivel de asistencia dependerá al nivel que se haya identificado, puede ser poco, moderado o un apoyo total, de acuerdo a la Clasificación Internacional de Enfermedades y Diagnósticos.
"Entre menos apoyo necesite un niño con este diagnóstico la capacidad para asimilar conceptos en la escuela va a ser mayor y va a necesitar menos apoyo", expresa la especialista.
Hace hincapié en que por esta razón se puede ver alumnos con un diagnóstico de autismo en aulas regulares en las escuelas oficiales, pero también hay una población importante de estudiantes que requieren más apoyo y que pertenecen al programa del IPHE, con ellos se trabaja con especialistas para que en un futuro puedan entrar al sistema regular.
Entre más temprano se detecte el TEA más rápido se empieza a trabajar y a dotar de más habilidades y destrezas al niño, adicional los docentes pueden ir haciendo las adaptaciones que requieran en los contenidos.
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Los alumnos con un diagnóstico temprano son quienes tienen un mejor pronóstico de asimilar y entrar al sistema de educación. Por ejemplo, Si un padre lleva a su hijo a los 7 o 8 años al IPHE, no quiere decir que no se pueda hacer nada, no obstante, los primeros años de su infancia se han perdido, en el sentido de que no recibió en ese periodo de tiempo las atenciones que lo puedan ayudar para que sea una persona que se pueda integrar a la sociedad y recibir una educación de calidad.
Según la OMS la intervención en la primera infancia es muy importante para optimizar el desarrollo y bienestar de las personas con un TEA, se aconseja incluir el seguimiento del desarrollo infantil en la atención sistemática a la salud de la madre y el niño.
No existe una cura para el autismo, pero las intervenciones psicosociales basadas en evidencia, terapia conductual y los programas de capacitación para los padres y otros cuidadores, podrían reducir las dificultades de comunicación y comportamiento social, como consecuencia se tendría un impacto positivo en la calidad de vida y el bienestar de la persona.
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