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Planos y enigmas en Gloria Guardia
Dr. Alfredo Figueroa Navarro - Publicado:
NOS referimos a ciertos aspectos saltantes de la reciente novela Lobos al anochecer, de Gloria Guardia, presentada en Panamá en marzo de 2006.Naturalmente, hay aristas que nos impresionan como, verbigracia, la personalidad del presidente José Antonio Remón Cantera, emanación de probos militares españoles dieciochescos muy vinculados a los elencos dominantes criollos de la Ciudad de Panamá.A lo largo del siglo XIX, su familia pierde toda aureola castrense y se dedica, más bien, a medianos negocios comerciales.Sorprendentemente, la herencia del cultivo de las armas se perpetua en uno de sus vástagos, nacido en 1908, tras el alumbramiento de múltiples hermanas y el desplome económico de su linaje, a todas luces notable aunque venido a menos.Gracias a una beca milagrosa, el bachiller del Instituto Nacional se transforma en militar egresado de una academia mexicana.Desde los años treintas, Remón inicia su carrera ascendente en la Policía Nacional donde muestra su hegemonía durante el decenio concomitante transformándose en árbitro de la política republicana.De la fuerza pública, Remón Cantera transita hacia la presidencia de 1952 a 1955.Desde miradores más amplios, Remón Cantera representa, en la historia panameña, el liderazgo militar de San Felipe sobre todo el país, como lograra ejercerlo, en la primera mitad del decimonono, Tomás Herrera.Sus antítesis serían José Domingo Espinar, Buenaventura Correoso, Rafael Aizpuru, ilustres hombres fuertes del arrabal de Santa Ana, vale decir, del extramuros.En la novela de Gloria Guardia se perciben fuertes contradicciones entre Remón Cantera y sus subalternos Timoteo Meléndez y Saturnino Flores, a quienes se les podría calificar de unidades arrabaleras de la Guardia Nacional si les comparamos con Remón y Bolívar Vallarino, por añadidura parientes.Pero a diferencia de la tónica del temprano siglo diecinueve, y este detalle quizá lo desconozcan las nuevas hornadas, aparte del ejercicio de la comandancia y de la presidencia, Remón estaba involucrado en otros negocios, como ocurriese con muchos gobernantes de la segunda mitad de la vigésima centuria.En cierta forma, esta novela profetiza muchos escenarios cuasi contemporáneos y actuales al develar el inmenso tráfico de drogas -en aquel tiempo la heroína prevalecía- que tuvo como teatro al Panamá de los años treintas, cuarentas y cincuentas.Y en cuyo tráfago estuvo asociada nuestra institución policial, como luego estarían los cuarteles de la Avenida A.Hoy por hoy, ese tránsito de estupefacientes se ha multiplicado en el Istmo aun cuando a favor de la omnímoda cocaína.Por ello, pareciera oportuno referirse al concepto de narcoestado, tan popular en los años noventas, para elucidar la naturaleza de nuestra cosa pública en la época del Cincuentenario.Dentro del abanico de posibilidades, que plantea la novela, existen varias pistas que convendría elucidar: ¿intrigas de ciertos elementos castrenses?, ¿planes de políticos de la plaza?, ¿designios del dictador venezolano Pérez Jiménez?, ¿venganza del sátrapa nicaragüense Anastasio Somoza?, ¿participación de la CIA?, ¿ardides de la Cosa Nostra? o ¿procederes de francotiradores vernáculos? Frente al ramillete de hipótesis adelantadas, cabe sostener que algunas se trenzarían con otras suposiciones para generar el embrollo que vertebra esta obra de ficción que tanto auxiliaría a clarificar los arcanos de un pretérito bastante contiguo.Cosa novedosa en la novelística de Gloria Guardia ha sido la inclusión del mundo del sicariato y de la delincuencia en su universo de ficción a través de algunos personajes de matones cuyos modelos debieron abundar en aquel Panamá turbulento de la década de la Segunda Guerra Mundial y la postguerra.Al incluirles se enriquece su cosmos imaginativo que también abarca a las clases privilegiadas, la mesocracia, las capas subalternas y el lumpenproletariado.Por último, la novela tiene el mérito de rescatar el escandaloso juicio de responsabilidades que terminó en las postrimerías de 1957 en el que privaron el oprobio y la alevosía al mancillar la honra de ciudadanos inocentes -como José Ramón Guizado -quien ocupara la vicepresidencia y la Cancillería durante el gobierno de Remón Cantera -eximiendo de toda culpabilidad a los verdaderos autores del magnicidio quienes jamás sufrieron pena alguna por esa vil masacre.(*)Sociólogo y Docente Universitario