Desde Madrid
Augusto Monterroso: El dinosaurio y las moscas
Diez años después de su partida, Augusto Monterroso y su dinosaurio, su oveja, su vaca y sus moscas siguen rondando la literatura, se han hecho eternos sus textos.
Perfil
- Nombre: Augusto Monterroso (Tegucigalpa, 21 de diciembre de 1921 – Ciudad de México, 7 de febrero de 2003).
- Profesión: Escritor, narrador y ensayista, natural de Guatemala y nacionalizado mexicano. Conocido por sus producciones de relatos breves e hiperbreves.
- Obras recientes: Los buscadores de oro (1993). La vaca (ensayos, 1998). Pájaros de Hispanoamérica (antología, 2002). Literatura y vida (cuentos y ensayos, 2004)
Cuando mis amigos escritores o alguna editorial me preguntan que cómo voy con la lectura de sus libros, suelo contestarles siempre lo mismo: “estoy leyendo ‘El dinosaurio’ y voy por la mitad, cuando lo termine, sigo con el tuyo”. La cosa termina en risas y yo me doy más prisa en leer los libros que me mandan.
Pero “El dinosaurio” y esta respuesta tienen un pie puesto entre la leyenda y el bochinche literario. Resulta que al gran Tito Monterroso le hicieron un homenaje. Resulta que el encargado del discurso de fondo era uno de esos tipos con pocas lecturas y con un cargo cultural que le quedaba grande por todos lados. En un arrebato de sinceridad intelectual, quiso disculparse por leerle poco y dijo: Señor Monterroso, estoy leyendo ‘El dinosaurio’ y voy por la mitad”. El silencio en la sala se hizo porque el burro ya había hablado.
Augusto Monterroso, Tito, para los cercanos en tiempo o en lecturas, nos dejó hace diez años allá en su México lindo y querido que le adoptó. Hondureño de nacimiento, guatemalteco por necesidad, solía decir, cuando veía su obra completa junta toda ella, “¿todo eso he escrito?”. Sus libros son una proeza, un preciso ejercicio de concisión y de percepción fabuladora de la realidad.
Se fue de su Guatemala de adopción por causa de la dictadura y nunca se sintió cómodo con los regímenes sucesivos. Un grandísimo ejemplo de intelectual en contra de los autoritarismos de cualquier signo no como otros escritores que se abrazan a cualquier sátrapa y dictadorzuelo (duro o blando) de que se presente en el país.
Su obra recobra la fábula, la brevedad y la moraleja sin pretender pontificar. Hizo de lo sencillo algo profundo y de la brevedad una extensa reflexión sobre el ser humano. “La oveja negra”, “La fe y las montañas” o su divertidísimo y aleccionador “El eclipse” son un alegato a favor de la diversión, la precisión y la ironía. Eso sin contar con el famoso “El dinosaurio”.
Recuerdo que un día leí en “Movimiento perpetuo”, “Cómo me deshice de quinientos libros”. Ya mi casa, por esas fechas, estaba invadida por libros y quise dejarme aconsejar por el sabio maestro. Leí con valentía su pequeño ensayo, reflexión, anécdota o cuento y al terminar me quedé muy aliviado. Quince días después de haber emprendido la escritura de aquel pequeño ensayo, la cosa no fue para tanto. Les invito a buscar el texto y experimentar mi alivio al saber lo que hizo Monterroso con los libros.
Para estas fechas en las que parece que la crisis se lleva por delante todo como un tsunami, quiero invitarles, en homenaje a este grandísimo escritor, a que lean su cuento, fábula, “La fe y las montañas”. Sencillo, pero acertado, el guatemalteco abre una ventana de brisa fresca para animarnos a seguir.
Cuando leo siempre tengo presente a Monterroso. Lo hago cazando moscas. En “Movimiento perpetuo” Monterroso arranca hablando de las moscas, diciéndonos que solo hay tres temas: el amor, las mujeres y las moscas. Las moscas son mejor que el amor, dice, pero no mejor que las mujeres, y allí me ganó. Léanse el texto. Desde hace años subrayo mis libros cuando encuentro una mosca, le sigo el juego a Tito que dice que él lo sigue intentando (hacer una antología de la mosca en la literatura). Inútil, ya lo sé, divertido un rato, eso sí, y además me doy a la tarea de subrayar y no anotar dónde están las alusiones a las moscas. Las cazo y las libero.
Diez años después de su partida, Augusto Monterroso y su dinosaurio, su oveja, su vaca y sus moscas siguen rondando la literatura, se han hecho eternos sus textos. Cuando despertemos, cuidado, el dinosaurio seguirá estando allí. Los que vayan por la mitad termí-nenlo de leer. No les defraudará, seguro.
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