Detrásde la leyenda de la mina...
- Milagros Sánchez Pinzón
En el tramo final se requiere de un hábil trochero, como Carlos Vega, quien machete en mano iba abriéndonos el trillo para poder avanzar hasta la primera cascada y nos mostraba las pisadas dejadas por los felinos que pueblan ese Parque Natural protegido internacionalmente.
Cuenta la tradición oral boqueteña que -escondida en la selva cordillerana entre las tierras de Chiriquí y Bocas del Toro - existe una misteriosa mina de oro. Para algunos, los amerindios lograron extraer de ella material aurífero; para otros, no existió tal mina de oro sino una cueva donde los conquistadores españoles ocultaron barras de oro y cuyo sitio exacto sólo era conocido por uno de los pioneros del área, quien se llevó a la tumba el secreto de su ubicación.
Leyendas como éstas siempre se tejen en la mente de los hombres, por ello, con el correr del tiempo, algunos elementos naturales comienzan a vincularse estrechamente con relatos como estos.
En los primeros días de agosto, un grupo de expedicionarios davideños nos dispusimos adentrarnos por el transfronterizo Parque Internacional La Amistad (el PILA) y localizar en esa recóndita pluviselva la Quebrada La Mina, el curso de agua que da origen a tan simpática leyenda popular.
La Mina es una sinuosa y potente corriente que pertenece al corregimiento de Los Naranjos, en el distrito de Boquete; nace a más de 2000 m.s.n.m. y en su rápido desplazamiento para encontrarse con el río Caldera, talla sobre el terreno dos soberbias cascadas, separada una de la otra por 600 a 800 metros.
Un primer chorro cae desde 20 a 25 metros y, como en otras geoformaciones de esta naturaleza, ha labrado en la pared una pequeña cueva de tres por cinco metros de alto. El hermoso estanque formado por el salto resultaría agradable para cualquier bañista habituado a temperaturas tan bajas; para nosotros, ni los pies resistían. Inmensos troncos de árboles abatidos represaban la Quebrada en algunos puntos, evidenciando con ello la potencia alcanzada por esta corriente en sus períodos de avenida.
La otra cascada, emplazada aguas más abajo, resultó más espectacular, con 60 a 80 metros de altura, y encajonada en un lecho con bloques rocosos de gran tamaño, lo cual solo permitía divisarla en una de las laderas de la corriente. Un fugaz arco iris engalanó la “cabellera líquida” en el breve instante en que un rayo de luz se filtró entre las nubes cargadas de agua que se posan casi siempre sobre la selva neotropical.
Hay dos rutas para acceder a estas cascadas. Por Horqueta se exige casi tres horas y solo una parte del trayecto dispone de un sendero adecuado. En el tramo final se requiere de un hábil trochero, como Carlos Vega, quien machete en mano iba abriéndonos el trillo para poder avanzar hasta la primera cascada y nos mostraba las pisadas dejadas por los felinos que pueblan ese Parque Natural protegido internacionalmente.
Por Bajo Mono la ruta es mejor. Se debe llegar al zarzo que cruza el río Caldera: a la izquierda se va de Culebra a Bocas del Toro, y el camino directo conduce a Quebrada La Mina; se pasa unos cerros con cultivos hortícolas y luego se penetra en el PILA. Desde hace cinco años algunos lugareños colocaron troncos, a manera de escalones y pasamanos, para ayudar a los turistas por esos enmarañados parajes.
Si usa la ruta de Bajo Mono, en la carretera principal (Horqueta-Bajo Mono), no deje de contemplar, aunque sea por unos minutos, la pared de basalto con disyunción columnar en la margen izquierda del río Caldera. Esta formación ígnea amesetada s impresionante, una auténtica prueba de cómo las fuerzas volcánicas modelaron la mayor parte del relieve istmeño.
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