Palabras que nos "contagian"
La semana pasada hablábamos de las palabras de temporada, aquellas que por razón de un acontecimiento extraordinario o una fecha conmemorativa se emplean con mucha más frecuencia y forman un “campo semántico”, es decir, el conjunto de palabras relacionadas entre sí.
Concluida la fiesta electoral, nos quedamos en el mundo en general (y Panamá como parte integrante) con un tema que a todos interesa: la gripe porcina.
Sin querer incurrir en el desatino del zapatero al que Apeles conminó a dedicarse a su profesión, queremos establecer desde el punto de vista del lenguaje algunas características de este léxico.
Resfriado, catarro, trancazo, gripe, gripa, influenza, acatarrado, engripado, agripado, constipar, constipación... etc., forman parte de un largo conjunto de palabras que la gente común emplea indistintamente para referirse simplemente al resfriado, definido como “una enfermedad infecciosa viral leve de la nariz, la garganta y el sistema respiratorio superior”.
El uso del hablante común. Por lo que se desprende de la definición que nos ofrece el DRAE, resfriado y catarro no pueden siempre usarse de manera discrecional. En el uso común, vale lo mismo decir “Tengo un catarro muy grande”, que “Tengo un resfriado muy grande”.
Pero catarro es : 1. “Flujo o destilación procedente de las membranas mucosas, especialmente las nasales. 2. m. Inflamación aguda o crónica de estas membranas, con aumento de la secreción habitual de moco”.
Y resfriado, en su segunda acepción, es catarro.
Según esto, vendrían a ser sinónimos. Pero, como cuadro viral, los hablantes comunes decimos bien catarro, bien resfriado. Al tratarse, sin embargo, de la destilación de las membranas, prefiere la gente decir: “Bota mucho catarro”, que aquí equivale a decir “Bota mucho moco”.
Los hablantes decimos indistintamente resfriado o gripe. Y así seguirá siendo en la lengua llana, pero este párrafo, tomado expresamente de la página vivirmejor.es (servida por médicos) nos deja claras las diferencias técnicas y sintomáticas:
“La gripe y el resfriado son infecciones provocadas por virus diferentes. Se diferencian en los síntomas; en el resfriado es muy común la congestión nasal, dolor de garganta, estornudos... mientras que en la gripe es menos frecuente la congestión o los estornudos, en cambio, los dolores musculares, fiebre alta, dolor de cabeza, fatiga, debilidad y la tos, son muy frecuentes.
¿Gripe o influenza?. Gripe es palabra francesa, “grippe”, mientras que influenza es palabra italiana.
Ambas (sobre todo la primera) han sido incorporadas ya al conjunto de palabras de uso común entre los hispanohablantes.
La Academia registró por primera vez la palabra “gripe” en su diccionario de 1899 y la definía como: “Enfermedad epidémica con manifestaciones catarrales”.
Influenza apareció en el DRAE por primera vez en la edición de 1927 y traía ya una marca de barbarismo, que delataba su procedencia: “*Italianismo por trancazo o gripe”. No fue sino hasta la edición de 1970 cuando se le incorporó ya como parte del repertorio léxico.
A propósito de la palabra “trancazo”, esta apareció por primera vez en el Diccionario en la edición de 1739 (y durante 13 ediciones más ) hasta 1884 definida únicamente como “Golpe que se da con la tranca”. Fue en 1899 cuando entró al Diccionario junto con gripe (y definida como tal).
Los orígenes. Catarro es palabra griega que nos llegó luego por la vía del latín. Es, de la familia, la más vieja. Data de 1729, en tanto que resfriado es 1737.
Curiosamente, en 1729, la Academia decía sobre el catarro: “La fluxión o destilación que cae con exceso de la cabeza a las narices, boca y pecho, aunque los médicos extienden a más partes del cuerpo esta destilación de la cabeza y suelen darle otros nombres”.
Constipar es tan vieja como catarro. Pero al principio sólo significaba: “Cerrar y apretar los poros impidiendo la transpiración. Estreñirse”. Y su participio, constipado, también fue definido de esta manera durante 13 ediciones, hasta que en 1884 llegó a definirse también constipado como resfriado.
Por una extraña razón, constipar no vino a significar “acatarrarse, resfriarse”, sino hasta la edición de 1925.
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