Rectitud de principios, honestidad en sus actuaciones, inquebrantable en sus convicciones (fin)
Publicado 2006/10/28 23:00:00
La invasión para JULIO E. LINARES fue un hecho difícil de asumir, sobre todo para un nacionalista a carta cabal y ferviente crítico del gobierno estadounidense y su política internacional. Sin embargo, aceptando que la Alianza Democrática de Oposición Civilista (ADO Civilista) había ganado en buena lid, que la invasión fue causada por la actitud irrefrenable, ambiciosa y agresiva de NORIEGA y que había que encausar el país de inmediato por el trecho de la constitucionalidad, acepta el encargo del Presidente ENDARA como Canciller de la República, convirtiéndose en el primer ministro de Estado nombrado en aquel difícil periodo. Con mucho tino diría sobre el particular en la Conferencia San José VI de Ministros de Relaciones Exteriores, celebrada en abril de 1990 en Dublín, Irlanda, lo siguiente: "Ni al Presidente Endara ni a su equipo de gobierno se puede imputar, .. .., la acción militar aludida, debida principalmente a la persistencia del dictador en mantenerse a cualquier costo en el poder, a la forma torpe y temeraria como él pretendió desafiar el poderío militar de los Estados Unidos,
y a la incapacidad manifiesta de la Organización de los Estados Americanos en encontrar fórmulas que hubiesen podido contribuir a liberar al pueblo panameño de la dictadura militar a la que estuvo sometido por veintiún años".
Entre los logros de la política internacional que lideró LINARES podemos mencionar la acogida de la "Doctrina Betancourt" a través del Decreto 364 de 1990, la normalización total de nuestras relaciones diplomáticas con la comunidad internacional, nuestra participación permanente en todos los foros internacionales, la celebración en nuestra país de la XIII Cumbre de Presidentes del Istmo centroamericano en diciembre de 1992, la firme decisión de no negociar un tratado de bases, la creación de la Autoridad de la Región Interoceánica (ARI) y nuestra reincorporación al Grupo del Río.
Al promover la aplicación de la "Doctrina Betancourt" en los países de nuestro Continente, Linares expresó en un discurso hecho ante el Vigésimo Período de Sesiones de la Asamblea General de la Organización de los Estados Americanos (OEA) el 6 de junio de 1990 lo siguiente: "..con lamentaciones y censuras no se impide que en nuestra América vuelva a imperar el despotismo. Eso sólo se consigue fortaleciendo la democracia representativa y estableciendo mecanismos que hagan posible la realización de acciones solidarias cuando es vulnerada, de suerte que ningún Estado o grupo de Estados pueda invocar un falso concepto del principio de no intervención. Y siendo ésta nuestra manera de pensar, nada sería más satisfactorio para la delegación panameña de que los miembros todos de la OEA, adquiriéramos clara conciencia de la necesidad de oponernos, individual y colectivamente, a toda forma de tiranía y opresión, si queremos evitar que los pueblos hermanos tengan que vivir la experiencia brutalmente cruel por la que acabamos de pasar los panameños, ante la incomprensión de la mayoría de los Estados de este continente. En lo que a Panamá respecta, el viernes presentamos a la consideración del Consejo de Gabinete un anteproyecto de ley, por el cual, de ser aprobado por la Asamblea Legislativa, nuestro país no reconocerá a ningún gobierno que surja de un golpe militar contra un régimen legítimamente elegido en elección popular, ni tampoco a los que surjan del fraude electoral.. dándole en forma ampliada vigencia a la doctrina expuesta por el ilustre venezolano Rómulo Betancourt..ya que la democracia representativa no se promueve y consolida con expresiones de profunda preocupación ni con manifestaciones de buenos deseos. La democracia representativa se promueve y consolida quitando todo respaldo a los que atentan contra ella y estableciendo mecanismos colectivos que permitan una acción solidaria a favor de los pueblos oprimidos, en caso de que hubiere necesidad de ellos".
LINARES durante su polifacética actividad fue además miembro de ILDEA, de la Sociedad Bolivariana de Panamá, del Instituto Panameño de Cultura Hispánica y de la Academia Panameña de la Historia. A nivel internacional fue Presidente de la V Asamblea de Gobernadores del B.I.D., Presidente de la Asamblea General de la O.E.A. en su XVII periodo extraordinario de sesiones y Secretario General del Instituto Hispano-Luso-Americano de Derecho Internacional.
Luego de su partida, un 27 de octubre de 1993, su nombre es permanentemente citado en libros, investigaciones, editoriales, artículos de opinión y periodísticos, como voz autorizada y vigente en el tiempo. Se bautizó como "Avenida Julio Linares" en las áreas revertidas, una de las tantas que recorrió bajo la agresión yanqui durante la "Siembra de Banderas" en 1959. El Club Kiwanis de Panamá enaltece su memoria con una foto y una placa en su Salón de Junta Directiva y su entrañable amigo CARLOS BOLÍVAR PEDRESCHI le dedica su obra "Pensamiento Vivo" , calificándolo como " ..panameño ejemplar, cuya vida pública fue una persistente entrega a la defensa de los intereses nacionales." Igualmente el historiador JORGE CONTE PORRAS lo incluye en la última publicación de su obra "Panameños Ilustres". La Caja de Ahorros lanzó por segunda ocasión en 2002 su "Enrique Linares en la Historia Política de Panamá" en el marco del Centenario de la República y la Lotería Nacional de Beneficencia le dedicaría su sorteo dominical de 29 de octubre de 2000, incluyendo su perfil en los billetes para ese sorteo. Además su esposa e hijos publicamos sus memorias en 1998 compiladas en "El Pensamiento de Julio E. Linares".
Mi predisposición natural para la observación y la comunicación en doble vía, requisitos indispensables para quien piensa escribir en un contexto artístico, tenían todas las de perder en ese medio.
Sin embargo, y quiero subrayar cuán frágiles pero esenciales son los mecanismos que se ponen en juego en estos procesos, tuve la fortuna de contar con un padre que de vez en cuando se erguía en medio de los surcos para retarme a que le dijera el significado de tal o cual palabra sacada de sus lejanas lecturas o, como también ocurría, entregarme una piedra labrada siglos atrás por hombres primitivos, y luego pedirme que elaborara las teorías posibles para que esa piedra hubiese llegado hasta allí, en ese punto específico de la sabana o de las colinas.
Para no dejarme vencer por aquel hombre, en cuya sombra hallaba oportuno cobijo del sol despiadado, me vi obligado tantas veces a inventar un cuento, o muchos cuentos que él aprobaba o desaprobaba mediante otras teorías que, bien vistas, no eran más que puros cuentos. Al regresar a casa, estaba una madre que no cedía ante el agobio de las tareas domésticas, para encontrar la manera de asegurarse que, al menos, yo supiera escribir mi nombre. Y al caer la noche, de nuevo la voz paternal insistía en hilvanar lecturas fragmentarias que hablaban de un chiquillo con dimensiones de héroe, llamado Tom Sawyer; de un héroe con atributos divinos, llamado Edmundo Dantés, o de un ubicuo guerrero criollo que iba dejando tesoros enterrados en los antiguos campos de batalla, al que solo le conocía el nombre: Victoriano.
Por eso aprendí a escribir muy pronto, porque había cosas que quería contar y no había tiempo para dejarlo en boca de la oralidad; escribir fue una manera de asegurarme que lo que tuviera que decir, quedase guardado para siempre.
Después vendrían otros textos, la escuela elemental con sus promesas de enseñarme el mundo, de decirme cómo crecer, de revelarnos la historia y de mostrarnos para qué servían los números cuando en complicados rituales se ponían unos al lado de los otros. Y junto a los textos, los maestros, tan sabios siempre, tan comprensivos todo el tiempo.
Ya lo he dicho antes y lo repito ahora: jamás tuve un mal maestro; desde la escuela rural hasta el claustro universitario, los que no eran sabios portentosos, eran brujos capaces de entonar ensalmos que enflaquecían en un santiamén las más robustas ignorancias. Ellos me enseñaron lecciones que hasta el día de hoy no han perdido vigencia, y me impulsaron a tratar de emularlos con el mayor respeto.
Escribir, entonces, requiere de una dosis innata, que es fundamental pero muy frágil, la que exige estímulos oportunos y precisos. Un padre o una madre a quienes no les importe el conocimiento, ni lo valoren, son más eficaces a la hora de destruir ese talento natural que todo el ambiente que rodee a una persona, por más nefasto que pueda ser. Y en ese mismo punto, un educador o una educadora que se desentienda de su papel modelador en la conciencia y en el actuar de sus discípulos, puede ser veneno puro para las generaciones bajo su responsabilidad.
La otra interrogante es aquella que nos plantea cuál es el beneficio del trabajo literario, si es que hay uno. En verdad hay muchos: si el escritor se dedica a esto en busca de fama o de fortuna, quizás las halle, pero también puede verse arruinado. Si pretende encontrar un modo de vida, a lo mejor lo alcance, pero no se le promete. Si quiere ser chamán reverenciado por la tribu, tal vez lo reverencien, pero de igual modo corre el riesgo de que lo linchen.
Escribir tiene una fuerte relación con la necesidad humana de perpetuarse. En la misma medida en que buscamos trascender en nuestros hijos, el libro nos ofrece trascender en el tiempo. Ojos que aún no han sido concebidos leerán nuestras páginas cuando las brisas hayan hecho de nuestros huesos partículas cósmicas, y harán que nuestros personajes cobren vida en una época que aún no soñamos, al igual que las teorías que ahora elucubramos serán objeto de debates en tertulias que aún no conocen fechas.
En fin, escribir es alargar nuestra mano y obtener el privilegio de tocar el futuro y es, en la lectura como su contraparte, la oportunidad de mirar atrás y alcanzar con la vista el más remoto horizonte. La literatura es una manifestación palpable de nuestra condición humana, de nuestra proeza de salirnos de las etapas primitivas en la caverna matriz, y hacer constar que somos capaces de armar nuestro destino, de meditar en él y en sus posibilidades.
Nota del Editor: Recientemente Ariel Barría Alvarado ha ratificado la apertura de una puerta y el nacimiento de una nueva etapa en la literatura panameña. Lo venía haciendo despacito pero constante hace cierto tiempo. Pero el 20 de octubre pasado irrumpió con fuerza, categórico, tenaz y talentoso al conquistar dos categorías, Novela y Cuento, en nuestro tradicional y más importante Premio de Literatura: el Ricardo Miró. Como si no bastara, la noche de la premiación nos regaló una pieza de aliento largo. Reproducimos a continuación un fragmento de la misma. ¡Felicidades Ariel!, desde Semblanzas, que también han sido tus páginas.
y a la incapacidad manifiesta de la Organización de los Estados Americanos en encontrar fórmulas que hubiesen podido contribuir a liberar al pueblo panameño de la dictadura militar a la que estuvo sometido por veintiún años".
Entre los logros de la política internacional que lideró LINARES podemos mencionar la acogida de la "Doctrina Betancourt" a través del Decreto 364 de 1990, la normalización total de nuestras relaciones diplomáticas con la comunidad internacional, nuestra participación permanente en todos los foros internacionales, la celebración en nuestra país de la XIII Cumbre de Presidentes del Istmo centroamericano en diciembre de 1992, la firme decisión de no negociar un tratado de bases, la creación de la Autoridad de la Región Interoceánica (ARI) y nuestra reincorporación al Grupo del Río.
Al promover la aplicación de la "Doctrina Betancourt" en los países de nuestro Continente, Linares expresó en un discurso hecho ante el Vigésimo Período de Sesiones de la Asamblea General de la Organización de los Estados Americanos (OEA) el 6 de junio de 1990 lo siguiente: "..con lamentaciones y censuras no se impide que en nuestra América vuelva a imperar el despotismo. Eso sólo se consigue fortaleciendo la democracia representativa y estableciendo mecanismos que hagan posible la realización de acciones solidarias cuando es vulnerada, de suerte que ningún Estado o grupo de Estados pueda invocar un falso concepto del principio de no intervención. Y siendo ésta nuestra manera de pensar, nada sería más satisfactorio para la delegación panameña de que los miembros todos de la OEA, adquiriéramos clara conciencia de la necesidad de oponernos, individual y colectivamente, a toda forma de tiranía y opresión, si queremos evitar que los pueblos hermanos tengan que vivir la experiencia brutalmente cruel por la que acabamos de pasar los panameños, ante la incomprensión de la mayoría de los Estados de este continente. En lo que a Panamá respecta, el viernes presentamos a la consideración del Consejo de Gabinete un anteproyecto de ley, por el cual, de ser aprobado por la Asamblea Legislativa, nuestro país no reconocerá a ningún gobierno que surja de un golpe militar contra un régimen legítimamente elegido en elección popular, ni tampoco a los que surjan del fraude electoral.. dándole en forma ampliada vigencia a la doctrina expuesta por el ilustre venezolano Rómulo Betancourt..ya que la democracia representativa no se promueve y consolida con expresiones de profunda preocupación ni con manifestaciones de buenos deseos. La democracia representativa se promueve y consolida quitando todo respaldo a los que atentan contra ella y estableciendo mecanismos colectivos que permitan una acción solidaria a favor de los pueblos oprimidos, en caso de que hubiere necesidad de ellos".
LINARES durante su polifacética actividad fue además miembro de ILDEA, de la Sociedad Bolivariana de Panamá, del Instituto Panameño de Cultura Hispánica y de la Academia Panameña de la Historia. A nivel internacional fue Presidente de la V Asamblea de Gobernadores del B.I.D., Presidente de la Asamblea General de la O.E.A. en su XVII periodo extraordinario de sesiones y Secretario General del Instituto Hispano-Luso-Americano de Derecho Internacional.
Luego de su partida, un 27 de octubre de 1993, su nombre es permanentemente citado en libros, investigaciones, editoriales, artículos de opinión y periodísticos, como voz autorizada y vigente en el tiempo. Se bautizó como "Avenida Julio Linares" en las áreas revertidas, una de las tantas que recorrió bajo la agresión yanqui durante la "Siembra de Banderas" en 1959. El Club Kiwanis de Panamá enaltece su memoria con una foto y una placa en su Salón de Junta Directiva y su entrañable amigo CARLOS BOLÍVAR PEDRESCHI le dedica su obra "Pensamiento Vivo" , calificándolo como " ..panameño ejemplar, cuya vida pública fue una persistente entrega a la defensa de los intereses nacionales." Igualmente el historiador JORGE CONTE PORRAS lo incluye en la última publicación de su obra "Panameños Ilustres". La Caja de Ahorros lanzó por segunda ocasión en 2002 su "Enrique Linares en la Historia Política de Panamá" en el marco del Centenario de la República y la Lotería Nacional de Beneficencia le dedicaría su sorteo dominical de 29 de octubre de 2000, incluyendo su perfil en los billetes para ese sorteo. Además su esposa e hijos publicamos sus memorias en 1998 compiladas en "El Pensamiento de Julio E. Linares".
Mi predisposición natural para la observación y la comunicación en doble vía, requisitos indispensables para quien piensa escribir en un contexto artístico, tenían todas las de perder en ese medio.
Sin embargo, y quiero subrayar cuán frágiles pero esenciales son los mecanismos que se ponen en juego en estos procesos, tuve la fortuna de contar con un padre que de vez en cuando se erguía en medio de los surcos para retarme a que le dijera el significado de tal o cual palabra sacada de sus lejanas lecturas o, como también ocurría, entregarme una piedra labrada siglos atrás por hombres primitivos, y luego pedirme que elaborara las teorías posibles para que esa piedra hubiese llegado hasta allí, en ese punto específico de la sabana o de las colinas.
Para no dejarme vencer por aquel hombre, en cuya sombra hallaba oportuno cobijo del sol despiadado, me vi obligado tantas veces a inventar un cuento, o muchos cuentos que él aprobaba o desaprobaba mediante otras teorías que, bien vistas, no eran más que puros cuentos. Al regresar a casa, estaba una madre que no cedía ante el agobio de las tareas domésticas, para encontrar la manera de asegurarse que, al menos, yo supiera escribir mi nombre. Y al caer la noche, de nuevo la voz paternal insistía en hilvanar lecturas fragmentarias que hablaban de un chiquillo con dimensiones de héroe, llamado Tom Sawyer; de un héroe con atributos divinos, llamado Edmundo Dantés, o de un ubicuo guerrero criollo que iba dejando tesoros enterrados en los antiguos campos de batalla, al que solo le conocía el nombre: Victoriano.
Por eso aprendí a escribir muy pronto, porque había cosas que quería contar y no había tiempo para dejarlo en boca de la oralidad; escribir fue una manera de asegurarme que lo que tuviera que decir, quedase guardado para siempre.
Después vendrían otros textos, la escuela elemental con sus promesas de enseñarme el mundo, de decirme cómo crecer, de revelarnos la historia y de mostrarnos para qué servían los números cuando en complicados rituales se ponían unos al lado de los otros. Y junto a los textos, los maestros, tan sabios siempre, tan comprensivos todo el tiempo.
Ya lo he dicho antes y lo repito ahora: jamás tuve un mal maestro; desde la escuela rural hasta el claustro universitario, los que no eran sabios portentosos, eran brujos capaces de entonar ensalmos que enflaquecían en un santiamén las más robustas ignorancias. Ellos me enseñaron lecciones que hasta el día de hoy no han perdido vigencia, y me impulsaron a tratar de emularlos con el mayor respeto.
Escribir, entonces, requiere de una dosis innata, que es fundamental pero muy frágil, la que exige estímulos oportunos y precisos. Un padre o una madre a quienes no les importe el conocimiento, ni lo valoren, son más eficaces a la hora de destruir ese talento natural que todo el ambiente que rodee a una persona, por más nefasto que pueda ser. Y en ese mismo punto, un educador o una educadora que se desentienda de su papel modelador en la conciencia y en el actuar de sus discípulos, puede ser veneno puro para las generaciones bajo su responsabilidad.
La otra interrogante es aquella que nos plantea cuál es el beneficio del trabajo literario, si es que hay uno. En verdad hay muchos: si el escritor se dedica a esto en busca de fama o de fortuna, quizás las halle, pero también puede verse arruinado. Si pretende encontrar un modo de vida, a lo mejor lo alcance, pero no se le promete. Si quiere ser chamán reverenciado por la tribu, tal vez lo reverencien, pero de igual modo corre el riesgo de que lo linchen.
Escribir tiene una fuerte relación con la necesidad humana de perpetuarse. En la misma medida en que buscamos trascender en nuestros hijos, el libro nos ofrece trascender en el tiempo. Ojos que aún no han sido concebidos leerán nuestras páginas cuando las brisas hayan hecho de nuestros huesos partículas cósmicas, y harán que nuestros personajes cobren vida en una época que aún no soñamos, al igual que las teorías que ahora elucubramos serán objeto de debates en tertulias que aún no conocen fechas.
En fin, escribir es alargar nuestra mano y obtener el privilegio de tocar el futuro y es, en la lectura como su contraparte, la oportunidad de mirar atrás y alcanzar con la vista el más remoto horizonte. La literatura es una manifestación palpable de nuestra condición humana, de nuestra proeza de salirnos de las etapas primitivas en la caverna matriz, y hacer constar que somos capaces de armar nuestro destino, de meditar en él y en sus posibilidades.
Nota del Editor: Recientemente Ariel Barría Alvarado ha ratificado la apertura de una puerta y el nacimiento de una nueva etapa en la literatura panameña. Lo venía haciendo despacito pero constante hace cierto tiempo. Pero el 20 de octubre pasado irrumpió con fuerza, categórico, tenaz y talentoso al conquistar dos categorías, Novela y Cuento, en nuestro tradicional y más importante Premio de Literatura: el Ricardo Miró. Como si no bastara, la noche de la premiación nos regaló una pieza de aliento largo. Reproducimos a continuación un fragmento de la misma. ¡Felicidades Ariel!, desde Semblanzas, que también han sido tus páginas.
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