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Trabajadores que se trasladan todos los días a la ciudad de Manila sueñan con despertar a las 5 a.m. en vez de a las 4 a.m.
La planificación de la ciudad se llevó a cabo durante el mandato del predecesor de Duterte, pero él la aceptó en una muestra inusual de continuidad política.
- The Economist
- - Actualizado: 12/2/2020 - 12:43 pm
¿Es mejor levantarte a las 4 a. m. para llegar al trabajo a tiempo, o te arriesgas y te despiertas a las 5? Esa es la pregunta que enfrentan muchas personas que se trasladan al trabajo en Manila, la capital de Filipinas, donde se ven algunos de los peores embotellamientos automovilísticos del mundo.
Una de las razones es la geografía: los dos millones de personas que intentan entrar y salir de la metrópolis todos los días tienen que apretujarse para pasar por un estrecho canal que tiene al mar de un lado, y un lago y unas colinas del otro. Sin embargo, la planificación urbana deficiente y una falta de inversión en infraestructura en las últimas décadas han agravado el problema. Los filipinos pasan 16 días al año atorados en el tráfico, de acuerdo con el Boston Consulting Group.
El Foro Económico Mundial clasifica a Filipinas en el lugar 96 de 141 países en cuanto a la calidad de su infraestructura. Otra nación compuesta por miles de islas, Indonesia, ocupa el lugar 72.
El 17 de enero, el ministro de Obras Públicas anunció que para cuando el presidente Rodrigo Duterte deje su cargo en 2022, desea haber reducido una tercera parte del número de automóviles que pasan por la arteria principal de la ciudad todos los días.
Estas declaraciones audaces han caracterizado el enfoque de Duterte en materia de infraestructura. Cuando ascendió a la presidencia en 2016, consideró solicitar los poderes de emergencia del Congreso para que le ayudaran a lidiar con el tráfico. Al final, se conformó con un plan de gasto a largo plazo de 9 trillones de pesos (177.000 millones de dólares) destinado a la nueva infraestructura llamado “Construye, Construye, Construye”. El énfasis en la construcción representa un “giro muy osado en las prioridades del gobierno”, opina Vince Dizon, asesor presidencial.
A juzgar por los embotellamientos actuales en Manila, el cambio no se ha reflejado aún. Pero está en camino. “Construye, Construye, Construye” consta de 100 proyectos de gran escala. La construcción de casi la mitad de estos ya está en marcha.
En 2018, el gobierno promulgó una ley con el fin de reducir los trámites burocráticos para la emisión de permisos, en parte con el objetivo de acelerar las inversiones en infraestructura. Algunos comités de planeamiento están sosteniendo el triple de reuniones de las que solían organizar. En los últimos tres meses del año pasado, se aprobaron 20 proyectos, afirma Dizon. Algunas estrategias imprácticas propuestas por el presidente, como un plan para conectar a todas las islas principales de Filipinas por medio de un puente, se han dejado de lado discretamente.
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Uno de los proyectos más grandes que siguen en etapa de desarrollo es el de New Clark City, que supuestamente albergará a 1,2 millones de personas y muchas oficinas de gobierno, en un esfuerzo por desahogar el tráfico en las zonas aledañas a Manila. La planificación de la ciudad se llevó a cabo durante el mandato del predecesor de Duterte, pero él la aceptó en una muestra inusual de continuidad política. La primera etapa se completó en noviembre. Duterte también ha presidido la apertura de un nuevo aeropuerto en la provincia de Bohol, y de la terminal más grande de ferris para pasajeros de Filipinas en su isla nativa de Mindanao.
El gasto en infraestructura casi se ha duplicado desde que el presidente asumió el cargo. El plan es que llegue a un 7 por ciento del producto interno bruto para 2022, un aumento en comparación con el 2,6 por ciento de 2015. Las políticas austeras de los presidentes anteriores le han dejado a Duterte un amplio margen para pedir préstamos. La deuda pública es de aproximadamente un 41 por ciento del PIB.
El mandatario ha implementado una serie de reformas fiscales sensatas, que se espera ayuden a estimular los ingresos públicos, y ha diversificado las fuentes de financiamiento de Filipinas. Japón ha proporcionado unos 12.000 millones de dólares en los últimos años. El Banco Asiático de Desarrollo está tan entusiasmado con los planes de infraestructura de Duterte que el año pasado le prestó a Filipinas más fondos que a cualquier otro país, a excepción de India. China también ha prometido destinar 9000 millones de dólares a infraestructura, aunque firmó acuerdos formales para otorgar solamente 900 millones de dólares.
Las asociaciones entre entidades públicas y privadas también se están aprovechando. Más de una cuarta parte de los proyectos a gran escala de la iniciativa “Construye, Construye, Construye” se harán en colaboración con inversionistas privados. No obstante, el gobierno de Duterte se ha obsesionado con garantizar que los términos de los acuerdos concesionarios sean justos. La disputa que está librando el presidente con dos compañías de agua en Manila sobre derechos contractuales es un buen ejemplo. Las acciones de una de las firmas, Manila Water Co., cayeron a su nivel más bajo en 14 años durante el apogeo del furor el mes pasado. Esto quizá preocupe a las empresas que estén considerando sumarse al auge de infraestructura.
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El gobierno afirma que, para mediados de 2022, casi la mitad de los 100 proyectos de “Construye, Construye, Construye”, deben estar terminados. Kelly Bird del Banco Asiático de Desarrollo dice que incluso si solo se completan 30, eso haría del programa un “enorme éxito”. Los filipinos están muy conscientes de los esfuerzos de Duterte. Una encuesta realizada en diciembre por Pulse Asia, una encuestadora, reveló que el 69 por ciento de los encuestados pensaban que su gobierno estaba haciendo un “mejor” trabajo para desarrollar la infraestructura que el de su predecesor.
Sin embargo, los obstáculos aumentarán a medida que se acerque el término de la presidencia de Duterte, y que su poder político empiece a menguar. Y una vez que deje el cargo, no es seguro que su sucesor vaya a finalizar sus planes. Los nuevos presidentes en Filipinas a menudo eliminan los proyectos que iniciaron sus predecesores. En 2011, Benigno Aquino, el entonces presidente, canceló 66 de los 72 puertos para automóviles y ferris que había planificado la presidenta anterior, Gloria Arroyo, alegando que había habido corrupción. No obstante, con suerte, el sucesor de Duterte verá el beneficio de heredar docenas de proyectos parcialmente construidos y varios otros en etapas muy avanzadas. Una cartera rebosante de proyectos sensatos podría terminar siendo un legado tan importante como la infraestructura que Duterte realmente logre construir.
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