Andreas Lubitz a su novia: ‘Todos sabrán mi nombre’
La azafata cree que el copiloto estrelló deliberadamente el aparato, ‘porque su gran sueño de un empleo en Lufthansa era imposible’. La Clínica Universitaria de Düsseldorf informó el viernes que Lubitz había sido evaluado en sus instalaciones por última vez el 10 de marzo.
Andreas Lubitz a su novia: ‘Todos sabrán mi nombre’
“Un día todo el mundo va a conocer mi nombre”. La profecía que Andreas Lubitz hizo a su novia ha terminado por hacerse realidad. El joven piloto que el pasado martes acabó con la vida de otras 149 personas era un hombre ambicioso para el que la aviación era su mayor pasión y con fuertes tendencias depresivas. Pero también, según relata al diario Bild, la azafata de 26 años Maria W., una persona obsesionada con la capacidad destructiva de los aviones. “Por las noches soñaba con aviones que se estrellan”, asegura. Una descripción que coincide con la de otro conocido del piloto, que le describe como “un friki que toda su vida solo quiso volar y que tenía toda su habitación llena de pósters de aviones”.
Las pesquisas de los agentes empiezan a desvelar la gravedad de sus problemas. El rotativo alemán revela en su edición de este domingo que los investigadores de la policía de Düsseldorf ha encontrado en el piso que el piloto mantenía en la ciudad pruebas claras de “una enfermedad psíquica severa”. Las autoridades descubrieron en la vivienda una variedad de medicamentos psiquiátricos. “El joven de 27 años era tratado por varios psquiatras y neurólogos”, asegura uno de los agentes que participan en la investigación. Los policías, por el contrario, no encontraron estupefacientes ni ninguna otra prueba de una dependencia a las drogas o el alcohol. Por su parte, el diario The New York Times reveló ayer que el piloto tenía problemas de visión que complicaban su futuro profesional, sin descartar que esos problemas tuvieran carácter psicosomático.
En el relato que hace la antigua novia de Lubitz, la mujer, que oculta su identidad bajo el seudónimo de María W., le describe como un hombre “dulce” que le regalaba flores y necesitado de amor, pero con una obsesión que no le dejaba dormir: su trabajo. “Hablábamos mucho de aviones. Y entonces se volvía otra persona. Se excitaba de repente por las condiciones en las que trabajábamos o porque cobrábamos poco dinero”.
Pero la parte más escalofriante del relato llega cuando Maria W. recuerda los comentarios de Andreas en los que anticipaba la tragedia.