Trabajadores temerosos del coronavirus son despedidos y pierden sus prestaciones
Los trabajadores dijeron que estaban ansiosos por conservar sus empleos en un momento en el cual la devastación económica del coronavirus ha dejado a más de 40 millones desempleados en el país.
- Jack Healy
- - Publicado: 21/6/2020 - 06:00 am
Luego de subsistir durante semanas con cheques por desempleo y sándwiches de crema de cacahuate, Jake Lyon recibió hace poco la llamada que muchos de los que se han quedado sin empleo provisionalmente debido al coronavirus habían previsto: el salón de té del pueblo universitario donde trabajaba iba reabrir y era hora de regresar.
Pero Lyon, de 23 años, y sus colegas en Fort Collins, Colorado, quienes fueron suspendidos sin goce de sueldo, tenían miedo de contraer el virus, así que les pidieron a los propietarios del establecimiento que retrasaran la apertura y se reunieran con ellos para hablar sobre las medidas de seguridad. La renuencia les costó. Seis de ellos se quedaron sin empleo de manera permanente en mayo y su exempleador los denunció ante la oficina estatal de desempleo para, posiblemente, revocar sus prestaciones.
“Todos se negaron a regresar a trabajar”, escribió su exjefe en un correo electrónico.
A medida que a la gente en Estados Unidos se le pide regresar al trabajo, los empleados que se resisten a hacerlo ante los riesgos de salud dicen que han enfrentado represalias dolorosas: algunos se han quedado sin empleo por tratar de quedarse en casa y miles más están siendo denunciados ante el Estado para que se les retiren sus prestaciones por desempleo.
La pandemia del coronavirus sigue tensando la economía. El 4 de junio, el Departamento del Trabajo informó que 1,9 millones de estadounidenses habían presentado nuevas solicitudes de seguro por desempleo la semana pasada. Las empresas quieren que regresen los clientes y las ganancias, pero ahora a los trabajadores les preocupa contraer el coronavirus una vez que regresen a las cocinas estrechas de los restaurantes, los consultorios dentales o las salas de conferencia donde pocos colegas usan cubrebocas.
Algunos estados con un historial de protecciones laborales deficientes están alentando a los empleadores a denunciar a los trabajadores que no regresen a sus empleos, mencionando leyes estatales que descalifican a la gente de recibir cheques por desempleo si rechazan una oferta de trabajo razonable.
Oklahoma creó una dirección de correo electrónico de “Regresa al trabajo” para que las empresas denuncien a los empleados que rechacen sus propios empleos. Ohio cuenta con una opción similar para que los empleadores denuncien las negativas laborales relacionadas con el coronavirus.
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Los defensores de los derechos laborales y los sindicatos dicen que la presión para traer de vuelta a los trabajadores y dejar sin prestaciones por desempleo a los que estén renuentes a hacerlo conlleva serios riesgos en la era del coronavirus, cuando las infecciones han sido rampantes en las plantas empacadoras de carne, los centros telefónicos de atención a clientes, las fábricas y otros espacios cerrados donde los trabajadores pasan horas tocando las mismas superficies y respirando el mismo aire.
“Sus opciones son: ‘¿Regreso a trabajar y arriesgo mi vida o digo no y me arriesgo a quedarme sin prestaciones por desempleo y sin poder pagar mis cuentas?’”, comentó Rachel Bussett, abogada laboral en Oklahoma, donde 179 empresas han denunciado a trabajadores ante la agencia de desempleo.
Alabama, Oklahoma y Carolina del Sur son algunos de los varios estados que han dicho a sus trabajadores que no pueden continuar cobrando cheques por desempleo si rechazan una oferta laboral viable. Misuri recibió 982 denuncias de trabajadores que se niegan a regresar a sus empleos.
En Tennessee, donde hay 735 denuncias en contra de trabajadores que se negaron a regresar a sus empleos, el comisionado estatal del Trabajo anunció que el temor del coronavirus no era una excusa suficientemente buena para no volver. Si desean seguir calificando para recibir prestaciones por desempleo, los trabajadores necesitan verse directamente afectados por el virus: deben tener un caso diagnosticado de COVID-19, estar cuidando a un paciente o estar en cuarentena, entre otras razones establecidas por el Congreso en la ley de estímulo por el coronavirus que se aprobó en marzo.
La cuestión se ha dividido entre líneas partidistas, pues algunos políticos y propietarios de negocios republicanos se quejan de que los trabajadores con licencia tienen pocos incentivos para regresar al trabajo si están recibiendo más dinero de la asistencia de emergencia aprobada por el Congreso.
Steven Mnuchin, secretario del Tesoro, dijo recientemente a un panel del Senado que los trabajadores que rechazaban sus antiguos empleos podrían dejar de recibir pagos por desempleo. Sin embargo, el gobernador demócrata de Pensilvania tuvo una postura diferente, ya que dijo que los trabajadores deben negarse a regresar a empleos que consideren inseguros.
“Estas son aguas inexploradas”, afirmó Kersha Cartwright, vocera del Departamento del Trabajo de Georgia, que ha alentado a los negocios a trabajar con los empleados en los planes de reapertura después de que el estado se convirtió en uno de los primeros del país en avanzar con determinación hacia la reapertura.
En entrevistas en todo el país, los trabajadores dijeron que estaban ansiosos por conservar sus empleos en un momento en el cual la devastación económica del coronavirus ha dejado a más de 40 millones desempleados en el país. Con el panorama desolador del mercado laboral y muchos miembros de la familia desempleados, mucha gente dijo que se sentía incapaz de negarse a regresar al trabajo o a cuestionar las prácticas de seguridad en sus empleos.
En el caso del salón de té, Lyon perdió sus prestaciones por desempleo después de que sus antiguos patrones lo denunciaron ante el Departamento del Trabajo de Colorado. La agencia estatal determinó que el trabajo de Lyon “no representaba un riesgo aceptable” para su salud y lo descalificó de recibir cheques por desempleo durante veinte semanas.
“Lo que estamos pidiendo es muy básico durante una pandemia mundial sin precedentes”, dijo Lyon.
Sin embargo, Qin Liu, el propietario del establecimiento, Ku Cha House of Tea, junto con su esposa, dijeron que habían tratado de dar cabida a las preocupaciones de seguridad de sus empleados limitando la cantidad de clientes en el establecimiento, instalando un protector contra estornudos en la caja registradora, exigiendo el uso de cubrebocas y suspendiendo los servicios de té y las muestras gratuitas de sus productos. Pero dijo que su negocio se hundiría si permanecía cerrado hasta que hubiera una vacuna o una cura.
“Ellos querían esperar un poco más hasta que pasara el peligro. Pero para nosotros, una pequeña empresa, el peligro es inminente”, dijo Liu.
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Enfermeras, trabajadores de tiendas de alimentos, cajeros de cadenas de comida rápida, trabajadores de mataderos y otros considerados “esenciales” han estado sorteando estos temores en el transcurso de la pandemia porque nunca dejaron de trabajar. Ahora la preocupación se está extendiendo a áreas más amplias de la economía.
En Boise, Idaho, Robin Slater, un cocinero de línea de 65 años de edad con dificultad crónica para respirar debido a que ha fumado durante 40 años, dijo que no quería responder a la llamada para volver a trabajar en el bar deportivo donde constantemente se topa con otros cocineros en la pequeña cocina. Dijo que era el único que llevaba cubrebocas. El plan, dijo, era limitar las mesas a seis personas o menos, aunque un grupo de catorce personas vino a comer el domingo pasado.
Slater dijo que no tenía otra opción que volver a trabajar porque estaba casi seguro de que perdería sus 220 dólares semanales por concepto de desempleo, que complementa con los 600 dólares aprobados como parte del proyecto de ley de asistencia por el coronavirus. Hasta ahora, se ha informado que 147 trabajadores de Idaho se han negado a trabajar, aunque el estado no ha dicho cuántos se han quedado sin prestaciones.
El desasosiego de Slater no ha desaparecido después de sus primeros turnos, aunque pocos en el trabajo parecen preocupados.
“La mayoría de nuestros meseros y cocineros tienen entre 20 y 30 años. La actitud que tienen es de que 'en realidad no importa', pero no quiero volver al trabajo y morir”, comentó Slater.
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