El telegama: el ancestro del Twitter que se niega a morir

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Opinión

Antes de que el pájaro azul construyera su nido en las redes sociales, un pequeño aparato enviaba, desde un siglo atrás, mensajes cortos y concisos, tal como se hace actualmente en Twitter, aunque ahora es gratis.

El telegrama, el mensaje pago que se enviaba a través de un instrumento conocido como telégrafo y luego por un teletipo, increíblemente, aún se utiliza en Panamá. Y aunque en la actualidad ya no se requiere de ninguna de esas dos pequeñas máquinas que alborotaron las comunicaciones del mundo a mediados del siglo XIX, existen otros métodos tecnológicos que mantienen conectado el telegrama al respirador artificial.

“Hoy nos apoyamos del fax, del teléfono y de los radios transmisores para enviar telegramas”, explicó Ruth Tuñón, jefa de la estafeta de la zona 4 de Panamá. Esta dama, que lleva 28 años laborando para los Correos y Telégrafos Nacionales, asegura que aunque la forma de envío ha variado, el precio, contenido y objetivo sigue intacto. “El telegrama del siglo XXI no ha variado mucho con respecto al de la época del telégrafo o el teletipo. Primero, porque para cobrarle al usuario utilizamos una tabla en la que se ha establecido un precio por número de palabras, igual como se practicó desde un principio”. Es decir, que si usted envía un telegrama, sea por fax, trasmisión de radio o por teléfono, 10 palabras le costarán $0.45. Si su mensaje requiere de 50 o 100 palabras, debe pagar $2.45 y $4.95, respectivamente. El límite de palabras permitido por el sistema panameño para enviar telegramas no supera los 200 vocablos. Esto se debe, cuenta Tuñón, a que la mayoría de las personas lo emplean para felicitaciones por fechas de cumpleaños, quinceaños, o por condolencias.

¿Cómo se envía?

El ciudadano que quiera enviar un telegrama a un familiar en Los Santos, por ejemplo, debe acudir a una de las estafetas donde reside.

Si acude a una oficina en Panamá, debe solicitar un formulario telegráfico, que no es más que una hoja tipo cuaderno en la que se escribe manualmente los datos que se solicitan.

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Estos son: dirección del destinatario, fecha en la que se envía, código del funcionario que lo envía, número de palabras, precio, el cuerpo del mensaje y otros datos adicionales.

“Si va a ser enviado por fax, simplemente se manda tal cual se hace con un fax. Si es por teléfono, se llama a la oficina regional donde el usuario quiere que se envíe la nota. En esa oficina, una funcionaria de la estafeta recibe la llamada y copia tal cual le dicta el empleado que hizo la llamada”, explica. Este método es también aplicado a los envíos que se hacen por radio, aclara la fuente.

Cuenta además que existe la opción de que el telegrama sea llevado al domicilio del receptor. “Esta opción la escoge el que envía el telegrama antes de hacer el trámite en la estafeta. Si no quiere que se lleve el mensaje al domicilio del destinatario, el que lo envía debe proporcionar un número telefónico de la otra persona para contactarlo y comunicarle que debe retirar un telegrama”, concluye.

Telegrafistas modernos

Los encargados de mantener viva la telegrafía, en pleno apogeo de redes sociales, son los funcionarios de las frías agencias de Correos y Telégrafos Nacionales de Panamá. En las 123 que existen en todo el país, estos panameños hacen de esos lugares una especie de hospital donde no se deja perecer el antiguo, pero efectivo sistema de mensajería.

En la de Calidonia encontramos a Maritza Hernández, que hace 18 años aprendió a enviar telegramas. Ella se encarga de enviar entre 10 y 12 telegramas y otra cantidad doble de giros telegráficos.

“Yo utilizo más la radio para enviar mensajes a Jaqué, Garachiné y Zambú, en Darién”, asegura. Aunque no manejan cifras exactas, comenta que los mensajes de duelo son los que predominan y todos por radio porque ni la telefonía fija ni el internet se han asomado a esa apartada región.

¡LLegó Matea!

Para inicios del siglo XX, cuando se gestaba la separación de Panamá de Colombia, cada cabecera de provincia contaba con un telégrafo, según cuenta el historiador Rommel Escarreola. “El día de la separación en 1903, no se llamó por teléfono a las provincias porque no existía ese aparato, pero sí el telégrafo”.

Vladimir Berrío, jefe de la oficina de filatelia de los correos, coincide con Escarreola. “¡Llegó Matea! fue la clave asignada para comunicarle a Aguadulce, por telegrama, de la separación. Desde ese pueblo el mensaje se retransmitió a las otras cabeceras de provincia”.

Expresa Berrío que aunque en Colón había muchos telégrafos, la junta revolucionaria decidió hacer una llamada telefónica para anunciar la noticia. “La clave que se utilizó fue ‘El sancocho está por empezar’, para que las autoridades colombianas no sospecharan”.

Rebuscando en los Archivos Nacionales encontramos que, oficialmente, el telégrafo llegó a Panamá en 1865. Pero no fue hasta el 12 de noviembre de 1866 cuando se utilizó por primera en Colón. Luego se instaló en Divisa, Aguadulce, Azuero, Alanje, David).

Una anécdota jocosa que contó Escarreola sobre la llegada del telegrama a los pueblos interioranos fue que cuando se instalaron las primeras líneas en Aguadulce o David, Chiriquí, “la gente se quedaba viendo los cables del telégrafo esperando que pasara el papel. Como el mensaje se enviaba en papel, ellos pensaban que por el alambrado iba a pasar el papel”.

Otro dato que narró Escarreola es que para esa época no había carreteras hacia el interior del país. Las únicas vías de transporte que existían eran los barcos que zarpaban desde Colón a los pocos puertos.

“Cuando se instala el telégrafo, surgen problemas en la comunicación porque fueron colocados sobre árboles por la falta de postes”, narró.

Escarreola recordó que una vez leyó que en el área del Casco Antiguo existió una escuela de telegrafía, compuesta únicamente por damas.