Sacerdocio, entre la vocación y las tentaciones
Publicado 2013/03/31 08:49:00
- Miriam Lasso/Web
Si el hombre tiene confusión en su vocación, no puede ordenarse. El sacerdote debe ser una persona convencida de que su llamado es real.
"Cuando Dios llama, nadie puede contra ello", así es como el padre José Felipe Alvarado, después de 10 años, resume el gran reto que Dios le dio y que él aceptó: ser sacerdote.
"Yo sentí ese llamado desde pequeño, pero fue en la adolescencia cuando surgieron ideas vagas sobre el servicio a los demás, y fue mi participación en la iglesia la que me llevó a cuestionarme, ¿por qué no servir desde el sacerdocio?”.
Hoy como formador del Seminario Mayor San José, el padre José reconoce que descubrir la vocación sacerdotal no es fácil y seguir el camino menos, prueba de ello, es la baja población de seminaristas en los últimos 10 años.
“Renunciar a algo o a alguien, no es una opción para la cual todos están preparados”, señala.
El sacerdocio es un camino de libertad que va acompañado de herramientas que ayudan a discernir sobre la idoneidad y la capacidad del hombre para asumir este paso.
En Panamá, el Seminario Mayor San José es el único aprobado para preparar a sacerdotes a través de un proceso que dura ocho años de preparación, divididos en tres etapas: Un año introductorio o propedéutica, tres años de formación filosófica y cuatro años de teología.
Cabe destacar, que es el ciclo de teología, donde se forman en derecho canónico, liturgia y moral, que son las áreas fundamentales en la vida del sacerdote y que marcan su futuro.
De este último, parten los ministerios ordenados: el diaconado que pueden partir del tercer año de formación y, finalmente, el ministerio sacerdotal.
Ocho años no son suficiente.
Los ocho años de formación no garantizan que un seminarista esté preparado para ser sacerdote, advirtió el padre.
"Siempre hay temores de dejar lo que estamos haciendo, sin embargo, yo tuve la certeza de estar haciendo lo correcto”, explicó.
Los prejuicios personales también influyen en su formación, y muchas veces surge la interrogante del cómo siendo pecador podría llegar a ser sacerdote.
Explica el formador que en el Seminario Mayor San José, siempre hay margen para equivocarse, y un gran porcentaje de los que ingresan no completan la formación y mucho menos se ordenan.
En el proceso surgen dos opciones: afinar ese llamado que Dios le hace al hombre o descubrir que no es su camino. “Nadie está obligado ni se le lava el cerebro y la puerta de salida siempre estan abiertas”, detalló.
No obstante, el último año de preparación es donde realmente debe concienciarse de que el sacerdocio es un compromiso para toda la vida.
El párroco explica que en cierta forma el seminario es como una burbuja que brinda un ambiente de protección, que ofrece todo para llevar una vida tranquila, desde alimento hasta un lugar para vivir, pero cuando se acaba y deben afrontar un ministerio pastoral, es cuando conocen la verdadera misión del sacerdocio.
Otros de los aspectos más delicados y a su vez cuestionado por la sociedad, es asumir el hecho de llevar una vida de célibe.
"Nadie nos engaña o coacciona”, aclara. El sacerdote es consciente de que debe llevar este estilo de vida porque la iglesia lo propone de esta manera y es una condición que va unida al ministerio sacerdotal, al menos hasta la actualidad.
"Asumir este proyecto de vida y estar consciente de él, da miedito" y es por ello que están los momentos de oración", señaló entre sonrojos y esquivando miradas el hoy formador de sacerdotes.
Por ello, cuando un seminarista no muestra consolidación respecto a la identidad y configuración con el ministerio que debe ejercer toda la vida, se le asigna una labor pastoral para observar si realmente manifiesta las actitudes necesarias para ejercer el sacerdocio en el futuro.
Explica José que si una persona tiene confusión en su vocación, no puede ordenarse. El sacerdote debe ser una persona convencida de que su llamado es real, puntualizó.
Realidad del sacerdocio en Panamá
La reducción de la población de seminaristas en Panamá, es una realidad. Este año sólo 4 aspirantes ingresaron al Seminario.
Igualmente, las estadísticas destacan que anteriormente 2 o 3 sacerdotes se ordenaban cada año, mientras que en la actualidad, la misma cantidad lo hace, pero cada dos años.
El Seminario Mayor San José alberga a unos 70 seminaristas de los cuales sólo 4 esperan ser ordenados.
El padre José atribuye este hecho a que la sociedad ofrece muchas opciones a los jóvenes que mitigan la vocación sacerdotal.
Recuerda el sacerdote, que a finales de los años 80 la iglesia vivió un momento puntual dentro de su caminar a través de La Gran Misión Nacional, una etapa donde floreció abundantemente la vocación sacerdotal y mucho de esos aspirantes lograron ordenarse.
En la actualidad la iglesia realiza una misión focalizada, donde cada parroquiano misiona en sus comunidades. "De pronto será más lento y menos atractivo, pero puede echar más raíces", indicó.
En los últimos 35 años, alrededor de 148 curas se han ordenado entre ellos obispos como monseñor José Domingo Ulloa y Uriah Ashley de la diócesis de Coclé.
El Seminario Mayor San José es el único completo en todo el país, sin embargo, las diócesis de Colón y David brindan la etapa propedéutica y en las diócesis de Santiago y Chitré se prepara seminaristas hasta el ciclo de filosofía.
"Yo sentí ese llamado desde pequeño, pero fue en la adolescencia cuando surgieron ideas vagas sobre el servicio a los demás, y fue mi participación en la iglesia la que me llevó a cuestionarme, ¿por qué no servir desde el sacerdocio?”.
Hoy como formador del Seminario Mayor San José, el padre José reconoce que descubrir la vocación sacerdotal no es fácil y seguir el camino menos, prueba de ello, es la baja población de seminaristas en los últimos 10 años.
“Renunciar a algo o a alguien, no es una opción para la cual todos están preparados”, señala.
El sacerdocio es un camino de libertad que va acompañado de herramientas que ayudan a discernir sobre la idoneidad y la capacidad del hombre para asumir este paso.
En Panamá, el Seminario Mayor San José es el único aprobado para preparar a sacerdotes a través de un proceso que dura ocho años de preparación, divididos en tres etapas: Un año introductorio o propedéutica, tres años de formación filosófica y cuatro años de teología.
Cabe destacar, que es el ciclo de teología, donde se forman en derecho canónico, liturgia y moral, que son las áreas fundamentales en la vida del sacerdote y que marcan su futuro.
De este último, parten los ministerios ordenados: el diaconado que pueden partir del tercer año de formación y, finalmente, el ministerio sacerdotal.
Ocho años no son suficiente.
Los ocho años de formación no garantizan que un seminarista esté preparado para ser sacerdote, advirtió el padre.
"Siempre hay temores de dejar lo que estamos haciendo, sin embargo, yo tuve la certeza de estar haciendo lo correcto”, explicó.
Los prejuicios personales también influyen en su formación, y muchas veces surge la interrogante del cómo siendo pecador podría llegar a ser sacerdote.
Explica el formador que en el Seminario Mayor San José, siempre hay margen para equivocarse, y un gran porcentaje de los que ingresan no completan la formación y mucho menos se ordenan.
En el proceso surgen dos opciones: afinar ese llamado que Dios le hace al hombre o descubrir que no es su camino. “Nadie está obligado ni se le lava el cerebro y la puerta de salida siempre estan abiertas”, detalló.
No obstante, el último año de preparación es donde realmente debe concienciarse de que el sacerdocio es un compromiso para toda la vida.
El párroco explica que en cierta forma el seminario es como una burbuja que brinda un ambiente de protección, que ofrece todo para llevar una vida tranquila, desde alimento hasta un lugar para vivir, pero cuando se acaba y deben afrontar un ministerio pastoral, es cuando conocen la verdadera misión del sacerdocio.
Otros de los aspectos más delicados y a su vez cuestionado por la sociedad, es asumir el hecho de llevar una vida de célibe.
"Nadie nos engaña o coacciona”, aclara. El sacerdote es consciente de que debe llevar este estilo de vida porque la iglesia lo propone de esta manera y es una condición que va unida al ministerio sacerdotal, al menos hasta la actualidad.
"Asumir este proyecto de vida y estar consciente de él, da miedito" y es por ello que están los momentos de oración", señaló entre sonrojos y esquivando miradas el hoy formador de sacerdotes.
Por ello, cuando un seminarista no muestra consolidación respecto a la identidad y configuración con el ministerio que debe ejercer toda la vida, se le asigna una labor pastoral para observar si realmente manifiesta las actitudes necesarias para ejercer el sacerdocio en el futuro.
Explica José que si una persona tiene confusión en su vocación, no puede ordenarse. El sacerdote debe ser una persona convencida de que su llamado es real, puntualizó.
Realidad del sacerdocio en Panamá
La reducción de la población de seminaristas en Panamá, es una realidad. Este año sólo 4 aspirantes ingresaron al Seminario.
Igualmente, las estadísticas destacan que anteriormente 2 o 3 sacerdotes se ordenaban cada año, mientras que en la actualidad, la misma cantidad lo hace, pero cada dos años.
El Seminario Mayor San José alberga a unos 70 seminaristas de los cuales sólo 4 esperan ser ordenados.
El padre José atribuye este hecho a que la sociedad ofrece muchas opciones a los jóvenes que mitigan la vocación sacerdotal.
Recuerda el sacerdote, que a finales de los años 80 la iglesia vivió un momento puntual dentro de su caminar a través de La Gran Misión Nacional, una etapa donde floreció abundantemente la vocación sacerdotal y mucho de esos aspirantes lograron ordenarse.
En la actualidad la iglesia realiza una misión focalizada, donde cada parroquiano misiona en sus comunidades. "De pronto será más lento y menos atractivo, pero puede echar más raíces", indicó.
En los últimos 35 años, alrededor de 148 curas se han ordenado entre ellos obispos como monseñor José Domingo Ulloa y Uriah Ashley de la diócesis de Coclé.
El Seminario Mayor San José es el único completo en todo el país, sin embargo, las diócesis de Colón y David brindan la etapa propedéutica y en las diócesis de Santiago y Chitré se prepara seminaristas hasta el ciclo de filosofía.
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