Ex miembro de la banda de Pablo Escobar reinserta a jóvenes delincuentes en Perú
- MÉXICO
Un ex pandillero peruano deportado de Brasil por homicidio y de Colombia por asalto a mano armada, y hoy director de una agrupación de ayuda a jóvenes, se han convertido en símbolo de lo que se puede lograr para reinsertar a muchachos delincuentes.
El trabajo de Elmo Molina con los ex pandilleros de dos distritos de Lima se exhibe en el marco del Primer Congreso Mundial de Justicia Juvenil Restaurativa, que reúne desde hoy a cientos de terapeutas, abogados y cooperantes en Lima.
Integrante de la banda de narcotraficantes de Pablo Escobar en Medellín (Colombia), autor de un homicidio en Brasil y miembro de la pandilla más sanguinaria de Centroamérica (la mara salvatrucha), hoy Molina se dedica a reconducir a jóvenes que transitan por el lado peligroso.
"En el año 93 decidí dejar todo eso, tenía 23 años y me sentía como de 80, había vivido muchas cosas, había visto mucha muerte y estaba metido hasta en drogas", declaró a Efe Elmo Molina, integrante de la agrupación juvenil Los Halcones.
Molina, de 39 años, convirtió las calles de Lima en su casa a los 8 años y, después de formar parte de varias pandillas en la capital peruana, llegó a Brasil, de donde fue deportado a los 16 años por asalto y homicidio.
Después de una corta temporada en Perú, Molina viajó a Colombia y se unió a los 19 años a una de las pandillas del abatido narcotraficante Pablo Escobar en la ciudad de Medellín, y fue nuevamente deportado a su país, pero en esta ocasión por asalto a mano armada.
En Honduras, "estuve con la mara salvatrucha, me abalearon dos veces y nuevamente retorné al Perú para organizar una pandilla más", relató.
A los 23 años, Molina decidió emprender un proceso de cambio y se demostró a sí mismo que "el ser humano es redimible", dejando de lado la opinión de "mucha gente" que no creía que podía cambiar.
En 2000, el ex delincuente formó una agrupación juvenil con una pandilla muy peligrosa del centro histórico de Lima, llamada Los Halcones, para que ofrezcan vigilancia vecinal, a cambio de un pago mensual.
"Se redujo el índice de robos a las casas, (porque) ellos podían identificar rápido a quienes querían robar una casa porque conocen el código de la calle", señaló Molina.
Hoy ese primer grupo, que tuvo que vencer la resistencia inicial de los vecinos, se ha convertido en una pequeña empresa reconocida por la Municipalidad de Lima por su apoyo social.
Molina contó que actualmente coordinan el funcionamiento de cuatro pequeñas empresas con unos 80 jóvenes de los distritos de Comas y San Juan de Lurigancho, que se dedican a la confección de camisetas, artesanías en cacho de toro y un comedor para niñas víctimas de violencia sexual.
"Hacer una formalización es un proceso que va desde tomar conciencia, recuperar los valores, recuperar la imagen del barrio, y que sean aceptados que es lo más difícil, que la gente los acepte después de la historia violenta o de delincuencia que han tenido", explicó.
La experiencia de Molina es una de las más llamativas en este primer Congreso Mundial de Justicia Juvenil Restaurativa, donde los participantes, terapeutas, psicólogos y asistentes sociales, de 50 nacionalidades, pueden incluso adquirir los trabajos de los ex delincuentes.
El siguiente grupo juvenil que ha captado la atención de Molina es el de los pandilleros del puerto del Callao, vecino a la capital, por el clima de inseguridad que han implantado en esa zona y el resto de la ciudad.
"La propuesta del cambio y mejoramiento de vida también va a partir de ellos", dijo Molina, tras anunciar que la primera tarea de los pandilleros será pintar las fachadas de sus barrios.
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