El argentino Villar Rojas ocupa las Tullerías con una escultura monumental
- Roberto Acuña
El artista argentino Adrian Villar Rojas, representante de Argentina en la Bienal de Venecia de este año, inauguró hoy en los jardines de las Tullerías de París una escultura monumental con la que se completa la instalación por él creada para el certamen italiano, según comentó en una entrevista con Efe.
Titulada "Poems for earthlings" (Poemas para terrestres), la pieza que acaba de concluir en París "está directamente relacionada" con las once esculturas de Venecia reunidas bajo el lema de "El asesino de tu herencia", que han impactado a la crítica internacional.
La de París "es la numero doce, de alguna manera", subrayó este creador nacido en Rosario, hijo de madre rusa de origen judío y también descendiente de indígenas incas peruanos y de españoles.
En las Tullerías, no muy lejos de la pirámide de vidrio que da acceso al museo del Louvre, las dimensiones son mayores, aunque todas las obras de la serie giran en torno a los mismos temas: la desaparición de la especie y la eventual existencia de múltiples dimensiones espacio-temporales.
Debido a la fuerte vinculación con Venecia, continúa sus temáticas "sobre el fin de la humanidad y sobre cómo esos últimos momentos podrían ser utilizados", sobre cómo "reposicionar, desde donde estamos, el arte y la práctica artística", y sobre qué pasaría "si otra especie intentara reproducir esos ritos de producción visual", dijo.
De ahí el título, "Poemas para terrestres", pues "la práctica artística, hasta donde sabemos, es exclusiva de esta especie", dijo, o por lo menos en alrededor de 6.000 millones de años luz a la redonda "los únicos que están produciendo lenguaje somos nosotros", añadió.
La idea de las once esculturas que están en Venecia es que "en cierta forma son la misma, pero en distintas dimensiones", y ésta número doce "sería una nueva aparición", que además "conecta el planeta" mediante dos ciudades situadas a kilómetros de distancia.
"Es imposible ver o pensar la pieza globalmente sin pensar el planeta como espacio de trabajo. Eso era algo que me interesaba muchísimo en este proyecto", indicó su autor.
En París, su gigantesca estructura tubular blanca, de entre 35 y 40 toneladas de peso, construida con diez toneladas de arcilla y algo menos de cemento, enfoca directamente como un cañón a la calle Rivoli y, a lo lejos, entre manzana y manzana, a las cúpulas de la Basílica del Sacré-Coeur de Montmartre.
En Venecia, sus once compañeras superan las dos toneladas y miden seis metros de altura, pero, dado el espacio y el lugar, "se ven allí tan grandes como se ve esto", resaltó este artista, que de niño se interesó ante todo por el arte; desde que tiene memoria dibujó y luego estudió Bellas Artes.
Del futuro de su nueva pieza, construida por un equipo de once personas en dos meses de trabajo intensivo, comentó que se quedará en París hasta finales de octubre y después "se destruirá", entre otras razones por ser "imposible de transportar".
Son piezas "efímeras", construidas con material "muy frágil" y difícilmente desarmables, algo que forma "parte de la vida del proyecto", explicó.
La de París, que hasta ayer mismo "parecía un campo de batalla", se hizo por separado, "por cuartos de anillos", con una mezcla de 60 por ciento de arcilla y 40 de cemento frente a la habitual del 30%, por estar destinada al aire libre, comentó el autor de la también monumental "Mi Familia Muerta" (2009).
Durante su construcción, el equipo trabajó como en una fábrica, o un taller de arquitectura, "no había decisiones estéticas" y tampoco durante la instalación. "Es una pieza tan grande que uno decide y, una vez que decide, hace", comentó.
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