Arnulfo Arias Madrid, más que un político
... a menos de 2 meses de su alumbramiento, mientras las familias conservadoras huían del pueblo de Penonomé, ocupado por Victoriano y por sus tropas, Arnulfo fue rozado por el plomo de una bala ardiente. Esa herida, dicen, sería premonitoria de su agitada vida pública a futuro.
A los tres días de su llegada recibió una oferta de trabajo del gobierno, para trabajar en el Hospital Santo Tomás. Podemos decir, que inició su vida profesional como un funcionario público al servicio del Estado. Tomada del twitter @panamenistas
Cuando una figura histórica se lanza a los torrentes de la vida pública, parece sumergirse por completo en ellos; así, quedamos con visiones limitadas de sus vidas y pensamos que solo fueron hombres entregados a la vida pública, que no fueron hijos, que no fueron padres y profesionales. En el caso particular de Arnulfo Arias, es importante disipar ese mito porque, como el resto de los mortales, también provino de una familia, hizo una familia, fue padre, esposo y profesional dedicado.
No siempre se dedicó a la vida y a los cargos públicos, ni fue un político profesional; todo lo contrario, yo lo catalogo como un profesional con vocación política. Ese hecho queda demostrado por su consagración a los estudios, que lograron hacerlo regresar a Panamá en 1925, luego de una ausencia de 10 años, ya formado como médico especializado y como el único panameño graduado en la Universidad de Harvard, la más prestigiosa de Estados Unidos.
El mismo Arnulfo menciona en una entrevista concedida a La Estrella de Panamá, a escasos meses de su regreso, que a los tres días de su llegada había recibido una oferta de trabajo del gobierno, para trabajar en el Hospital Santo Tomás. Podemos decir, entonces, que inició su vida profesional como un funcionario público al servicio del Estado; pero para los médicos esa era una misión y un sacrificio necesario para poder servir con su talento a los más necesitados.
Podía perfectamente haberse dedicado a la práctica privada de la medicina en cualquier lugar del mundo, pero por sus convicciones personales arraigadas decidió servir a Panamá, expresándole su amor al practicar aquí la medicina.
Ese amor a la patria fue característico en Arnulfo, y marcado, tal vez, desde su más temprana infancia, en el seno de un hogar en el que se le inculcó el amor por este suelo, por el trabajo y por el estudio. Al contrario de lo que muchos podrían pensar, los orígenes familiares de Arnulfo Arias son humildes.
Su abuelo paterno, Gabriel Arias Salazar, había nacido en la provincia de Cartago en Costa Rica y, por alguna afortunada circunstancia del destino, vino a radicarse en Panamá, en el Penonomé de entonces, de esa primera mitad del siglo XIX.
Antonio Arias Castillo y Carmen Madrid de Arias fueron sus padres; un hogar conformado por nueve hijos en total y dedicado mayormente a la ganadería y al pequeño comercio. Pero lo curioso es que, a través de esa modesta economía familiar, pudo el hogar Arias Madrid lograr esa crianza y esa educación formal de tantos hijos, entre los cuales destacaron en la vida pública Arnulfo Arias y Harmodio Arias, dos presidentes que compartieron una misma cuna y una misma mesa en un hogar humilde. No me cabe duda a mí que parte de sus logros se remontan al periodo de crianza más temprana y a la educación estimulada por sus padres.
Alguien dijo alguna vez que los tiempos difíciles hacen hombres fuertes y que los tiempos fáciles hacen hombres débiles. Arnulfo Arias nació en tiempos muy difíciles, en medio de una guerra marcada por violencia y por carnicería sangrienta entre los liberales y conservadores, la Guerra de los Mil Días.
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La propia Carmen Madrid recordaría con pesar esos días y expresaría su pena así: "Quedamos, al terminar la guerra, sin una vaca, y esto es decir algo para quienes hacían su vida y su negocio de la ganadería. Fue una época dura para mí como madre de familia".
Los tiempos marcan a los individuos desde el vientre y las inquietudes de las madres las vive el niño que no ha nacido aún. La guerra, los despojos, las necesidades, fueron una parte de la vida más temprana de Arnulfo. Tanto así que, a menos de 2 meses de su alumbramiento, mientras las familias conservadoras huían del pueblo de Penonomé, ocupado por Victoriano y por sus tropas, Arnulfo fue rozado por el plomo de una bala ardiente. Esa herida, dicen, sería premonitoria de su agitada vida pública a futuro.
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