¡Borrar a la maestra de matemáticas!
Sin lugar a dudas, quienes hayan leído el titular de este escrito sabrán a qué me voy a referir. Lo que tal vez algunos ignoren todavía es si voy a elogiar la inspiración o el ingenio del creativo o, por otro lado, a criticar la falta de estas virtudes en quienes tienen el compromiso de hacer publicidad, no sólo con el propósito de llamar la atención, sino con el de provocar, finalmente, por convencimiento, la compra del producto o servicio por parte de los consumidores.
Adicional a esto, es importante recalcar la responsabilidad social que le compete a todo aquel que usa los medios de comunicación masiva para transmitir información, bajo la premisa que se desconoce el número y la calidad de los receptores, porque muchas veces el mensaje, queriendo ser atractivo, se convierte en un trastocador de los valores que la sociedad y los medios deben defender.
Hace algunas semanas apareció en la pantalla chica la propaganda de un almacén, donde ciertos niños se acercaban al mostrador a solicitar útiles escolares con características muy especiales, entre los cuales: un borrador "que borre a la maestra de matemáticas".
En un país donde las noticias nos advierten del pésimo ejemplo de madres golpeando a las maestras de sus hijos, cuando otrora eran veneradas como aliadas de lujo en la formación académica y moral de sus vástagos, todavía tenemos que someternos a las ligerezas del mensaje y soportar la falta de tacto de una publicidad como la mencionada, donde la expresión de base, a mi juicio, incuba dos odios: uno contra la maestra y otro contra las "malqueridas" matemáticas. En ambos casos hasta pudiésemos hablar de cierta apología del delito.
Con una educación como la nuestra, donde el alumno recibe tantas influencias negativas desde la calle y el barrio; donde la computadora y su Internet culturizador materializan la máxima del abuelo de un amigo mío que señalaba: "ustedes van a ver que lo moderno va a traer atraso"; donde los estrenos de las novelas en televisión son promocionados con las palabras motivacionales mágicas de odio, traición y venganza; donde después de un descanso para el alma y el espíritu de los panameños amanecemos con el anuncio tenebroso de una Nueva Temporada de Laura.
Catalogamos como pésimos esos ejemplos de mensajes promocionales codificados por emisores que deben usar su imaginación con un sentido más altruista y constructivo.
El asunto no es tan trivial como a simple vista parece. Recientemente dio la vuelta al mundo una noticia donde un grupo de mozalbetes -todavía hediondos a pampers- estaban planificando, literalmente, "borrar a su maestra", la que se salvó por el soplo de algún compañerito que, a lo mejor, no había recibido aún la influencia de mensajes como el de la publicidad de marras. Y todavía, nos damos el tupé doble moralista de anunciar en mensajes cívicos a los cuatro vientos que: "La violencia no es una solución panameña".
Por otro lado, en vez de promover en los jóvenes a través de los medios el respeto por el docente y la importancia y el gusto por las matemáticas, en un mundo que cada día reclama más el conocimiento de esta disciplina, tratamos de "atornillar al revés".
Hace apenas un par de días escuchábamos el llamado agónico del Ministro de Educación solicitando, con carácter de urgencia, profesionales relacionados directa o indirectamente con esta rama del saber humano para nombramiento expedito, pues hay escasez en el mercado laboral.
Tenemos que hacer un alto. La comunicación no es un juego de chiquillos. Es un arma en potencia y como decía una vieja propaganda brasilera de la década del ?70: "A vítima pode ser voçé" (La víctima puede ser usted). Así como ayuda, puede destruir con lesiones insospechadas la mente y la actitud de quienes la reciben.

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