Panamá
Crónicas II
Se me ha hecho tarde ¿no? Me visto en carrera contra el tiempo y salgo con prisas hacia una escuela primaria.
- Alonso Correa
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- - Actualizado: 07/6/2023 - 12:00 am
Se me ha hecho tarde ¿no? Me visto en carrera contra el tiempo y salgo con prisas hacia una escuela primaria. La brisa mañanera, fría y húmeda, me iba deshilando el sueño de la cara. Caminos vacíos, aceras abandonadas y una ciudad dormida eran los compañeros que me habían tocado en esta travesía. Reviso el reloj, 8:10 a. m. El camino se hacía más largo entre más me acercaba, el cansancio, desaparecido por las prisas de una tardanza, se tornó en ansiedad.
¿Haría bien lo que me tocaba hacer, tendría la fortaleza para realizar la tarea en mí impuesta, tenía claro qué era lo que tenía que hacer? Las dudas se apilaban en mi cabeza, pero al girar en una esquina y darme de bruces con la entrada del colegio, todas desaparecieron de pronto. Había entrado en un modo distinto, ahora no era tiempo para dudar, todos tenían preguntas, pero la respuesta siempre era la misma: "Tienes que barrer para casa".
Un rápido repaso de las mesas que ahora estaban bajo mi atenta mirada, un formal saludo con los demás observadores y una rápida búsqueda de algún sitio para posar mi esqueleto, ya tenía la fórmula de todo esto, es más sencillo de lo que pensaba.
Las horas tardan en recorrer mi reloj, los minutos se niegan a abandonar mi muñeca, el cansancio de la repetitiva imagen de un salón medio vacío se imprime en mis retinas y hace más tedioso el ligero trabajo de no hacer nada. Para distraerme, comienzo a deambular, a dar vueltas alrededor de la estructura educativa. Con cada paso un nuevo pensamiento comienza a erosionar la razón de estar ahí.
La democracia es un papel impreso, la democracia es un sobre, la democracia es una caja transparente, la democracia son tres personas en una mesa, la democracia es una fila, la democracia es un domingo por la mañana. ¿Tiene algún sentido todo este esfuerzo? Parece un juego de niños, parece una trampa a plena luz del día. Las reglas arbitrarias y la discordia todavía tardaban en aparecer, pero los destellos de una organización caprichosa hacían todavía más agobiante mantenerte firme ante la pestilente realidad de que todo lo que tenías frente a ti no era más que una vulgar pantomima.
Van diez horas desde que todo esto empezó, diez horas de pie, viendo una lenta marea de gente entrar, votar e irse, diez horas de la más absoluta y aburrida democracia. Se cierra el mercado, se termina el derecho inalienable de votar, se acabó la votación. Inicia una pesada rutina que mantiene la transparencia en el momento más crítico de "LA DEMOCRACIA". Se cuentan una vez los sobres, otra vez los sobres y una tercera vez los sobres; se cuentan una vez los votos, otra vez los votos y una tercera vez los votos.
Se extraen los que 'no valen', se pelean los que 'no cuadran', se agitan los ánimos. Se dividen por partidos y se cuentan los montones una vez, otra vez y una última vez. Se suman los números, se validan los resultados y se termina la función. 15 horas ha durado el acto democrático de votar, quince horas se leen fácil, pero se pasan lenta y tediosamente.
Al final del día, con el Sol bien escondido detrás del horizonte, todo sigue igual, no cambia nada. El mundo sigue girando, la gente se sigue muriendo, los animales se mantienen bajo el natural dominio de sus instintos y nosotros, como los arrogantes semidioses que nos creemos, empujamos el péndulo de la historia, como una guillotina que, tarde o temprano, nos pasará factura.
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