Panamá
Cuando los votos se botan
- Arnulfo Arias Olivares
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"No le peguen al partido", dicen unos; "Hay que barrer para dentro", dicen otros. Deformados, sin duda, por la forma clientelista en la que se formaron.
"No le peguen al partido", dicen unos; "Hay que barrer para dentro", dicen otros. Deformados, sin duda, por la forma clientelista en la que se formaron. Con mucha pena, me tocó ver cómo las banderas del partido panameñista, e implementos de promoción electoral, terminaron en el cesto de basura, justo en las afueras de nuestro partido, llevándose también con ellos el supuesto liderazgo de quienes, hasta ahora, no supieron dirigir la ideología panameñista.
Simbólicamente, parece que tocamos fondo ya como partido; y ese es un buen síntoma, porque ascender toma su tiempo, pero caerse es cosa de minutos. Reconocemos, hoy, que la forma electorera de hacer política que se ha venido promoviendo dentro de las filas de nuestro colectivo ha fracasado.
Las autoridades del partido, desde hace ya más de una década, han perdido por completo el norte, para convertirse en una maquinaría fría mercadeo político. Olvidaron de que no hay ninguna diferencia entre ser un panameño y ser un panameñista. Se olvidaron de lo que es ser hombres y profesionales con vocación política y codiciaron esa mieles del poder, sin pretender otra cosa en la vida que vivir de los erarios públicos.
El votante le ha pasado una factura cara a nuestro partido, y dos veces ya. Como la cabeza de agua que se escucha ya muy tarde, así fue la devastación para esos "líderes" incautos, que no tuvieron previsión y que carecen de sabiduría, a pesar de tantos títulos. El panameñista debe ser bueno en gobierno, pero debe ser excepcional en medio de la oposición, porque no se siente cómodo con ser "oficialista". En esos casos, prefiere ser solo "servidor", porque el servicio es la razón de ser de nuestras enseñanzas olvidadas. ¿Cómo hemos llegado al fondo de ese pozo, de ese aguaje oscuro en el que nada se refleja ya y en el que viven en comodidad personas que no tienen sensibilidad social, que no escuchan a la población, que no tienen ni siquiera escrúpulos cuando el votante los critica justamente?
Una vez que se ostenta el cargo de Defensor de los Panameñistas, como lo hice yo, nunca se puede dejar de defenderlos; porque defender a un panameñista, es igual que defender a un panameño. Cuando se comprenda que el partido no es una escalera para alcanzar las cimas aterciopeladas de los cargos públicos, que el panameñista está obligado a ser igual cuando ha llega a ocupar un cargo, que cuando no lo ocupa, que no lo mueven odios personales, que sus luchas son sinónimos de causas y sus causas son sinónimos de lucha, entonces, solo entonces, se enderezarán los rumbos de nuestro colectivo.
Hace más panameñismo la madre soltera que con esmero le cocina el desayuno humilde a sus hijos para que asistan a la escuela, empeñada en mejorar sus vidas, que esos seudo dirigentes que ocupan cargos directivos dentro del partido, refugiados dentro de un ambiente complaciente y acondicionado, que desde las pantallas frías tratan de vivir las realidades que otros viven, que se encumbran en los cargos explotando a otros en su buena fe, que no se ensucian los zapatos finos conociendo las necesidades reales del país.
Desatender ese llamado que el pueblo le ha hecho a los panameñistas, es tratar de enquistarse en la nada, porque en eso queda todo colectivo que no sabe escuchar a su pueblo. Todas las autoridades que ocupan cargos directivos deben renunciar y dar así el ejemplo de que, dignamente, han escuchado ese mensaje que, a escasos días de las elecciones, todavía retumba en los oídos de nuestra nación.
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