Exploración minera
De comunidades, tierras y desinformaciones
La conjunción de institucionalidad, empresas serias y profesionales comprometidos con su país, podrá garantizar que la minería se realice con plena conciencia y confianza en las buenas prácticas.
- Carlos Salazar
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- - Publicado: 25/8/2021 - 12:00 am
Anteriormente, hemos aclarado ya, que la exploración minera no es explotación, y que su impacto es tan ínfimo como el causado por los geólogos al caminar por el campo tomando muestras. Explicamos que, para programar una eventual campaña de perforación, se requiere, por ley, un estudio de impacto ambiental, al cual se le da cumplimiento y seguimiento por parte del Ministerio de Ambiente, con impactos mínimos y comprobables. Hoy ampliamos otros aspectos relacionados con la exploración, antes, durante y después de aplicar y obtener la concesión en el Mici.
Tan pronto ingresa en la Dirección Nacional de Recursos Minerales una aplicación para solicitar una concesión de exploración, de forma automática, los grupos antimineros organizados se presentan en las comunidades aledañas a las zonas solicitadas en la aplicación, se inicia un proceso propagandístico intenso; se les dice a los lugareños que les van a quitar sus tierras, que los van a expulsar del área y, por supuesto, no puede faltar la proyección de la película de La Oroya (complejo metalúrgico peruano, uno de los lugares más contaminados del planeta, el cual no es una mina).
Con esto consiguen aterrorizar a la audiencia, al tiempo que les ofrecen ayudas que nunca antes llevaron, no llevan, ni llevarán, dado que ese no es el objetivo de su campaña. La Constitución y las leyes en Panamá son muy claras: ningún concesionario de exploración se convierte en dueño de la tierra delimitada en ninguna zona de concesión.
Para explorar, la empresa, debe llegar a un acuerdo mutuamente favorable con el dueño de la tierra, quien nunca pierde su propiedad ni sus derechos posesorios. Conseguido el acuerdo, se firma un contrato de permiso de acceso con el propietario para que el personal de geología pueda acceder a los terrenos del legítimo dueño.
Esos contratos, generalmente, son por un período de seis meses o un año y, como ya sabemos, en el 98% de los casos, la exploración termina sin resultados positivos; por lo que el grupo de exploración se retira del sector, habiendo dejado ingresos directos e indirectos al dueño y a las personas contratadas para realizar diversas tareas de asistencia a los ingenieros.
No es cierto que, al obtener una concesión de exploración, “al concesionario se le entregan miles de hectáreas”, la concesión no otorga propiedad alguna sobre la tierra; solo permite realizar estudios de la misma, a través de programas de muestreos, explicados en nuestro artículo anterior, tampoco es cierto que en Panamá se haya desplazado a comunidad alguna por ningún proyecto minero, Panamá en cifras es una buena fuente para corroborar con exactitud, quiénes, dónde y cuándo han vivido en determinadas regiones del país.
La interacción que se logra con las comunidades en los procesos de exploración es mutuamente beneficiosa. Las empresas, sin proponérselo, se convierten en súper ministerios, ya que, las comunidades, generalmente muy deprimidas económica y socialmente, se encuentran en urgente y postergada necesidad de apoyo en una serie de actividades que van, desde la construcción o adecuación de acueductos rurales, construcción de aulas escolares, acondicionamiento de campos deportivos y entrega de equipos para la práctica de esos deportes, abastecimiento de botiquines de primeros auxilios… al mejoramiento de vías de acceso a las vías principales y, por ende, a los pueblos con mayores ofertas y oportunidades comerciales de toda índole.
Las autoridades locales de inmediato se involucran directamente con los equipos de ingenieros en los procesos de exploración y siempre son portavoces de las necesidades de las comunidades. Estas suelen comprender, desde la ausencia de atención médica a infantes de escasos recursos con enfermedades muy serias, por las cuales nunca recibieron la adecuada atención de facultativos, hasta el apoyo y acondicionamiento de comedores infantiles, en muchos casos, único acceso a una comida caliente para estos niños en el día. Quien no lo ha vivido, le resultará difícil comprender las carencias a las que nos referimos.
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En mi experiencia de 35 años, a lo largo y ancho del país y del continente, en lugares remotos, acostumbro acompañarme también de profesores de agricultura, para instruir a las comunidades apartadas en técnicas de producción de hortalizas y otros cultivos, aportando en el proceso, herramientas e insumos para que sigan utilizándolos, incluso, cuando la exploración haya culminado, las semillas juegan un papel fundamental en estos procesos. Es común encontrar a algunos empresarios oponiéndose a la actividad y patrocinando grupos para promover moratorias a las concesiones de exploración. Resulta que la filosofía e idiosincrasia de esos empresarios no les permite invertir en exploración.
Ellos quieren retorno inmediato y con buenos rendimientos (lo cual es legítimo); lo incorrecto es que luego de ver a otros empresarios que han invertido por 10, 20 o 30 años, sin haber recibido ningún retorno, al descubrir un yacimiento (2% de probabilidad) y al ver que el mismo tiene un valor potencial muy bueno, para ellos, es como jugar a una ruleta a ver si hay o no hay.
No hay cultura de inversión en este tipo de negocios, algo que paulatinamente irá cambiando, en la medida que Panamá se vaya posicionando como país minero y el capital nacional, se vaya familiarizando con este tipo de inversiones. Existe mucha falta de conocimiento, mucha desinformación y mucho activismo mal enfocado que persiste en satanizar una actividad lícita, que ha acompañado a la humanidad y la seguirá acompañando, solo porque “a mí no me gusta la minería”.
Debemos informarnos mejor, con aquellos que pueden enseñarnos a aprender y comprender con detalles, los diversos procesos y actividades que involucran ingeniería, finanzas, derecho, sociología y muchas otras ciencias y disciplinas del conocimiento. Usted nunca verá a un minero opinar en medios sobre cirugías de columna. Panamá necesita del concurso de sus mejores cerebros en cada rama del saber.
Necesitamos educar a más y más panameños en carreras de geología, ingeniería de minas, geofísica, geoquímica, ingeniería química, topografía minera, economía de los minerales y beneficio de minerales y propiciar la docencia y el acceso a las realidades que encierra el estudio, desarrollo y activación científica de la actividad minera.
Así como no todos los abogados son iguales, ni todos los médicos, ni todas las empresas de turismo son iguales, ni todos los diputados son iguales; así mismo, no todas las empresas ni todos los proyectos mineros son iguales, ni siquiera los yacimientos.
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Precisamente es esa diferencia la que hace imperante que el Estado juegue su papel y fortalezca su institucionalidad, para extinguir la discrecionalidad. Nombrar funcionarios probos es el primer paso para evitar los actos, que contribuyen a alimentar la animadversión hacia la exploración.
La conjunción de institucionalidad, empresas serias y profesionales comprometidos con su país, podrá garantizar que la minería se realice con plena conciencia y confianza en las buenas prácticas, desde todo punto de vista, garantiza el resultado de ganar-ganar. No les demos argumentos a los enemigos profesionales de la industria y hagamos siempre, las cosas como debe ser, con probidad y transparencia.
Lo demuestran día a día los panameños en todas las áreas, notoriamente en el Canal y en el Gorgas, pero también, en la actividad que usted, lector, probablemente desempeña con honradez y eficiencia.
Ingeniero de minas.
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