Panamá
De la falsación y la credibilidad de un discurso
- Silvio Guerra Morales
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Como se sugiere en el gatopardismo: "Que viva el cambio, que vengan nuevos cambios, para que todo siga igual".
En un momento dado escribí un artículo que intitulé "Las Falacias del Discurso Político", y señalaba, harán más de diez años que: "Gran parte del discurso político ante el pueblo panameño se presenta o gesticula como un discurso de palabrerías por parte de quienes no logran interpretar los reales problemas de nuestra gente y del Estado.
Lo peor de las argumentaciones que presentan quienes tratan, a toda costa y con gran esfuerzo, de justificar el statu quo, consiste en que insertan el presunto análisis dentro de una aparente lógica que gana para sí a muchos ingenuos o incautos que creen o consideran que los gesticuladores de ese discurso tienen algo de razón y, consiguientemente, se dejan convencer de modo fácil.
Lo que no saben o ignoran esos adeptos, los partidarios del falaz y superficial discurso, es que detrás de toda esa parafernalia o madeja de palabras se esconde un mundo de mentiras y de expresiones muy bien acomodadas con las que se pretende elaborar defensas a los operadores del poder político".
Lo que escribí, en ese entonces, sigue teniendo plena vigencia, nada ha cambiado.
Como se sugiere en el gatopardismo: "Que viva el cambio, que vengan nuevos cambios, para que todo siga igual". Qué podemos esperar, o a qué debemos esperanzarnos?. Del mismo modo he señalado lo siguiente: "Es así como, frecuentemente, vemos, oímos y leemos a ciertos "analistas" de la cosa política panameña y que con gran denuedo conjeturan tesis o teorías totalmente descabelladas, pero que a nadie engañan con todo ese malabarismo de política barata o de a centavos".
El gatopardismo sigue vigente, rampante, viviente. Hoy más que nunca. Los discursos siguen siendo agoreros, cubiertos de una manta de optimismo y de bondad, ellos encierran ideas mefistofélicas, perversas, todos quieren hacerse del poder, de las mieses del poder. Ojalá que todo cambie, pro para que nada siga igual. Tras la necedad de pobres defensas, observamos a diario que estos discursos son objeto de la más virulenta mofa y sarcasmo por parte de la comunidad que es la que padece el hambre y las penurias propias de la miseria.
Mis palabras en el pasado siguen vivas y por ello sigo pensando que se esgrime, últimamente, que el Estado no puede resolverlo todo y que se requiere cierta participación ciudadana que impulse la iniciativa propia. Sin embargo, lo que no se dice es que el Estado en nada contribuye a que esa iniciativa surja y prospere. Se hace imperioso que sean adoptadas políticas, en los distintos ámbitos, bien precisas y definidas, que permitan al Estado y al pueblo panameño enrumbarse por mejores derroteros.
Es así como el pueblo panameño censura de los operadores del discurso la hipocresía expresa y nada difícil de advertir por parte de quienes dicen ser solidarios con las necesidades del pueblo panameño, pero amasan fortunas y llenan sus arcas de riquezas, en no pocos casos mal adquiridas y logradas con la ley del menor esfuerzo, menos del producto del trabajo honesto y esmerado.
Esos operadores del discurso son incapaces, tan siquiera, de dar una limosna al menesteroso que con ojos de angustia y de necesidad se las demanda. Promueven discursos de odio, de división y descomposición.
Sin embargo, insistimos, estos defensores del sistema –que aparecen defendiendo todo en todos los gobiernos y siempre quedan encaramados- se caracterizan por un especial síndrome de mimetismo político que se adapta a todas las situaciones, y así escuchamos de ellos que todos han sabido lo que es la pobreza, de los enormes esfuerzos que hicieron para "ser alguien en la vida", que son transparentes y honestos, que nadie los puede acusar de nada, que son defensores de la moral y de las buenas costumbres, etcétera y más etcétera.
No obstante, las acciones de muchos de ellos hablan lo contrario y es así cómo devienen en falaces e hipócritas. Estos son los que suenan címbalos y trompetas cuando hacen una "buena obra", y a través de una publicidad pagada desnudan ante la faz de la sociedad las necesidades de nuestras gentes.
De ello, sin lugar a dudas, tendrán que dar cuentas al Creador, ya que parece que no hay poder ni juez en la Tierra ante el cual rindan cuentas por los delitos que cometen y que quedan impunes.
Res non verba –hechos no palabras– decían los romanos, y lo mismo debemos exigir de los interlocutores del discurso político, que además de deficiente en contenido y esencia, peca de ser falsario, en el sentido popperiano.
Los llamados dirigentes o líderes políticos, sobre todo, deben convencerse de que hay que superar el discurso superficial por uno que dé cuenta de verdadera transparencia y sinceridad, que contenga palabras pletóricas de vivencias personales frente a los problemas de nuestra gente y, de modo fundamental, que estén impregnadas de auténtico calor humano conforme lo enseña Cristo: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo".
Concluyo diciendo que nos complace, sobremanera, dar la calurosa y cálida bienvenida al nuevo Presidente Constitucional de la República de panamá: D. José Raúl Mulino. Dios quiera que su gestión, es mi sincero deseo, se distinga por ser un gobierno pro nación, pro defensa social y altruismo por las grandes mayorías nacionales. Fue eso lo que percibí en el discurso pronunciado por él, luego de recibir la comunicación del Tribunal Electoral, de haber sido elegido por el pueblo panameño, como tal, pasados los comicios generales del 5 de mayo. ¡Dios bendiga a la Patria!
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