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Democracia sin Ejército

San José - Publicado:
Ex Vicepresidente de la RepúblicaEl jueves recién pasado Oscar Arias, ex presidente de Costa Rica y Premio Nobel de la Paz, mi hizo el honor de intervenir en la presentación de mi libro Democracia sin Ejército, la experiencia panameña.

Agradezco que hayan asistido los Ex presidentes que propiciaron la reforma constitucional de la desmilitarización.

El acto fue muy significativo para mí, porque la desmilitarización representa, junto con la lucha por la democracia panameña, la tarea más importante que he acometido en mi vida política.

Comparto las palabras que pronuncié en esa oportunidad, comenzando por reconocer el papel de los civiles y oficiales que colaboraron muy de cerca conmigo:Sin Ramón Lima, viceministro de Gobierno y Justicia, Ebrahim Asvat, director institucional de la Seguridad Pública y luego primer director general civil de la Policía Nacional, Raúl Arias de Para, director de Finanzas de la Seguridad Pública, Danilo Toro, secretario ejecutivo de la Policía Nacional, y Virgilio Ramírez, director de Proveeduría de la Policía Nacional, no hubiera podido concebir y emprender la tarea de desmilitarización.

Tampoco lo habría podido hacer sin varios oficiales a quienes su deseo de que Noriega no le hiciera más daño al país los llevó, primero, a intentar sublevarse el 16 de marzo de 1988 y luego, en varios casos a sufrir despido de la institución o incluso cárcel y tortura hasta la caída de la dictadura.

Menciono a algunos: Aristídes Valdonedo, Fernando Quezada, Santiago Fundora, Milton Castillo, Clarence Green y Humberto Macea.

Cuando del 4 al 5 de diciembre de 1990 hubo una intentona de sublevación contra el gobierno democrático, el último coletazo del monstruo, para frenar la desmiltarización y quedarse en una especie de Guardia Nacional militarizada, con poder paralelo al de las autoridades civiles del país, varios de estos hombres con gran valentía.

Ramón Lima se metió en la boca del lobo para tratar de convencer a los cabecillas de la barbaridad que cometían y fue secuestrado; Ebrahim Asvat se apostó pistola en cinto, junto con Humberto Macea, a la entrada de la nueva estación central de policía, dispuestos a impedir a tiros que los sublevados salieran hacia la Asamblea o la Presidencia; Milton Castillo mantuvo a las unidades de Chiriquí fieles al gobierno democrático.

Debo reconocer el papel indispensable en la desmilitarización de los ex presidentes Endara y Pérez Balladares.

Se dieron cuenta que una política que al comienzo fue objeto de críticas extremistas de un bando, porque no se despedía a todos los antiguos miembros del ejército, y las nostálgicas del otro, porque se eliminaba el ejército, había resultado apropiada y comenzaba a ser objeto de consenso.

Y tuvieron el coraje político de impulsar su formalización constitucional con la reforma que comienza: "La República de Panamá no tendrá ejército".

Es conocido mi conflicto con el ex presidente Endara.

Sin embargo, debo decir en honor a la verdad que consulté con él todas las decisiones básicas de la desmilitarización, muchas en detalle, y siempre obtuve en este campo la autorización requerida.

Sin ello no se hubiera podido hacer realidad el proyecto de desmilitarización.

Aprecio la presencia en esta oportunidad de varios de mis sucesores en el Ministerio de Gobierno y Justicia y de sus viceministros, así como la presencia de los directores civiles y los subdirectores uniformados de la Policía Nacional.

Ellos han tenido conciencia de la importancia de su labor para la tranquilidad de los ciudadanos, como factor del desarrollo del país, en aras de la consolidación de nuestra democracia, y han demostrado adhesión a la lógica institucional del modelo de policía civil que se adoptó en 1990.

No sería justo si no reconociera también la contribución de la Comisión Especial de la Asamblea Legislativa para la Consulta sobre la Fuerza Pública, integrada por Legisladores de diversas bancadas, y la del Consejo de Seguridad Pública que funcionó en el Ministerio de Gobierno y Justicia, con representantes de diversos partidos y de la Cruzada Civilista.

A todas estas personas se les debe reconocimiento, pues sirvieron bien a Panamá.

El pequeño libro que he publicado gracias a la iniciativa del Fundación Oscar Arias para la Paz y el Progreso Humano, reúne en sus 137 páginas cuatro enfoques.

Primero, el enfoque del militarismo tal que lo vivimos bajo la dictadura, con particular atención al período entre 1980 y 1989, que corresponde a la crisis progresiva del intento panameño de social-militarismo.

Segundo, el enfoque de la desmilitarización como parte de nuestra transición democrática de 1990 a 1994 y, en consecuencia, como característica distintiva de nuestra democracia.

Tercero, el enfoque del desarrollo del modelo de desmilitarización, con especial atención a la discusión de la Ley Orgánica de la Policía Nacional.

Cuarto, desde la experiencia de un Panamá desmilitarizado, el enfoque de algunas perspectivas internacionales en relación con los Estados Unidos de América, Centroamérica y Africa.

He destacado que la desmilitarización implica un aspecto negativo, a saber la limitación, reducción y hasta eliminación de lo militar en una sociedad, pero implica necesariamente un aspecto positivo, a saber la creación de una policía civil profesional y la gestación de actitudes, instancias y procesos de solución pacífica de conflictos y de auténtica reconciliación.

Además, si la desmilitarización tiene una dimensión nacional, tiene también, en un mundo que se globaliza, una dimensión internacional.

Gracias al consenso que se forjó en torno a la política de desmilitarización, hemos obtenido como país varios logros: la reforma constitucional de la desmilitarización en el año 1994, la aprobación de la Ley 18 de 3 de junio de 1997, o sea la Ley Orgánica de la Policía Nacional, y la aprobación de los Fundamentos de Política Panameña de Seguridad en el año 2000.

Nos queda, sin embargo, mucho por hacer .

Necesitamos fortalecer profesionalmente a la Policía Nacional, lo que requiere, entre otras medidas: un plan de formación inicial y de educación continuada de policías y oficiales de policía, cada día más exigentes, a través de una Academia de Policía plenamente desarrollada; una reconsideración del papel de la Policía Nacional en la recepción formal de denuncias y en los primeros pasos de la investigación de los delitos más comunes; un sistema computarizado de documentación y de comunicación; un plan de mejoramiento salarial progresivo; la aprobación de las leyes orgánicas del Servicio Aéreo Nacional y del Servicio Marino Nacional y la Ley del Consejo de Seguridad Pública y Defensa Nacional, que debe incluir la normativa legal referente al servicio de inteligencia del Estado.

Necesitamos, por otra parte, en el plano internacional destacar nuestra neutralidad, especialmente de cara al conflicto en Colombia.

Si se agrava el conflicto y nos viéramos vitalmente afectados por el mismo, necesitamos estar preparados para solicitar observadores internacionales e incluso en una situación muy grave un contingente de "cascos azules".

Para hacer todo esto por consenso en aras de la seguridad pública, tan frágil actualmente, convendría que el Gobierno Nacional cree un Consejo Asesor de Seguridad Pública, en el cual estén representados los partidos políticos oficialistas y de oposición a través de aquellas de sus personalidades que más conozcan del asunto, para ofrecer el mayor apoyo y la mejor orientación a los servicios de seguridad policial del país.

La política de desmilitarización constituye una de las muy pocas políticas de Estado que hemos acordado los políticos panameños.

Como política de Estado basada en un consenso nacional, es generadora de reconciliación.

Por eso dediqué el libro: " A los panameños y panameñas que murieron bajo la dictadura y en la invasión, víctimas directas e indirectas del militarismo, en la esperanza de que, gracias a una democracia sin ejército, estas muertes más nunca se repitan.

.

.

" Confío que comenzamos a vivir en un Panamá en el cual la desmilitarización hace desaparecer la división profunda entre quienes luchamos por recobrar el civilismo y quienes favorecieron el predominio militarista.

Nuestro futuro requiere un nuevo esfuerzo no ya de rescate, sino de perfeccionamiento de la civilidad, es decir de profundización y ampliación de nuestra democracia, para que ésta nos incluya a todos, nos reconcilie definitivamente y superemos las fracturas económicas, sociales y culturales que aquejan a nuestra comunidad nacional.

Nuestras diferencias han de concentrarse en los diversos modos de perfeccionar la civilidad de nuestra nación.

¡Que más nunca, por nuestras diferencias, nos persigamos, exiliemos, torturemos y hasta nos matemos los unos a los otros! ¡Que más nunca nuestra incapacidad de entendernos provoque una invasión de nuestro país! Esta debe ser la voluntad declarada con humildad por ambas partes en la que hemos estado divididos.

Para concluir, le sugiero al Gobierno Nacional que Panamá y Costa Rica, unidos en la neutralidad activa y en la desmilitarización, que sirve de instrumento de reconciliación interna y de neutralidad externa, le propongan al resto del Istmo Centroamericano compartir estos ideales.

Así, en la región donde antes se concentró el fragor de un conflicto civil violento, ahora se constituiría un oasis de paz.

Si lo hiciéramos, convertiríamos ese proyecto en nuestro ideal histórico concreto, según la expresión de Jacques Maritain en Humanismo Integral.

¡Qué mejor manera de celebrar nuestro Centenario de la Independencia que proponiéndonos, para nosotros mismos y para los pueblos hermanos de nuestra región, este ideal de neutralidad y desmilitarización en la paz, que le imprimiría a nuestra vida el horizonte de una civilización de reconciliación y solidaridad, "en el campo feliz de la unión"! (ariyan@sinfo.

net) (Se puede obtener el libro en las principales Farmacias Arrocha y en la sede del PDC)
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