El carro y el barco, acompañantes de bajo perfil del panameño de antaño
La construcción de caminos terrestres en nuestro país fue endeble ejecutadas por compañías que no les interesaba la calidad de su producto y más bien eran vistas como arterias viales secundarias, para comunicar con los puertos de cabotaje de cada región.
El viaje en barco para largas distancias era mucho más común que en auto. Foto: EFE.
Cuando Panamá se separó de Colombia a principios del siglo XX, la moda en el mundo del transporte lejos de ser las carreteras, las cuales damos por hecho en la actualidad, eran los viajes en barco y los ferrocarriles.
La construcción de caminos terrestres en nuestro país fue endeble ejecutadas por compañías que no les interesaba la calidad de su producto y más bien eran vistas como arterias viales secundarias, para comunicar con los puertos de cabotaje de cada región.
El ferrocarril transístmico, existía desde 1855 y con Belisario Porras se construyó una red ferroviaria en Chiriquí, aunque el plan original era extenderlo hasta Panamá, lo cual nunca se logró por la fuerte oposición de Estados Unidos. La idea original del ferrocarril de Chiriquí a Panamá era del tiempo del presidente Pablo Arosemena.
En tiempos más felices nos reportan desde Antón, en carta de 22 de febrero de 1915, que ya habían carros en esa población, desde donde varias señoritas arrojaron serpentinas y confetis, el martes de carnaval de aquel año.
El Camino de las Sabanas, por medio del cual se podía llegar a Panamá La Vieja, era ya transitado a principios de los años 20 y eran sitios de frecuentes accidentes de tránsito, al atravesar por aquellos años una zona rural, poco poblada y ser rectilínea, de las dos primeras características, ya nada queda.
Un paseo dominical a Panamá La Vieja, visitar casas de campo, en lo que para ese entonces era la periferia este de la ciudad, o darse un agradable chapuzón en el río Juan Díaz, eran parte de las actividades de ocio en nuestra capital que tenían a este camino, como eje vial de primera importancia, este hecho queda demostrado por el anuncio de la estación de servicio Boza y Compañía S.A. que publicaba en el semanario "Gráfico" de 3 de marzo de 1928, sus servicios de venta de gasolina, carga y reparación de baterías, en este camino.
El viaje en barco para largas distancias era mucho más común que en auto, como muestra de esta afirmación, nos enteramos en "El Tiempo", en nota publicada el 19 de septiembre de 1921 que el motovelero "Chiriquí" partió desde San Carlos con dirección a Panamá con doña María Guardia de Higuero y los maestros Carmen Sotillo, José Ángel Noriega y Agustín G. de Paredes, quienes pasarían sus vacaciones en Panamá.
El simple hecho de anunciar estos viajes por periódico, tal vez sea señal de lo extraordinario que era en aquel entonces. Como dato curioso, leemos que quien quisiera viajar a Chiriquí desde Panamá en 1915 debía estar anuente, que debía invertir 2 días de viaje, porque según el itinerario de la Compañía de Navegación Nacional, si salía desde Panamá el 18 de julio, podía estar llegando a Pedregal, el puerto de David, el 20 de julio.
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Para 1921, usted podía viajar a Taboga, que para esos años daba la impresión de ser una especie de "riviera francesa" de la clase alta panameña, en la gasolina "Louisiana" saliendo de Panamá diariamente a las 8 a.m. y los sábados tenía la oportunidad de viajar allá a las 4 p.m.
El Caribe panameño también tenía destinos a los cuales viajar por lancha. Se podía hacer el largo viaje hasta Puerto Obaldía en 1921, saliendo desde Colón a las 10 a.m., en "La Estrella de Coto", haciendo escala en los típicos pueblos de la Costa Arriba: Isla Grande, Nombre de Dios, Palenque, Santa Isabel y ya en territorio guna, en Porvenir, Narganá, Playón Chico, Tupile e Isla de Pinos.
Notemos el nombre de la embarcación que orgullosamente recuerda nuestra victoria en Coto, acontecimiento del cual se cumplieron 100 años, este año. Admitía carga y pasajeros. L. Roquebert e hijos en el mismo año anunciaban viajes en el cómodo y rápido motovelero San Luis con sus doce confortables camarotes hacia Coiba, Pedregal, Remedios y Soná.
Como una jocosa ventana a la actitud de algunas personas del interior, para quienes el carro todavía era una novedad en aquellos lejanos años, El Ají, del 16 de octubre de 1921, reportaba en su sección "Cosas que chocan", que una joven cañaceña que estaba de interna en la Normal de Institutoras, que quedaba en Panamá en ese año, debido a su "montunez", tenía nueve meses de no salir a la calle porque le tenía miedo a los automóviles, ¡cosa que nunca había visto en su tierra!
Como podemos fijarnos, los periodistas de entonces no eran muy "políticamente correctos" en aplicar adjetivos.