Panamá
El valor de la paternidad divina
Un Padre que es providente, que nunca permitirá que me falte el pan de cada día, que me protegerá y defenderá contra el mal más terrible que es hundirme y perder la vida eterna. Esta gran noticia del Evangelio de Cristo es algo sublime.
- Rómulo Emiliani
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- - Actualizado: 05/9/2022 - 12:00 am
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Apreciar la paternidad divina, es profundizar en gran parte de la revelación que Cristo nos ha dado. Lógicamente desde nuestra limitada mente humana, sabiendo que el misterio divino es insondable. Mira, saber que tenemos un padre en el cielo que es Dios, que creó todo el universo de la nada, que no tiene principio ni fin, que tiene todo el poder y la gloria, que es sabio y misericordioso de manera infinita, que nos ama aún y a pesar de todo, y con un amor sin límites, incondicional, esto es algo maravilloso.
Un padre que siempre está pensando en mí, que hasta los cabellos de mi cabeza tiene contados, que me bendice continuamente, que me perdona cada vez que me arrepiento, que entregó a su hijo por mi salvación y que envió el Espíritu Santo para iluminarme, fortalecerme, guiarme.
Un Padre que es providente, que nunca permitirá que me falte el pan de cada día, que me protegerá y defenderá contra el mal más terrible que es hundirme y perder la vida eterna. Esta gran noticia del Evangelio de Cristo es algo sublime.
En verdad soy dichoso, soy un ser privilegiado, somos con Cristo coherederos del reino, ciudadanos del cielo; poseemos en herencia lo más grande, estar con Dios eternamente. Saber que no todo acaba con la muerte, que hay resurrección, vida eterna, un gozo y felicidad plena para siempre, sin final, y que todo esto es porque nuestro Padre del cielo nos ama con todo su ser.
Quien podrá calcular cuánto es su amor, cuán grande es, si su amor es El mismo, que no tiene comienzo ni fin, ni manera alguna de medirlo.
Por lo tanto, no estamos huérfanos, no estamos solos en el mundo, en el universo, sino que Él siempre está con nosotros, desde que estábamos en su pensamiento divino, antes de ser creados. Y nunca jamás estaremos solos.
Somos de Él. En el él nos somos, nos movemos y existimos, dice Pablo. Y eso es sublime. Y que sepamos que Él nos llama hijos queridos, amados, y que nos ama como ama a Jesús. Esto es tan hermoso, tan sublime, tan único.
Bendito sea Dios. Cómo no alabarlo, cómo no darle gracias por todo eso. Un gran signo de su amor es que entregó a su propio hijo por nuestra salvación, siendo en aquel momento todos pecadores, enemigos de él. Sin ningún mérito de nuestra parte, nos amó al extremo dando a su propio hijo para nuestra redención. Jesús nos hizo ver cómo es el corazón del Padre.
Por eso lo llamaba "papá, papacito", con un tono de cariño y de confianza plena. La parábola del hijo pródigo podría llamarse la parábola del Padre Misericordioso, por todo eso.
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