Mensaje
En un mismo barco
Y como nos creíamos dioses, todos esos pedestales donde estábamos encaramados: ciencia, tecnología, poder económico, elitismo, orgullo, vanidad, se vinieron abajo. Y nos dimos cuenta de la muerte existe, cosa que nuestra cultura quiere ocultar, maquillar, eliminar.
- Rómulo Emiliani
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- - Publicado: 17/7/2021 - 12:00 am
Eran las películas las que nos recordaban que éramos una sola humanidad: invasiones de extraterrestres a la tierra, o un inmenso meteorito que llegaba a velocidades supersónicas para destruirnos, o un loco que se hacía con el control del armamento nuclear de una potencia y que amenazaba con lanzarlo al otro país de igual armamento, y cualquiera de estos factores ponía en peligro la existencia humana.
Pues todas estas películas se han visto condensadas en una realidad vivida por nosotros, la pandemia de la COVID-19. Un virus casi invisible se ha propagado por todo el mundo, y ha atacado vorazmente a algunas áreas de la población mundial más que a otras. Y la economía se ha venido al traste. El desempleo, la quiebra de empresas, las cuarentenas, el pánico, el miedo y la incertidumbre han golpeado a gran parte de la humanidad.
Y nos hemos dado cuenta de que somos una sola humanidad. Gente de carne y hueso. En extremo vulnerables, débiles. Y se ha visto a la muerte cerca, rondando por todos lados. Y nos hemos puesto mascarillas.
Y nos hemos apartado de los demás, aunque más cercanos a la familia. Y nos hemos puesto a reflexionar: qué es lo más importante en la vida. Cuáles cosas son superfluas. A qué dedicábamos más el tiempo y las energías. ¿Valían en verdad esas cosas tanto para darles tanta importancia?
Y como nos creíamos dioses, todos esos pedestales donde estábamos encaramados: ciencia, tecnología, poder económico, elitismo, orgullo, vanidad, se vinieron abajo. Y nos dimos cuenta de la muerte existe, cosa que nuestra cultura quiere ocultar, maquillar, eliminar. Que es una realidad como la misma vida.
Y apareció la solidaridad de mucha gente, el ingenio humano, la ciencia usada para el bien, las vacunas y otras soluciones alternativas, y organismos estatales y privados intentando ayudar con lo mejor de sus estructuras.
Y renació la fe en Dios, se planteó en serio el porqué de la vida. Y se unió más la familia. Y se rezó más en las casas. Se valoró más lo que no se pudo tener por las cuarentenas, la asistencia a las Eucaristías, al templo.
Aunque también floreció sorprendentemente la corrupción, el egoísmo, el individualismo, y como siempre los que más sufren por esto, los más pobres. Y se ha visto que mucha gente no ha aprendido la lección: quieren seguir divirtiéndose a costa de que el contagio continúe. Quieren seguir robando, delinquiendo, sin importar nada la humanidad.
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Pero hemos descubierto que estamos en el mismo barco, viajando todos juntos hacia la eternidad, y que lo mejor es ayudarnos todos a todos, para hacer el viaje más seguro y fraternal, más humano y cristiano.
Monseñor.
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