Panamá
¿La cruz un amuleto?
- Monseñor Rómulo Emiliani
- /
- opinion@epasa..com
- /

Claro que la cruz puede convertirse en un amuleto, o en un simple adorno que colgado en el pecho o incluso en las orejas, supuestamente hace más atractiva a la persona.
La cruz puede profanarse, como se hace con cualquier símbolo religioso, incluso con el nombre de Dios, cuando se usa en vano. La cruz o el crucifijo puede terminar siendo un objeto seudo religioso que se usa para protección y repelente de espíritus malos que pululan en casas embrujadas.
Pero la cruz y el crucifijo no son nada de eso. Es un símbolo sagrado que recuerda el gesto máximo de entrega, inmolación y sacrificio que se hace en la historia humana.
El Hijo de Dios, el Verbo encarnado, da la vida colgado en la cruz por la salvación de la humanidad pecadora. Se deja asesinar por un grupo de soldados que representan el poder humano de las armas, todos los imperios, con la complicidad del poder religioso del tiempo, que reflejan lo que es la religión cuando está invadida por el mal.
Y se le mata en nombre de Dios y del César. Y todos los asesinos quedan tranquilos porque cumplieron su misión, y a unos los bendecirá Dios y a otros los premiará el César.
Cuando ves una cruz debes trasladarte al lugar del calvario y recordar que esa agonía fue terrible. El cuerpo se iba desangrando, deshidratando, y el tétano invadía los músculos de Jesús paralizándolos sobre todo en la zona del tórax.
Venía la asfixia y la debilidad impedía que Jesús pudiera impulsar sus pies y piernas hacia arriba y apurar bocanadas de aire.
La desesperación venía por faltar el aire. Y Jesús ve que sus discípulos lo abandonaron menos Juan. Jesús está desnudo y siente vergüenza por eso.
Se han burlado de él, lo han torturado. Es espectáculo público donde ven cómo el que creían era el Mesías muere entre criminales.
La cruz entonces no es un adorno ni un amuleto, sino el signo que nos recuerda hasta donde llegó el amor de Dios. Es el símbolo más sublime que recoge lo que fue y es la gran verdad: que el amor de Dios es absoluto, porque implica una entrega total, plena, incondicional.
Al ver una cruz, al tener en nuestras manos un crucifijo, debería de una vez recordarnos, hacernos tomar conciencia que él nos ama de verdad y para siempre. Se inmoló por nosotros.
Se sacrificó hasta derramar la última gota de sangre y de agua; dio su vida por nosotros pecadores. Nunca juguemos ni profanemos un signo sagrado como es la cruz. Respetemos y
cuidemos la cruz, porque lo que representa es el acto de amor más grande que se haya dado en la historia, la muerte en cruz de nuestro Salvador.
¡Mira lo que tiene nuestro canal de YouTube!
Para comentar debes registrarte y completar los datos generales.