Los especiales detalles de la visita del Papa a Cuba
Publicado 1998/01/31 00:00:00
- MEREDITH SERRACIN
La Habana.- La política de Estados Unidos hacia Cuba se mueve hoy entre el anacronismo del embargo y el intento, novedoso, moderno, de adaptarse a una situación, que el gobierno del presidente Bill Clinton considera, cuando menos cambiante.
Aún algunos de los funcionarios estadounidenses poco favorables a una distensión entre los dos gobiernos, reconocen ahora que la reciente visita del Papa Juan Pablo II ha introducido un elemento nuevo en las perspectivas internacionales de Cuba, así como en el clima interno de la isla.
La discusión sobre la suavización del embargo al régimen cubano en los capítulos de alimentación y medicinas está cobrando nuevo ímpetu, después de que el portavoz del departamento de Estado, James Rubin, dijera en una rueda de prensa que una iniciativa legislativa en este sentido "merece consideración".
Pero las esperanzas de los elementos más modernos aquí, al igual que en Estados Unidos, se basan más en la convicción que la misión pastoral del Santo Padre ha logrado animar un debate cívico capaz de abrir "un espacio de diálogo para negar los extremos", según una fuente diplomática informó al enviado del Estado.
Uno de sus efectos preponderantes anotó, ha sido traer el prestigio de la Iglesia Católica en apoyo de elementos moderados dentro de Cuba que se esfuerzan por animar un diálogo con el debate cívico entre aquellos que quieren ampliar el diálogo nacional para estimular, en las palabras del Papa, "el reconocimiento de los derechos del hombre" y "la creación de un ambiente de mayor libertad y pluralismo..."
El mensaje papal a los Estados Unidos fue igualmente contundente al denunciar como "injustas y éticamente inaceptables" las medidas "económicas restrictivas impuestas desde fuera del país".
Dentro de la exquisita discreción que el Papa y los funcionarios del Vaticano han mantenido con respecto a las discusiones privadas con Castro y los miembros del Comité Central, se preciben indicios de que a cambio de un mayor espacio que el régimen está acordando a la Iglesia, ésta hará lo posible para crear un alivio en la tensión entre la revolución cubana y Washington, mediante la activa intervención del Vaticano y el episcopado estadounidense.
El imprecedente entusiasmo popular que acompañó la visita papal del 21 al 25 de este mes, ha tenido una profunda resonancia dentro del pueblo y el gobierno cubano, según las fuentes, además de perfilarse en la pantalla televisiva alrededor del mundo, a pesar del fragor noticioso que rodea al supuesto escándalo sexual, del presidente Bill Clinton.
No obstante, en Latinoamérica, Europa y a través de la cadena CNN, se pudo observar "el especial momento político-emocional cubano, a medio camino entre las angustias del periodo especial y una visión de la salida del túnel", en las acertadas palabras de un comentarista español.
Sin embargo, lo que más debe haber impresionado a la opinión mundial es el trato respetuoso y afectuoso que observaron ambos interlocutores. El líder cubano, vestido de civil, siempre atento y solícito ante el representante de Dios en la tierra, que pronto cumplirá los 78 años y aún camina con alguna dificultad desde que se fracturó una pierna.
El Papa destacó la nueva relación con Cuba cuando a su regreso a Ciudad del Vaticano dijo que el viaje fue un "gran acontecimiento" de reconciliación espiritual, cultural y social", que no dejará de producir frutos beneficiosos en otros niveles".
Otras fuentes del Vaticano confiaron que les pareció "haber conquistado el corazón" del líder cubano.
Aunque las homilías y las conversaciones privadas del Santo Padre contenían regaños a los aspectos represivos y antidemocráticos del régimen castrista, éstos se limaron al invocar más el Espíritu Santo que el anticomunismo.
En tanto, Estado se enteró de que el Papa tuvo un gesto especial con el líder cubano al invitarlo a la sacristía para que pudiera hablar a solas con él después de la magna misa en la Plaza de la Revolución el domingo pasado.
Expertos que han seguido los viajes del Papa, destacaron que fue la primera vez en los 81 viajes misioneros de Juan Pablo II que éste hizo pasar a un jefe de Estado tras el altar, después de la misa, para tener una reunión privada.
Asimismo, el Papa demostró especial delicadeza con su anfitrión en el caso de los prisioneros políticos, dijeron las fuentes.
Según fuentes diplomáticas informaron a este enviado, el tema fue abordado en una manera muy especial por un alto funcionario del Vaticano con el mismo Carlos Laje, uno de los principales asesores económicos de Castro.
"Lo interesante del caso fue que el representante del Vaticano hizo hincapié en el hecho de que no le iba a entregar la tradicional lista de prisioneros que usualmente traen los visitantes importantes a La Habana", señaló el diplomático que pidió permanecer en el anonimato.
"El prelado sólo dijo -aquí tienen ustedes las cartas que nos llegaron de las familias de los presos. Por favor, léanlas y vean lo que se puede hacer. Muchas gracias".
Por lo menos algunos de los presentes indicaron luego que la manera elegante en que se presentó la solicitud ayudó a una rápida decisión de liberar un número no determinado de detenidos, aunque ésto no se ha hecho público.
Es de notar de que la diplomacia de Estados Unidos apenas esperó 24 horas al terminar la visita papal a Cuba para anunciar que veía con buenos ojos los proyectos de ley en que están trajabando en el Senado y la Cámara, para autorizar al gobierno llevar medicinas y comida a la isla.
"Todo lo que pudo decir sobre esas iniciativas es que merecen consideración y que esperamos tener una oportunidad de hablar con sus impulsores y estudiar cualquier ley que se proponga", dijo Rubin el pasado lunes en Washington. Hasta ahora la política de Estados Unidos ha sido esperar a que Castro haga alguna señal de reforma política antes de replantearse cualquier cuestión relacionada con el embargo.
Es evidente que la actitud militante del Papa, a la que ahora se suma la de personajes como el cardenal John O"Connor de Nueva York, ha tenido su impacto.
"Nadie puede subestimar la influencia que ejerce el Vaticano, aún en Washington", expresó un funcionario allegado a la "Oficina de Intereses" que es el nombre que lleva la representación de Estados Unidos que funciona bajo la responsabilidad de la embajada suiza en La Habana desde 1961.
Ese fue el año en que el gobierno del presidente Dwight D. Eisenhower rompió relaciones con el régimen cubano después que Fidel Castro, se declaró "marxista-leninista" en reacción a la decisión de Washington eliminó a Cuba de la lista de países que obtenían precios ventajosos para sus exportaciones de azúcar y a los comprobados actos de sabotaje promovidos por la CIA.
Desde entonces, Estados Unidos ha elegido una opción modal dura que, si ha utilizado en rara ocasión recursos bélicos, ha recurrido, sin embargo, al arma del embargo económico durante más de 30 años.
Aún antes de la llegada de Juan Pablo II a La Habana, la Casa Blanca y el Consejo Nacional de Seguridad dejaron deslizar señales a través de "fuentes anónimas" que la situación en Cuba parecía ser "suficientemente cambiante" como para justificar un replanteamiento de la política hacia Castro.
Las señales fueron suficientemente vagas para evitar otro duro enfrentamiento con el archiconservador presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, Jesse Helms, y de los congresistas republicanos Díaz Balart y Ros Lehtinen, quienes insisten que no debe haber cambio "antes de que caiga Fidel".
Estos elementos conservadores, junto con el poderoso lobby de la Fundación Nacional Cubana de Miami, siempre están al acecho ante cualquier vibración dentro del gobierno que pudiera indicar lo que ellos consideran un "ablandamiento".
"Con esta gente hay que andar con mucho cuidado", expreso Wayne Smith, un exdirector de la oficina de Intereses y connotado experto en asuntos cubanos. "Cualquier síntoma de una actitud más conciliadora por parte de nuestro gobierno, ellos seguramente invocarán a Changóo, el dios del fuego, del rayo y del trueno.
"Quizás ahora, que disponemos de la bendición papal para que se establezca un nuevo diálogo capaz que estaremos a salvo".
Aún algunos de los funcionarios estadounidenses poco favorables a una distensión entre los dos gobiernos, reconocen ahora que la reciente visita del Papa Juan Pablo II ha introducido un elemento nuevo en las perspectivas internacionales de Cuba, así como en el clima interno de la isla.
La discusión sobre la suavización del embargo al régimen cubano en los capítulos de alimentación y medicinas está cobrando nuevo ímpetu, después de que el portavoz del departamento de Estado, James Rubin, dijera en una rueda de prensa que una iniciativa legislativa en este sentido "merece consideración".
Pero las esperanzas de los elementos más modernos aquí, al igual que en Estados Unidos, se basan más en la convicción que la misión pastoral del Santo Padre ha logrado animar un debate cívico capaz de abrir "un espacio de diálogo para negar los extremos", según una fuente diplomática informó al enviado del Estado.
Uno de sus efectos preponderantes anotó, ha sido traer el prestigio de la Iglesia Católica en apoyo de elementos moderados dentro de Cuba que se esfuerzan por animar un diálogo con el debate cívico entre aquellos que quieren ampliar el diálogo nacional para estimular, en las palabras del Papa, "el reconocimiento de los derechos del hombre" y "la creación de un ambiente de mayor libertad y pluralismo..."
El mensaje papal a los Estados Unidos fue igualmente contundente al denunciar como "injustas y éticamente inaceptables" las medidas "económicas restrictivas impuestas desde fuera del país".
Dentro de la exquisita discreción que el Papa y los funcionarios del Vaticano han mantenido con respecto a las discusiones privadas con Castro y los miembros del Comité Central, se preciben indicios de que a cambio de un mayor espacio que el régimen está acordando a la Iglesia, ésta hará lo posible para crear un alivio en la tensión entre la revolución cubana y Washington, mediante la activa intervención del Vaticano y el episcopado estadounidense.
El imprecedente entusiasmo popular que acompañó la visita papal del 21 al 25 de este mes, ha tenido una profunda resonancia dentro del pueblo y el gobierno cubano, según las fuentes, además de perfilarse en la pantalla televisiva alrededor del mundo, a pesar del fragor noticioso que rodea al supuesto escándalo sexual, del presidente Bill Clinton.
No obstante, en Latinoamérica, Europa y a través de la cadena CNN, se pudo observar "el especial momento político-emocional cubano, a medio camino entre las angustias del periodo especial y una visión de la salida del túnel", en las acertadas palabras de un comentarista español.
Sin embargo, lo que más debe haber impresionado a la opinión mundial es el trato respetuoso y afectuoso que observaron ambos interlocutores. El líder cubano, vestido de civil, siempre atento y solícito ante el representante de Dios en la tierra, que pronto cumplirá los 78 años y aún camina con alguna dificultad desde que se fracturó una pierna.
El Papa destacó la nueva relación con Cuba cuando a su regreso a Ciudad del Vaticano dijo que el viaje fue un "gran acontecimiento" de reconciliación espiritual, cultural y social", que no dejará de producir frutos beneficiosos en otros niveles".
Otras fuentes del Vaticano confiaron que les pareció "haber conquistado el corazón" del líder cubano.
Aunque las homilías y las conversaciones privadas del Santo Padre contenían regaños a los aspectos represivos y antidemocráticos del régimen castrista, éstos se limaron al invocar más el Espíritu Santo que el anticomunismo.
En tanto, Estado se enteró de que el Papa tuvo un gesto especial con el líder cubano al invitarlo a la sacristía para que pudiera hablar a solas con él después de la magna misa en la Plaza de la Revolución el domingo pasado.
Expertos que han seguido los viajes del Papa, destacaron que fue la primera vez en los 81 viajes misioneros de Juan Pablo II que éste hizo pasar a un jefe de Estado tras el altar, después de la misa, para tener una reunión privada.
Asimismo, el Papa demostró especial delicadeza con su anfitrión en el caso de los prisioneros políticos, dijeron las fuentes.
Según fuentes diplomáticas informaron a este enviado, el tema fue abordado en una manera muy especial por un alto funcionario del Vaticano con el mismo Carlos Laje, uno de los principales asesores económicos de Castro.
"Lo interesante del caso fue que el representante del Vaticano hizo hincapié en el hecho de que no le iba a entregar la tradicional lista de prisioneros que usualmente traen los visitantes importantes a La Habana", señaló el diplomático que pidió permanecer en el anonimato.
"El prelado sólo dijo -aquí tienen ustedes las cartas que nos llegaron de las familias de los presos. Por favor, léanlas y vean lo que se puede hacer. Muchas gracias".
Por lo menos algunos de los presentes indicaron luego que la manera elegante en que se presentó la solicitud ayudó a una rápida decisión de liberar un número no determinado de detenidos, aunque ésto no se ha hecho público.
Es de notar de que la diplomacia de Estados Unidos apenas esperó 24 horas al terminar la visita papal a Cuba para anunciar que veía con buenos ojos los proyectos de ley en que están trajabando en el Senado y la Cámara, para autorizar al gobierno llevar medicinas y comida a la isla.
"Todo lo que pudo decir sobre esas iniciativas es que merecen consideración y que esperamos tener una oportunidad de hablar con sus impulsores y estudiar cualquier ley que se proponga", dijo Rubin el pasado lunes en Washington. Hasta ahora la política de Estados Unidos ha sido esperar a que Castro haga alguna señal de reforma política antes de replantearse cualquier cuestión relacionada con el embargo.
Es evidente que la actitud militante del Papa, a la que ahora se suma la de personajes como el cardenal John O"Connor de Nueva York, ha tenido su impacto.
"Nadie puede subestimar la influencia que ejerce el Vaticano, aún en Washington", expresó un funcionario allegado a la "Oficina de Intereses" que es el nombre que lleva la representación de Estados Unidos que funciona bajo la responsabilidad de la embajada suiza en La Habana desde 1961.
Ese fue el año en que el gobierno del presidente Dwight D. Eisenhower rompió relaciones con el régimen cubano después que Fidel Castro, se declaró "marxista-leninista" en reacción a la decisión de Washington eliminó a Cuba de la lista de países que obtenían precios ventajosos para sus exportaciones de azúcar y a los comprobados actos de sabotaje promovidos por la CIA.
Desde entonces, Estados Unidos ha elegido una opción modal dura que, si ha utilizado en rara ocasión recursos bélicos, ha recurrido, sin embargo, al arma del embargo económico durante más de 30 años.
Aún antes de la llegada de Juan Pablo II a La Habana, la Casa Blanca y el Consejo Nacional de Seguridad dejaron deslizar señales a través de "fuentes anónimas" que la situación en Cuba parecía ser "suficientemente cambiante" como para justificar un replanteamiento de la política hacia Castro.
Las señales fueron suficientemente vagas para evitar otro duro enfrentamiento con el archiconservador presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, Jesse Helms, y de los congresistas republicanos Díaz Balart y Ros Lehtinen, quienes insisten que no debe haber cambio "antes de que caiga Fidel".
Estos elementos conservadores, junto con el poderoso lobby de la Fundación Nacional Cubana de Miami, siempre están al acecho ante cualquier vibración dentro del gobierno que pudiera indicar lo que ellos consideran un "ablandamiento".
"Con esta gente hay que andar con mucho cuidado", expreso Wayne Smith, un exdirector de la oficina de Intereses y connotado experto en asuntos cubanos. "Cualquier síntoma de una actitud más conciliadora por parte de nuestro gobierno, ellos seguramente invocarán a Changóo, el dios del fuego, del rayo y del trueno.
"Quizás ahora, que disponemos de la bendición papal para que se establezca un nuevo diálogo capaz que estaremos a salvo".
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