Epicentro
Sobre las medidas de confinamiento colectivo
... la nociva moda del encierro colectivo, ha sido una medida improvisada, mecánica y sencilla; una medida que pasa por alto las enormes consecuencias que la misma tiene, y ha tenido ya, en contra de quienes se confinan por periodos prolongados y a la fuerza.
- Arnulfo Arias O.
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- - Publicado: 08/12/2020 - 12:00 am
El reconocido autor francés, Jean-Baptiste de Mirabaud, escribió que si la honestidad no existe en este mundo, mejor que la inventemos. Sin duda, se refería a una fibra íntima de la sociedad y a la descomposición segura de ella cuando ese elemento de la honestidad se ausenta.
Por eso, no importa a quién nos dirigimos, al final es la verdad la que hace libre al hombre y es precisamente en esos términos en los que debemos abordar el problema social y económico que ha creado la pandemia.
Por ejemplo, la nociva moda del encierro colectivo, ha sido una medida improvisada, mecánica y sencilla; una medida que pasa por alto las enormes consecuencias que la misma tiene, y ha tenido ya, en contra de quienes se confinan por periodos prolongados y a la fuerza.
Los contagios masivos que prosperan hoy no son el producto de la conducta irresponsable y licenciosa de los ciudadanos, porque la gran mayoría de ellos se ha mostrado incluso favorable hacia medidas de cuidado personal, preventivas del contagio; no es justo, entonces, que el justo pague por el pecador y que todo ciudadano adulto, responsable, trabajador, sea también encasillado en esas estadísticas de irresponsabilidad y de falta de cuidado que, afortunadamente, son conductas de unos pocos en nuestra sociedad.
El contagio inevitable, resulta previsible en una sociedad empobrecida en la que, francamente, hay una equivalencia entre trabajo y subsistencia, sin que se pueda abandonar el uno y pretender el otro; y subsistir sería el verbo correcto, porque vivir, y vivir plenamente, es un deseo que pocos satisfacen en estas latitudes de Latinoamérica.
Un humilde obrero que reside, por ejemplo, en la superpoblación del área oeste, pero que trabaja en la ciudad de Panamá, debe levantarse con frecuencia cuando es de noche aún; consumir un alimento expreso, rico en grasas saturadas y económicas y pobre en proteínas caras, que no se puede dar el lujo de costear; debe tomar uno o más transportes colectivos, en los que seguramente no se observan las medidas de distanciamiento, porque sencillamente el costo de los combustibles no permiten sustentar ese negocio con una cantidad menor de pasajeros.
Así, luego de esas largas horas de incomodidad en el transporte hacia su puesto de trabajo, debe asegurarse él mismo las medidas de cuidado, entre ellas mascarillas adecuadas que disminuyen el contagio, porque algunos empleadores inescrupulosos no quieren incurrir en esos costos, y mantienen las medidas de bioseguridad impresas solamente en documentos que engalanan unos protocolos de salud que no se cumplen ni se aplican. Finalmente, luego de cumplir esa jornada, a veces muy ingrata, retoma finalmente su camino a casa, llegando ya de noche, muchas veces.
El trabajador humilde no trabaja entonces de sol a sol, sino de noche a noche, por esa privación de obras que nuestra sociedad no ha costeado en su favor. Durante el curso de ese día estuvo siempre expuesto a contagiarse.
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Por eso, no deja de inquietarme hoy, y mucho, el hecho de que las autoridades de salud vengan y desplieguen nuevamente la bandera de los confinamientos colectivos; regañando a toda nuestra sociedad como si fueran unos niños que hacen travesuras.
Midan sus palabras, debemos advertirles, porque la reclusión que se prolonga, no solo priva al ser humano de esos bienes naturales que requiere para subsistir, sino que le arrebatará también algunos bienes más preciados y de valor incalculable: su mente, sus talentos y su tiempo; bienes que podría muy bien dar a nuestra sociedad con su trabajo, por humilde que este pueda ser.
El contagio no viene de ese irresponsable vividor que no calcula consecuencias o que apaga sus pasiones con el fuego del licor; el aumento en el contagio, en nuestro caso, se viene a dar por las razones más loables que se puedan resumir: por el sacrificio de llevarles el sustento a sus familias; por el aporte obligatorio de trabajo a nuestra sociedad y por cumplir la regla de oro universal de que solo se cosecha lo que se ha sembrado.
Abogado.
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