Panamá
Moral y luces: Bolívar para hoy
En su alegato, diría el Libertador "Moral y luces son los polos de una República, moral y luces son nuestras primeras necesidades.
- Gregorio Urriola Candanedo
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- - Actualizado: 05/10/2023 - 12:00 am
Hace 204 años, en el mes de febrero de 1819, el General Simón Bolívar convoca el Congreso de Angostura, a orillas de "El Padre de las Aguas" -el río Orinoco-, del cual surgirá la Gran Colombia, esto es, la reunión política de los territorios que integraban la antigua Capitanía General de Venezuela, el Virreinato de la Nueva Granada y Ecuador.
En su instalación, el Liberador pronunció uno de sus más famosos discursos, de hora y media de duración, y propuso un proyecto constitucional que, en líneas generales, seguía el modelo propuesto por el Barón de Montesquieu con tres poderes, al que Bolívar, en un atisbo genial, agrega un cuarto: el poder moral.
Al poder ejecutivo, elegido por votación popular; al poder Legislativo en dos cámaras -Cámara y Senado-; y al poder Judicial, el Libertador abogó por el establecimiento de un Poder Moral encargado de fomentar normas cívicas y morales que evitaran la degradación de la conducta de los integrantes de los otros tres poderes. Teniendo en mente el sistema inglés, Bolívar piensa en un Senado o Cámara Alta, pero conformado no por los nobles de sangre, los "lores ingleses", sino por "una élite virtuosa, dotada de sabiduría, con una educación ilustrada". (Idem.)
Por su parte el Poder Moral, una suerte de Tribunal de Educación y Civismo, velaría por la educación para la ciudadanía democrática que precaviera la corrupción e impulsara proyectos de fortalecimiento de las virtudes cívicas. Sería un poder para "formar el pueblo dentro de las virtudes políticas" y para llevar un registro de la conducta de los personeros públicos.
En su alegato, diría el Libertador "Moral y luces son los polos de una República, moral y luces son nuestras primeras necesidades." (Bolívar, Congreso de Angostura, 15 de febrero de 1819) Moral, esto es, conducta proba, decencia, honradez, civismo. Y luces, es decir, educación, libre pensamiento y crítica, conocimiento, razón y ciencia.
Estas propuestas derivaban de dos grandes lecciones del periplo vital del Libertador. Por un lado, su vida civil y su condición de jefe militar de la campaña liberadora, donde había aprendido la necesidad de organizar la vida pública, de crear institucionalidad que diera cuerpo a las nuevas repúblicas que iban resultando de su lucha febril y muchas veces feroz, por la Libertad de pueblos acostumbrados al yugo, a servir más que a mandar, o a mandar con base en los privilegios de la sangre, del poder económico y religioso, pero no de "la contienda civil" entre ciudadanos libres e iguales ante la Ley, esto es, la vida política Tres siglos de dominio colonial, no podrían constituirse de la noche a la mañana: República sin republicanos; democracia sin verdaderos ciudadanos.
Por ello, para crear ciudadanía de verdad, ciudadanía raizal, Bolívar propuso ese Poder Moral, encargado de poner freno a las actuaciones de quienes debían gobernar, pero sobre todo de cultivar la conciencia del poder ciudadano en los hasta entonces súbitos, siervos y esclavos. Como diría José Martí, 72 años después del Congreso de Angostura: "Con un decreto de Hamilton no se le para la pechada al potro del llanero. Con una frase de Sieyés no se desestanca la sangre cuajada de la raza india. A lo que es, allí donde se gobierna, hay que atender para gobernar bien; y el buen gobernante en América no es el que sabe cómo se gobierna el alemán o el francés, sino el que sabe con qué elementos está hecho su país, y cómo puede ir guiándolos en junto, para llegar, por métodos e instituciones nacidas del país mismo, a aquel estado apetecible donde cada hombre se conoce y ejerce, y disfrutan todos de la abundancia que la Naturaleza puso para todos en el pueblo que fecundan con su trabajo y defienden con sus vidas." (Martí, Nuestra América,1891).
Por otro lado, el más generoso quizá, y tal vez, el más ingenuo de la propuesta bolivariana, deriva de su creencia en "las luces". Lector de J.J. Rousseau y de los Enciclopedistas franceses, Bolívar- como buena parte de los grandes pensadores de nuestra historia republicana, creyeron que la educación y los libros, lo maestros, el magisterio serían "las luces" que como por arte de magia, disiparan las tinieblas de la ignorancia. Que serían literalmente como luces que moderan la oscuridad en medio de la gran noche; que lampos de luz irían señalando el camino por donde discurrirían las masas redimidas de la ignorancia.
Ciertamente, se necesitarán "las Luces". Pero habría que crear la dínamo de esas luces, de manera de hacerlas perpetuas. Y esa dínamo social no es más que la democracia y la libertad radicales, de la que esas luces son a la vez producto y alimento.
Vale la pena pensar en ello, teniendo en frente nuestra propia génesis, de la condición premoderna de la mayor parte de nuestra historia, y de la compleja situación que plantea el tránsito civilizatorio que experimentamos. Hoy, como
entonces, faltan luces; pero sobre todo, falta moral, ética republicana y magisterio civil. Luces que son más que mera ciencia y mera tecnología; moral que es más que dogma, sermones y campañas mediáticas de valores pasados por agua bendita.
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